Tiemblan las piedras
Remigio Mendiburu y Gonzalo Chillida encarnaron un poderoso contrarrelato del arte vasco. Dos exposiciones celebran sus obras respectivas
Si Remigio Mendiburu (1931-1990) viviera y leyera este texto, seguramente lo tirar¨ªa a la basura. Para ¨¦l, los art¨ªculos en prensa no serv¨ªan para nada. ¡°No se pueden ver las obras de los dem¨¢s desde un punto de vista parcial; la subjetividad la puedes utilizar con las propias obras, pero con las de los dem¨¢s no, este punto de vista se ha de silenciar¡±, dec¨ªa. Podr¨ªamos entrar en un mutismo absoluto o contarlo todo e ir a contracorriente, como hac¨ªa ¨¦l con la escultura. Mendiburu ten¨ªa una lengua ¨¢cida, a veces incluso enfurecida. Una vez solt¨® que la sociedad vasca estaba en la inopia y que el mundo del arte se ciega en exceso con lo que ocurre fuera. Fue en 1988, aunque eso ¨²ltimo parece de anteayer. Hablaba con conocimiento de causa. Por aquel entonces ten¨ªa 57 a?os y una de las carreras art¨ªsticas m¨¢s s¨®lidas del pa¨ªs. Tambi¨¦n una enfermedad hep¨¢tica que puso fin a su vida dos a?os despu¨¦s. En 1966 representaba a Espa?a en la Bienal de Venecia mientras se afiliaba al Grupo Gaur, impulsado por Jorge Oteiza. En plena dictadura franquista y ante una situaci¨®n de aislamiento cultural, naci¨® con la idea de recuperar la relaci¨®n con la vanguardia internacional y acab¨® convirti¨¦ndose en punto de referencia a escala internacional de la actividad vasca del momento. A ese movimiento colectivo le puso palabras: ¡°Existe una asociaci¨®n de energ¨ªas que crean una armon¨ªa¡±.
Las citas las recoge el cat¨¢logo de la exposici¨®n que le dedica ahora el Museo de Bellas Artes de Bilbao bajo el t¨ªtulo Materia y memoria, la primera gran revisi¨®n de su obra desde hace 40 a?os. Su comisario, Juan Pablo Hu¨¦rcanos, ha hecho del recorrido un extenso territorio de preguntas, fiel al esp¨ªritu del artista de extender los l¨ªmites desde lo visual hasta la ruptura de fronteras. No es f¨¢cil avanzar en la penumbra en m¨²ltiples direcciones, pero, como sol¨ªa decir George Steiner, lo que es digno de ser preguntado es literalmente inagotable. Primer motivo por el que esta exposici¨®n es una de las mejores citas culturales actualmente. El segundo tiene que ver con la idea de extra?eza que siempre ha rodeado a su trabajo, muy bien retratada con la selecci¨®n de obras. Secundado por el pensamiento de Chillida y Oteiza, dos remolinos intelectuales sobre los que parec¨ªa girar el alma del arte vasco, su trabajo escapaba tanto del uno como del otro, como una pieza con otro juego de encaje mental.
Se intuye que Mendiburu debi¨® de sufrir por encontrar su lugar, aunque siempre traz¨® la distancia exacta con sus amigos artistas, siendo capaz de erigir su propia parcela experimental. Hay esculturas con aire de objetos extra¨ªdos de alg¨²n vestigio inexplicable, en la ¨®rbita de las que Duchamp hac¨ªa justo en aquellos a?os cincuenta. Poco despu¨¦s entr¨® en los Taluak, obras en las que la forma final es la consecuencia de lanzar un boque de barro contra una superficie r¨ªgida. El impacto del golpe generaba bolsas de aire que perforaban la materia liber¨¢ndola de su condici¨®n compacta. La escultura como cuerpo yacente apareci¨® poco despu¨¦s, junto a unas obras donde la energ¨ªa hablaba m¨¢s alto que la forma y la escultura dejaba de ser un objeto posado en el espacio y pasaba a ser un lugar de juego. La pol¨ªtica tambi¨¦n circu?laba por ah¨ª. En sus manos, el arte era un hecho social cargado de significado supraart¨ªstico y pol¨ªtico, que no pod¨ªa disociar de su historia de huida, exilio, penuria y supervivencia que le llev¨® a errar con su familia por los campos de concentraci¨®n franceses, habilitados en sus costas para contener a los exiliados tras la progresiva ca¨ªda de la Segunda Rep¨²blica a partir del alzamiento de 1936 y su desintegraci¨®n en 1939.
Para Mendiburu, el arte era un hecho social cargado de pol¨ªtica, asociado a su exilio, penuria y supervivencia
El suyo es un contrarrelato de la escultura dentro del contexto vasco, del mismo modo que lo fue Gonzalo Chillida desde el ¨¢mbito de la pintura y el dibujo. Tambi¨¦n ¨¦l tiene ahora una completa exposici¨®n en la galer¨ªa Jos¨¦ de la Mano, en Madrid. El t¨ªtulo, Ver y no dejarse ver, da fe de ese tipo de artistas que hablan en voz baja, disfrutando de su susurro. As¨ª ha pasado por la historia del arte, en absoluto eclipse estelar de su hermano Eduardo, con el que se llevaba s¨®lo dos a?os y un abismo en personalidad. Gonzalo Chillida es conocido por sus paisajes de abstracciones l¨ªricas de la bah¨ªa de la Concha, sus marinas, sus arenas y tambi¨¦n sus paisajes de Castilla, aunque hay una breve estancia en Francia, apenas estudiada, que lo cambi¨® todo. Sobre ello gira este proyecto, comisariado por Alfonso de la Torre. La biograf¨ªa nos coloca en el Par¨ªs de 1951. El informalismo hab¨ªa aflorado ya mientras el grupo Dau al Set se empapaba de toda esa vanguardia on¨ªrica del surrealismo, de los ecos del expresionismo abstracto de Klee y Kandinski e incluso musical con Sch?nberg y Webern. De ellos hablaba con Pablo Palazuelo, que tambi¨¦n estudiaba en Par¨ªs e intentaba sobrevivir dibujando. Ambos tuvieron un momento neoplasticista, con obras llenas de l¨ªneas rotundas y colores planos. Otros dibujos parecen redes, fruto de un azar controlado, en los que salpicaba el papel con puntos que despu¨¦s un¨ªa con caprichosas construcciones. Qu¨¦ cerca est¨¢ eso tambi¨¦n de Momp¨®. Tanto Gonzalo Chillida como Mendiburu se dedicaron, discretamente, a fabricar algo desconocido con lo conocido.
Sus dudas sobre lo que es o no escultura consiguieron tener un radar ampl¨ªsimo, que llega hoy a nombres como Jos¨¦ Ram¨®n Anda, Txomin Badiola o ?ngel Bados, a pr¨¢cticas expansivas como las de Doris Salcedo o Cristina Iglesias, a ese contrapensamiento de las formas de Jacobo Castellano o Mitsuo Miura. ¡°El sentido de dominio no interesa en ning¨²n aspecto de la sociedad y mucho menos en el arte¡±. Esa frase tambi¨¦n es de Mendiburu. ?Por qu¨¦ tendr¨ªa un arte que dominar a otro? Hay artistas que se afanan en mantener la cadencia y mecanizar sus obras como si fueran pruebas de su estatus de artista. Mientras tanto, hay otros, los menos numerosos, que preferir¨ªan no hacerlo. Son los que dejan de lado la publicidad y silencian su genio. Celebr¨¦moslos.
¡®Mendiburu. Materia y memoria¡¯. Museo de Bellas Artes. Bilbao. Hasta el 5 de septiembre.
¡®Gonzalo Chillida. Ver y no dejarse ver¡¯. Galer¨ªa Jos¨¦ de la Mano. Madrid. Hasta el 15 de julio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.