Autorretrato intermitente de Eduardo Mendoza
El escritor vierte su mirada perpleja y c¨®mica en la nueva entrega de la trilog¨ªa protagonizada por Rufo Batalla
Dice Eduardo Mendoza que Transbordo en Mosc¨² ser¨¢ la ¨²ltima novela que escriba y asegura tambi¨¦n que es la m¨¢s autobiogr¨¢fica de la trilog¨ªa de Rufo Batalla. El anzuelo ha funcionado conmigo, atra¨ªdo por traspasar furtivamente la sonriente m¨¢scara de caballero ingl¨¦s que Mendoza gasta con exquisita, h¨²meda naturalidad. Lo primero es imposible saber si ser¨¢ verdad (aunque lo parece), pero lo segundo lo es a la vista del retrato autopar¨®dico que ofrece de este holgaz¨¢n, acomodaticio y circunspecto narrador de una historia despojada de cualquier ¨ªnfula y, precisamente por eso, entretenida, superficial, vagamente emparentable con la intrepidez delirante de Mortadelo y Filem¨®n o de Anacleto, agente secreto. Reaparece el don para la comedia bufa, un poco como Cervantes, al que reprochaban que sus novelas cortas parec¨ªan comedias en lugar de narraciones, y persiste en este Mendoza menor, popular, r¨¢pido y burl¨®n la virtud de la sorna blanca hacia los h¨¢bitos contempor¨¢neos y las tonter¨ªas que llevamos orgullosamente a la vista en forma de presuntas ideas y convicciones.
En esa senda Mendoza arma situaciones c¨®micas con aire suficiente para que asome de forma intermitente otro latido m¨¢s veraz, m¨¢s literario y ajeno a las aventuras del desastrado Tukuulo. Esos espacios se cargan de golpe de un narrador anal¨ªtico y elegiaco que el lector siente muy pr¨®ximo al mismo Mendoza. Ah¨ª reside, en parrafadas breves, introspectivas, intensas y a menudo insumisas, el nervio que hace de esta novela una meditaci¨®n ¨ªntima en torno al ¨²ltimo tercio del siglo XX, vivido por alguien muy pr¨®ximo en sensibilidad y talante al propio Mendoza. Esa cu?a autobiogr¨¢fica a menudo el lector ha de esperarla pacientemente, mientras la trama loca sigue por donde quiere, pero cuando llega el lector reconoce otra voz, sin ¨¢nimo prescriptivo ni dogm¨¢tico, en la que consigna con pac¨ªfica y casi resignada melancol¨ªa su visi¨®n de lo que fue su mundo hasta finales del siglo XX.
La trama en realidad es solo un d¨¦bil ca?amazo (ameno, fluido, mendociano) para insertar divagaciones meditadas sobre el Nueva York salvaje de la juventud del autor, sobre la insolvencia de las clases medias, sobre el significado de Andy Warhol o sobre el desenga?o revolucionario que cundi¨® a finales de los setenta, mientras crec¨ªa un pa¨ªs nuevo a lomos de un capitalismo de nuevo rico y se preparaba la ratificaci¨®n euf¨®rica de 1992 (y aqu¨ª su lector evocar¨¢ una estupenda novela de 2006, Mauricio o las elecciones primarias). Las procelosas aguas de la familia, el matrimonio (¡°no es una comedia de enredo¡±, pero ¡°mejor si lo parece¡±) y la crianza de los hijos se llevan tambi¨¦n su parte de verdad, como otro buen pedazo de melancol¨ªa sin patetismo ba?a las evocaciones de la pobreza (igualitaria) de los pa¨ªses de la ¨®rbita sovi¨¦tica y el hundimiento de la URSS, cuando el lado bueno del mundo se quedaba desde entonces sin contrincante a la altura porque tampoco hab¨ªa ya ideolog¨ªas totalizadoras.
Mendoza ha filtrado con Rufo Batalla la visi¨®n que a sus 78 a?os lega sobre su experiencia de juventud y madurez. Rufo Batalla, s¨ª, vive reconciliado con su pasividad de observador, su leve nihilismo ir¨®nico y sin rencor, su perplejidad c¨®mica ante s¨ª mismo y ante los dem¨¢s. Vale como retrato plausible del propio Mendoza. El otro, solapado, t¨ªmido, est¨¢ disperso en las m¨²ltiples citas que esmaltan el libro, sin nombre de autor, pero tomadas de Yeats, Amad¨ªs de Gaula, Quevedo, J. V. Foix, Mary Shelley, San Agust¨ªn y muchos otros: un autorretrato ¨ªntimo, intermitente, sentimental y tambi¨¦n ir¨®nico.
Transbordo en Mosc¨²?
Autor: Eduardo Mendoza?.
Editorial: Seix Barral, 2021.
Formato: 376 p¨¢ginas. 20,90 euros.
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