Traducir: un viaje infinito
Verter una obra de una lengua a otra puede ser la lectura m¨¢s intensa y admirativa. Varios libros dan cuenta de una actividad que tiene mucho de tanteo y creaci¨®n
Escribir y traducir comparten la misma materia prima: las palabras. A ellas dedic¨® uno de sus ¨²ltimos poemas Anne Sexton, y cualquier traductor o escritor que lo lea se identificar¨¢ con su lamento por el escurridizo t¨¦rmino justo. Concluye as¨ª: ¡°Palabras y huevos hay que tratarlos con cuidado. / Una vez rotos son cosas imposibles de reparar¡±. En ese cuidado extremo arraiga el desvelo. Por un lado, se abre un oc¨¦ano de posibilidades, pues ¡°ninguna palabra dice en un idioma todo lo que la otra dice en el suyo¡±, recuerda Chantal Maillard; por otro, el misterio que empuja al lector, despu¨¦s de leer una palabra, a buscar la siguiente. Salvo en algunos t¨ªtulos aparecidos en los ¨²ltimos a?os, en torno a la traducci¨®n ha reinado cierto silencio editorial, roto sobre todo en manuales t¨¦cnicos, aunque no sea un acto excepcional: el mundo gira porque (nos) traducimos. ¡°Se trata quiz¨¢s de la actividad m¨¢s humana que existe¡±, dijo la gran renovadora de las novelas de Dostoievski en alem¨¢n, Svetlana Geier, en unas conversaciones que Alberto Gordo nos trae al castellano. Responsable de traducir los ¡°cinco elefantes¡± del escritor ruso, entre otras obras, admiti¨®: ¡°Esto no se traduce sin castigo¡±. Como obst¨¢culos, se?al¨® que ¡°las lenguas no son compatibles¡±, pero tambi¨¦n ¡°los l¨ªmites de una personalidad¡±, en su caso forjada en el Kiev del Holodomor y la ocupaci¨®n alemana.
Como perspectiva y met¨¢fora desde las cuales acercarse a la literatura, la tarea de traducir despierta un renovado inter¨¦s. Una traducci¨®n puede ser la lectura m¨¢s intensa y creativa, un salvoconducto a otra cultura, la horma con la que se tensa la piel del calzado del propio idioma, un acto amoroso de admiraci¨®n, un revulsivo contra el ensimismamiento, un di¨¢logo con el tiempo, un v¨ªnculo entre diferentes, un generador de variantes, un resucitador de textos olvidados, un taller de escritura, una forma de desaparecer, una mera transacci¨®n de bienes y servicios, un escudo de resistencia. Quiz¨¢ la pregunta sea por qu¨¦ no se le prest¨® antes mayor atenci¨®n y, como para recuperar el tiempo perdido, el polif¨®nico Pedir la luna re¨²ne a una heterog¨¦nea n¨®mina de traductores al espa?ol que comparten experiencias y reflexiones.
El humor con el que arranca Simpat¨ªa por el traidor, de Mark Polizzotti, revela que estamos ante un ensayo-manifiesto desacomplejado y realista que considera el tema ¡°un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de pedantes eruditos¡±. Ensayista, editor y traductor de Flaubert, Duras o Modiano, Polizzotti recuerda a los lectores que eso que leen es fruto de una complicidad entre autores ¡ªsu traductor ??igo Garc¨ªa Ureta y ¨¦l¡ª, y confiesa que el primero ha sabido a veces expresar mejor algo que en el original. Esta simp¨¢tica confesi¨®n es un ejemplo de lo que persigue: brindar ¡°un retrato que ayude a ver la traducci¨®n no como un problema¡±, sino, pese a todo, ¡°como un logro que debe celebrarse¡±. Si traducir resulta inagotable es porque no se trata de ¡°reemplazar palabras como si fueran baldosas o tramos de moqueta¡±. ?Sus premisas? Los traductores son ¡°creadores por derecho propio¡± y ¡°la traducci¨®n es ante todo una pr¨¢ctica¡±. M¨¢s que reglas valen actitudes: empat¨ªa, sensibilidad, atenci¨®n, flexibilidad, creatividad. En menos de 200 p¨¢ginas aborda los principales debates ¡ªsobre el concepto de original, fidelidad, domesticaci¨®n, reconocimiento, tarifas, condescendencia acad¨¦mica, riesgos del colonialismo ling¨¹¨ªstico¡ª para animarnos a renunciar al ideal de la traducci¨®n perfecta y a disfrutar del resultado ¡°de muchas pruebas, errores, revisiones e invenciones¡±.
M¨¢s que reglas, valen actitudes, sensibilidad, atenci¨®n, flexibilidad. No existe la perfecci¨®n. Todo son pruebas y revisiones
Helen Lowe-Porter, cuya versi¨®n inglesa de Los Buddenbrook de 1924 tuvo tanto ¨¦xito que se convirti¨® en ¡°la traductora de Mann¡±, dec¨ªa que no entregaba la traducci¨®n de un libro hasta sentir que lo hab¨ªa concebido ella misma. Posteriormente, recibi¨® cr¨ªticas por su conocimiento imperfecto del alem¨¢n, si bien sus traducciones se siguieron publicando. Traducir le parec¨ªa un ¡°placer perverso¡± y lo calific¨® de ¡°peque?o arte¡±, pese a su colosal reto.
En ella se inspir¨® Kate Briggs, profesora y traductora al ingl¨¦s de Roland Barthes, para el t¨ªtulo de su ensayo. Si Polizzotti se muestra pragm¨¢tico y concreto, Briggs se apoya en la digresi¨®n y la serendipia. Lanza un sinf¨ªn de preguntas al aire, merodea, avanza y retrocede en una prosa fragmentaria cuyo pulso Rub¨¦n Mart¨ªn Gir¨¢ldez nunca pierde. Barthes invitaba a colaborar en sus indagaciones (as¨ª se refer¨ªa a sus conferencias) a los estudiantes, y ellos respond¨ªan ¡°formulando preguntas, apuntando correcciones, aportando referencias alternativas, redirigiendo la senda de la investigaci¨®n hacia sus preocupaciones personales (¡) y es lo que creo que hago yo aqu¨ª¡±, resume Briggs. Los textos que esta tradujo de Barthes son sus notas para los cursos en el Coll¨¨ge de France, a veces ideas sutilmente enlazadas, listas de palabras, esbozos introspectivos, una tipolog¨ªa de texto cercana al pensamiento po¨¦tico. El encanto de la casi memoir de Briggs emana de c¨®mo alguien se lanza a vivir y crear a trav¨¦s de la traducci¨®n, fuente de grandes placeres y pesquisas intelectuales.
Pero es en Nox (¡°noche¡±, en lat¨ªn), de Anne Carson, su ¡°libro de artista¡± vertido por Jeannette L. Clariond, en el que la intimidad de traducir se abre en canal. La tentativa de componer una eleg¨ªa a su hermano, muerto lejos de casa, se funde con su estudio (traducci¨®n propia incluida) del poema-epitafio 101 de Catulo, compuesto hace m¨¢s de 2.000 a?os en honor al hermano que tambi¨¦n hall¨® la muerte en tierra ajena. Carson persigue una sombra ¡ª?la del compa?ero de infancia que con un pasaporte falso se hizo n¨®mada para eludir la c¨¢rcel y con quien apenas tuvo contacto (cinco llamadas en dos d¨¦cadas) o la proyectada por las palabras latinas?¡ª y constata que es in¨²til esperar que llegue un torrente de luz. Reconoce: ¡°Nunca logr¨¦ la traducci¨®n del poema 101 como me habr¨ªa gustado. Pero, a lo largo de los a?os en que trabaj¨¦ en ella, empec¨¦ a considerar la traducci¨®n como una habitaci¨®n (¡) donde se busca a tientas el interruptor de la luz. Quiz¨¢ nunca se termina. Un hermano nunca termina¡±. En su diario collage, encuadernado en acorde¨®n, traza el mapa relacional de su familia e incluye fotograf¨ªas, fragmentos de una carta, meditaciones, dibujos e, intercaladas y en orden, las entradas de un diccionario integrado por cada una de las palabras latinas del poema, en que apunta sus respectivas conexiones con nox y alusiones secretas.
Traducir es un viaje infinito, como lo es descifrar a una persona. Los traductores no se limitan a conocer palabras para dar vida a un texto extranjero: lo arriesgan todo. Como la Caperucita de Sexton, en su cabeza experimentan ¡°una operaci¨®n a coraz¨®n abierto¡±.
Marta Reb¨®n es escritora y traductora de, entre otros, Vasili Grossman, Nina Berb¨¦rova y Svetlana Aleixi¨¦vich.
Lecturas
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