Eduardo Mendoza: ¡°Tengo la sensaci¨®n de haberlo dicho todo ya¡±
El escritor cierra con ¡®Transbordo en Mosc¨²¡¯, su 18? novela, una trilog¨ªa de la que lleva vendidos 200.000 ejemplares
¡°Yo me entreten¨ªa pensando en mis cosas, no s¨¦ si como fil¨®sofo o como cretino¡±, dice el periodista Rufo Batalla en Transbordo en Mosc¨², la tercera, m¨¢s pausada y reflexiva de sus exitosas andanzas al servicio del sin trono pr¨ªncipe Tukuulo tras El rey recibe (2018) y El negociado del yin y el yang (2019), de las que Seix Barral ha vendido ya 200.000 ejemplares. A pesar de que se mueve entre la entrada de Espa?a en la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) y la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, en el libro que cierra sus peripecias Batalla se sedentariza y se casa con una rica chica bien. La situaci¨®n permite al lector estar m¨¢s cerca de nunca de o¨ªr la voz real de su creador, Eduardo Mendoza, s¨®lo comparable a la ventriloqu¨ªa del Carlos Prull¨¤s de Una comedia ligera. ¡°Esa era m¨¢s personal; en esta trilog¨ªa la autobiograf¨ªa es m¨¢s ligera, pero coincide mucho con mi recorrido vital; es de mis personajes m¨¢s pr¨®ximos¡±, admite el autor barcelon¨¦s ante la salida del libro.
Las reflexiones de Batalla-Mendoza son de mayor calado de lo que aparentan formalmente, pespuntadas por la iron¨ªa y lanzadas entre escenas de pura sitcom, marca de la casa. ¡°Tuve una formaci¨®n teatral paralela a la de lector: mi padre me llevaba mucho al teatro y a los toros; y yo estaba fascinado con Mihura y los enredos del cine de Lubitsch, basadas en comedias de teatro h¨²ngaras; a?oro eso¡±. Y entre puertas que se abren y se cierran asoma un retrato ¨¢cido de la alta burgues¨ªa catalana, a la que pertenece la esposa del periodista, sector que por su ¡°devoci¨®n ciega a causas abstractas e inconsistentes¡±, como la ¡°redenci¨®n de la naci¨®n catalana¡±, se hace ¡°inmune al sentido com¨²n y a la ¨¦tica m¨¢s elemental¡±, escribe. ¡°Es una clase social muy curiosa; por ejemplo, pacta con el franquismo y despu¨¦s finge r¨¢pido que no sabe ni qu¨¦ es; luego, suele vend¨¦rselo todo pronto, nada se mantiene, como hizo con el Modernismo, que se lo carg¨®¡¡±, enumera. ¡°Todo en ella es de una frivolidad muy considerable, como se ha visto con el proc¨¦s: lo apoya, pero inmediatamente saca sus empresas de Catalu?a¡±.
La Espa?a que en 1985 entra victoriosa y estabilizada en la CEE no queda mejor porque tras ello cae en una espiral de ¡°despilfarros y desafueros con absoluta desfachatez¡±: la cultura del pelotazo. Y eso, tras una Transici¨®n que hoy Mendoza defiende que fue ¡°mod¨¦lica, por r¨¢pida y por sus consensos¡ Nos colocamos entre lo m¨¢s avanzado de Europa y luego la espiral de confianza se rompi¨®: el caso Rold¨¢n, gastos locos en aeropuertos in¨²tiles¡ Fue como una f¨¢bula de Samaniego: en vez de mantener lo hecho, se perdi¨® todo¡±.
Batalla ser¨¢ secuestrado por agentes sovi¨¦ticos que lo llevan tras el muro de Berl¨ªn que, como el marxismo, se desintegr¨® en 1989, dejando casi una generaci¨®n ideol¨®gicamente hu¨¦rfana. ¡°El sistema no funcionaba mal del todo, pero no tuvieron en cuenta el factor humano, la gente del Este quer¨ªa tejanos, tiendas¡ Cay¨® porque pusieron la idea por encima de la vida¡±. Mendoza simpatizaba con la causa. ¡°Todos est¨¢bamos por ah¨ª; se entiende el ideal de un mundo m¨¢s justo, era el sue?o y la utop¨ªa de una generaci¨®n; ten¨ªa amigos en el PSUC, pero nunca lo vi claro y por eso viaj¨¦ por el Este y cuando les dec¨ªa que aquello no funcionaba, los gritos eran may¨²sculos¡±.
Hay en la ya 18? novela de Mendoza pinceladas de la infancia de un Batalla que dice que guarda mal recuerdo del colegio, donde ¡°la violencia era una constante en el recreo y a la salida de clase¡±, le hace decir el autor. ¡°Era una violencia inevitable en los a?os 50, fruto de un sistema educativo con profesores de trasunto falangista y poco inter¨¦s en la parte intelectual¡±. Esos retazos de vida y pensamiento del periodista conllevan que su creador descarte las memorias. ¡°La trilog¨ªa sale de la negativa de hacerlas: me plante¨¦ abandonar ya la novela y hacer unas memorias que dejasen constancia de c¨®mo vivimos lo que explican los libros de Historia, son los que lo han vivido quienes deben hacerlo; pero me aburr¨ª solo de pensarlo y lo canalic¨¦ por estas novelas, donde voy saltando por ¨¦pocas y episodios¡±.
Esos saltos los afronta cada vez m¨¢s Mendoza con un estilo sin florituras, confrontando casi nombre a adjetivo, poco m¨¢s. ¡°No es voluntario, pero estoy llegando al minimalismo; quiz¨¢ estos tiempos pidan esta literatura, pero responde a mis preferencias: me pone nervioso ya el hablar por hablar, o leer a seg¨²n qui¨¦n, al que le tachar¨ªa la mitad; la literatura ha de insinuar; nunca se debe atar tan corto al lector¡±.
En Transbordo en Mosc¨², el hermano dramaturgo de Batalla pasa por una crisis: ¡°Solo se me ocurren las mismas cosas, una y otra vez. Y no encuentro salida a unas formas sobadas¡±. Vuelve a asomar el autor de La verdad sobre el caso Savolta. ¡°Tengo la sensaci¨®n de haberlo dicho todo ya: no hay frase o gracia que no haya escrito o retorcido hasta el final¡±. Y si bien tiene ¡°cosas en el caj¨®n¡±, especialmente de teatro (¡°el problema es estrenar¡±), esa percepci¨®n le ratifica que Batalla no ser¨¢ tetralog¨ªa. ¡°Acaba con el siglo XX y me parece redondo: el XXI es otro mundo, que empez¨® cuando todos tuvimos m¨®vil en el bolsillo y todo adquiri¨® una velocidad inmediata; es un mundo que ya no entiendo¡±. Y as¨ª, Mendoza, a sus 78 a?os, por ahora hace como su Batalla que, desde la ca¨ªda del muro, decide pasar a ser ¡°simple hu¨¦sped de la ¨¦poca que se avecinaba¡±.
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