La revelaci¨®n de Gonzalo Chillida
Una muestra sobre el pintor desvela el riesgo y la profundidad de su obra, que qued¨® oculta por la de su hermano, c¨¦lebre escultor
Injustamente oscurecido por la merecida fama de su hermano, el gran escultor Eduardo, Gonzalo Chillida (San Sebasti¨¢n 1926-2008) padeci¨®, con elegante discreci¨®n, el opacamiento de su proyecci¨®n p¨²blica. La actitud humilde y lac¨®nica de Gonzalo Chillida casaba a la perfecci¨®n con su arte, que se fue decantando con esa silente perfecci¨®n de los esp¨ªritus hondos y refinados a lo largo de una trayectoria sin desmayo de m¨¢s de medio siglo.
Ahora, que est¨¢ casi a punto de concluir este fin de semana su primera gran retrospectiva p¨®stuma en la Kutxa-Cubo del Kursaal de su ciudad natal, conviene reivindicar su memoria como se merece: la de uno de los mejores pintores de nuestro pa¨ªs de la segunda mitad del siglo XX, una ¨¦poca cuajada de grandes artistas, lo que acrecienta su m¨¦rito. Aunque tard¨ªo, es imprescindible este homenaje a su obra, que se defiende por s¨ª misma, a trav¨¦s de esta ambiciosa iniciativa, que ha logrado reunir, gracias a su hija Alicia, destacada historiadora del arte y comisaria, m¨¢s de 300 piezas, la mayor parte de las cuales son cuadros, pero que se acompa?an de collages, dibujos, grabados, relieves de escayola, fotograf¨ªas y cine, el mejor ejemplo de la complejidad y riqueza del registro art¨ªstico de este important¨ªsimo creador vasco, formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y, despu¨¦s, en el Par¨ªs de comienzos de los 50.
Arenal desnudo
La retrospectiva, que se inicia con una obra de 1947 y que termina con su ¨²ltimo cuadro de 2007, deslumbra incluso a quienes cre¨ªamos conocer bien su trabajo, porque podemos contemplar mejor que nunca con qu¨¦ precisi¨®n y sentido encajan cada uno de los eslabones de su trayectoria, que evoluciona constantemente, sin estridencias, con pausada meditaci¨®n y progresivo refinamiento.
Nos sorprende el juvenil arranque del Gonzalo Chillida de la d¨¦cada de 1940 y comienzos de la de 1950 con su lenguaje figurativo de esmerada construcci¨®n, sobria paleta crom¨¢tica, que luce con la fuerza del mejor V¨¢zquez D¨ªaz poscubista y el soterrado lirismo sobrio de Benjam¨ªn Palencia, Caneja y Ortega Mu?oz.
Despu¨¦s, inici¨® su cada vez m¨¢s personal senda de depuraci¨®n de la pintura hasta casi bordear la abstracci¨®n, concebida como una palpitaci¨®n luminosa de latido m¨ªstico, en la que el paisaje era casi una sutil bruma donde se adivina el encuentro de la tierra con el mar. Pint¨® entonces el arenal desnudo de las playas de su tierra como jam¨¢s nadie lo hab¨ªa hecho, donde los efectos de textura y, sobre todo, del contraluz reverberante le aproximaban a una visi¨®n metaf¨ªsica, aunque sin p¨¦rdida de su sustancialidad, porque este entramado luminoso conjugaba el sordo efecto lum¨ªnico de los granos de la tierra, la transparencia l¨ªquida del mar y la calima atmosf¨¦rica. En el fondo, era como tocar lo inmaterial de lo material.
Es dif¨ªcil hallar una intensidad pict¨®ricamente tan apurada, ni una interiorizaci¨®n de la visi¨®n tan arriesgada y profunda. Todo esto, adem¨¢s, estando ¨¦l abstra¨ªdo en su labor casi monacal, y sin por eso hacerse valer m¨¢s all¨¢ de las exigencias del trabajo.
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