Freaks: el cuento que cierra el nuevo libro de Mar¨ªa Fernanda Ampuero
¡®Babelia¡¯ adelanta uno de los relatos que conforman ¡®Sacrificios humanos¡¯, que llega este mi¨¦rcoles a las librer¨ªas editado por P¨¢ginas de Espuma
Mirar el reloj. Ver la manecilla grande girar hasta llegar a las doce. Gritar llegaron las vacaciones. Correr a la camioneta familiar y trepar con cuidado. Esquivar los cocachos de los hermanos. Aguantar que digan marica, mariquita, maric¨®n, maricueco, marinero, mariposa, maripos¨®n, muerdealmohadas, soplanucas, meco, trolo, sopa, badea, puto, desviado, ni?a, choto, cueco, galleta, loca, hasta que se cansan. Levantar la cara y sentir el viento cambiar, hacerse m¨¢s puro, m¨¢s lindo. Oler el mar desde lejos y sonre¨ªr. Esquivar nuevos cocachos. Escuchar otra vez lo de por qu¨¦ eres as¨ª, p¨¢rate como hombre, qu¨¦ es esa mano. Abrazar a la abuela. Comer el pescado reci¨¦n muerto con el ojo a¨²n brillante. Correr a la playa. Correr como un perro. Correr y correr con todo lo que dan las piernas. Lanzarse al agua. Dar grititos de alegr¨ªa. Ba?arse en la espuma. Sumergirse a lo m¨¢s profundo. Aguantar la respiraci¨®n tanto que parece que el aire ya no es necesario. Bajar y bajar. Tocar las estrellas de mar, los corales, las tortugas marinas que pastan como vaquitas acorazadas. Rogar por un rato m¨¢s en el agua antes de volver a casa. Resignarse. Secarse. Comer. Hacer la siesta. Despertar colorado de sol y calor. Visitar el pueblo con su circo y su mercado. Entrar a una de las carpas y ver por primera vez al cabez¨®n. Arrugar la nariz del espanto de la mierda. Cubrirse la boca con el pa?uelo. Aguantar la n¨¢usea que sube el pescado sin digerir hasta el pecho y llena los ojos de l¨¢grimas. Mirar al cabez¨®n, mirarlo bien. Ser mirado por ¨¦l. Preguntar qu¨¦ le pasa a ese ni?o, por qu¨¦ tienen a ese ni?o entre los chanchos y la porquer¨ªa de los chanchos, d¨®nde est¨¢n los padres de ese ni?o. Agarrar la mano de mam¨¢ con miedo. Bajar los ojos ante la mirada del cabez¨®n. Volver a subirlos para encontrarlo llorando, extendiendo los bracitos a la gente que lo mira. Controlar la arcada cuando un chancho primero olisquea al cabez¨®n y luego se hace caca casi sobre ¨¦l. Espantar las moscas y los moscardones. Escuchar a mam¨¢ decir pobrecito y a pap¨¢ decir qu¨¦ bestia y a los hermanos puto asco ese monstruo. Insistir que hay que ayudarlo, llamar a la polic¨ªa, llev¨¢rselo de ah¨ª. Gritar. Entender que nadie, ninguno de los adultos que mira con asco al cabez¨®n y se tapa la nariz con la mano, va a hacer nada. Ocultar las l¨¢grimas al ver que el cabez¨®n, despu¨¦s de llorar y berrear, dormita con su pulgar mugriento metido en la boca. Rabiar por ser demasiado joven para meterse en la porqueriza, levantarlo en brazos, llev¨¢rselo primero a ba?ar y luego a comer. Negarse a irse. Recibir un golpe en el hombro de uno de los hermanos y un empuj¨®n del otro. Volver a escuchar durante todo el camino a casa la retah¨ªla que empieza con marica. So?ar que los chanchos se comen al cabez¨®n, que el cabez¨®n muerto le grita que por qu¨¦ no hizo nada para ayudarlo, que lo persigue por la playa apenas sostenido por esas piernas rid¨ªculas al lado del tama?o de su cabeza, un ni?o cangrejo. Despertar ba?ado en sudor y temblando. Esquivar a los hermanos que lanzan golpes y preguntan si la ni?a se asust¨® por una pesadilla. Verlos hacer una imitaci¨®n de que lo que ellos creen que es una ni?a asustada. Callar. Levantarse al amanecer. Ayudar a la abuela con el desayuno. Recoger los huevos a pesar del vendaval de cacareos y plumas de las gallinas. Agradecer las monedas de la abuela. Desayunar mirando a cada uno de los miembros de la familia. Ver el pan desaparecer en segundos en las mand¨ªbulas de sus hermanos. Ver la frente del pap¨¢, siempre tan llena de arrugas, detr¨¢s del peri¨®dico. Ver la forma tan triste con la que mam¨¢ sostiene la taza. Devolver la mirada a la abuela que sabe, que entiende, que le dice te quiero sin decir palabra. Correr al pueblo. Buscar al borracho que cuida la entrada del circo. Poner las monedas de la abuela en esa palma mugrienta. Temer a esa sonrisa negra y viciosa, a esa lengua que asoma, a esa mano r¨¢pida que lo quiere tocar. Entrar a la porqueriza donde duerme el cabez¨®n. Espantar a los chanchos que se alejan gru?endo. Levantarlo en sus brazos. Sorprenderse de lo que poco que pesa. Acercarlo a su cuerpo. Sonre¨ªr. Huir del borracho que le grita que qu¨¦ hace con el monstruo, que si le quiere hacer alguna cosa tiene que pagar m¨¢s. Salir otra vez al sol con el cabez¨®n en brazos como una madre orgullosa de su criatura. Alejarse del circo y del borracho que llama a gritos a los otros para que detengan al mariconcito que se est¨¢ robando al cabez¨®n. Correr hacia el acantilado susurrando que todo va a estar bien, que van a estar bien, que todo eso se va a acabar, lo feo, los chanchos, las miradas asqueadas de la gente, los coscorrones, el miedo. Llegar a la cima con la gente del circo pis¨¢ndoles los talones, gritando qu¨¦ haces, maric¨®n est¨²pido. Mirar al cabez¨®n que sonr¨ªe con su boca sin dientes y sus ojitos brillantes de pescado y que le dice sin hablar hermano, hermano. Lanzarse al mar. Sentir que durante la ca¨ªda las piernas se juntan en una sola y que va creciendo, r¨¢pida y violenta, una cola que al chocar con el agua levanta una espuma iridiscente, cegadora de tan hermosa.
Sacrificios humanos
Autora: Mar¨ªa Fernanda Ampuero.
Editorial: P¨¢ginas de Espuma, 2021.
Formato: Tapa blanda. 144 p¨¢ginas. 15 euros.
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