Graciela Iturbide: so?ar para atrapar la vida
La fot¨®grafa mexicana, premiada en los premios Sony World Photography de 2021, comenta para ¡®Babelia¡¯ la que considera una de sus mejores im¨¢genes, perteneciente a su emblem¨¢tica serie ¡®Juchit¨¢n de las mujeres¡¯
Al suroeste del estado de Oaxaca, en el istmo de Tehuantepec, se encuentra Juchit¨¢n. El pueblo es conocido por la riqueza de sus tradiciones zapotecas. Tambi¨¦n por la tolerancia de sus habitantes, as¨ª como su resistencia a la represi¨®n. Pero es realmente el poder¨ªo que ejercen sus mujeres lo que le concede la notoriedad de una utop¨ªa matriarcal. All¨ª lleg¨® Graciela Iturbide (Ciudad de M¨¦xico, 1942) en 1979, invitada por el polifac¨¦tico artista Francisco Toledo, con el fin de dar rienda suelta a su universo po¨¦tico a trav¨¦s del retrat¨® de una comunidad. Una labor que se prolong¨® de forma intermitente a lo largo de casi un decenio. De ella surgi¨® el libro Juchit¨¢n de las mujeres (en colaboraci¨®n con la poeta y la escritora Elena Poniatowska) y, en consecuencia, el reconocimiento de su obra de forma internacional.
El sue?o se convierte en imagen real en la obra de la artista latinoamericana: ¡°Mis sue?os tienen mucho que ver con mi vida, como mi vida tiene que ver con mis sue?os¡±, dice. De igual manera, Manos poderosas de Juchit¨¢n, la fotograf¨ªa elegida, es fruto de otro sue?o, el de las mujeres de Juchit¨¢n. En la imagen, una abuela posa junto a su nieta. Sus caras parcialmente cubiertas por lo que parecen una manos talladas en madera sobre un pedestal. ¡°Las llaman manos santas o manos poderosas¡±, cuenta la artista. ¡°La primera vez que las vi fue en una vivienda de Juchit¨¢n. All¨ª me contaron que cuando las mujeres sue?an con ellas salen en su b¨²squeda. Las encuentran en los ¨¢rboles; son fruto del mundo natural. Crecen casi de forma perfecta, aunque a veces sea necesario pulirlas. El sue?o se ha cumplido y las mujeres regresan felices a sus hogares, donde las manos pasan a ser un objeto de culto, venerado con flores como si fueran dioses. Se trata de una antigua tradici¨®n que no muchos conocen y solo tiene lugar en Tehuantepec. Las so?aron, las encontraron y ahora las adoran en sus altares¡±.
La imagen parece resumir la tem¨¢tica que configura la obra de la fot¨®grafa latinoamericana: su carga simb¨®lica, la alusi¨®n al mundo on¨ªrico, la presencia femenina y la exaltaci¨®n de la tradici¨®n vernacular e ind¨ªgena. ¡°Mis fotograf¨ªas surgen de forma espont¨¢nea, pero cuando encuentro alg¨²n simbolismo, lo hago resaltar¡±, se?ala. ¡°No es premeditado, simplemente aparece. El s¨ªmbolo, la imaginaci¨®n y lo sue?os tienen mucho que ver con la vida de un fot¨®grafo. Como dec¨ªa Brassa?: ¡®No se puede atrapar la vida a trav¨¦s del realismo o del naturalismo, ¨²nicamente lo hacemos por mediaci¨®n de los sue?os, los s¨ªmbolos o la imaginaci¨®n¡¯. La vida se enriquece con los sue?os. Yo tengo sue?os premonitorios. Una vez so?¨¦ que un hombre estaba sembrando y mientras excavaba sal¨ªan p¨¢jaros y m¨¢s p¨¢jaros. En mi sue?o me repet¨ªa a mi misma: ¡®Sembrar¨¦ p¨¢jaros¡¯. Tiempo m¨¢s tarde, en Nayarit, me encontr¨¦ con un se?or rodeado de aves y pens¨¦: ?claro, esto lo so?¨¦!¡±. El disparo compuso una de sus im¨¢genes m¨¢s conocidas, El se?or de los p¨¢jaros.
La realidad y la fantas¨ªa, lo documental y la f¨¢bula, se funden en la obra de Iturbide. Los extremos antag¨®nicos y yuxtaposiciones entre los que transcurre la vida en M¨¦xico alimentan su imaginario. Un repertorio frecuentemente asociado con el surrealismo y el realismo m¨¢gico. Algo con lo que no se siente conforme, reacia a cualquier etiqueta. Trabaj¨® como asistente de Manuel ?lvarez Bravo, el fot¨®grafo con m¨¢s renombre en Am¨¦rica Latina, a quien Andr¨¦ Breton encarg¨® la portada del cat¨¢logo de una exposici¨®n surrealista en Par¨ªs. ¡±Me ense?¨® a ver la vida de forma distinta. Me recomendaba libros y escuch¨¢bamos opera por las tardes¡±, recuerda la artista. ¡°Dec¨ªa que para aprender fotograf¨ªa hab¨ªa que ver mucha pintura. Me hizo conocer mi pa¨ªs. Fue una influencia decisiva en mi vida. Curiosamente, ten¨ªa la misma sensibilidad que Toledo; ambos callados y austeros¡±.
El presente y el m¨¢s all¨¢ forman parte de su proceso creativo. Cuenta que en los inicios de su trayectoria art¨ªstica perdi¨® a una hija de seis a?os. Le dio entonces ¡°por fotografiar obsesivamente a los angelitos; beb¨¦s muertos ataviados con trajes blancos que llevan a enterrar en peque?os ata¨²des cubiertos de flores. Hasta que un d¨ªa, camino del cementerio de Guanajuato, siguiendo el cortejo de un ni?o, vi el cuerpo de un hombre en el suelo. Estaba muerto. Era mitad carne, mitad calavera. Lo fotografi¨¦ pensando que era un sue?o. Despu¨¦s vi miles y miles de p¨¢jaros en el cielo, los que seguramente picotearon la cara de aquel se?or. Sent¨ª que la muerte me dec¨ªa: ¡®Ya, basta Graciela¡¯ . As¨ª la muerte se convirti¨® en una afirmaci¨®n de la vida. Dio paso a un despliegue de sucesos cotidianos convertidos en motivos po¨¦ticos, a trav¨¦s de los cuales indaga en las contradicciones y complejidades de su pa¨ªs y en las suyas propias. ¡°Viento ella misma, pudo confundirse con los pueblos del viento...¡±, escribe Elena Poniatowska sobre la fot¨®grafa.
Iturbide ha sido reconocida recientemente con el premio a la Contribuci¨®n Sobresaliente a la Fotograf¨ªa de los Sony World Photography Awards, con motivo de lo cual 25 de sus fotograf¨ªas m¨¢s representativas podr¨¢n verse en una exposici¨®n virtual en la p¨¢gina web de la organizaci¨®n.
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