La cr¨ªtica de arte es posible
El poeta John Ashbery, uno de los m¨¢s influyentes de las letras estadounidenses, ejerci¨® durante a?os de corresponsal cultural en Par¨ªs. Un volumen re¨²ne sus textos sobre exposiciones
Pocos p¨²blicos hay m¨¢s perplejos que los que hoy frecuentan los museos, galer¨ªas o salas donde se exhiben los artefactos que actualmente constituyen las artes visuales. Como la relaci¨®n de estas artes con el dinero no tiene su principal sustento en los visitantes, sino que es institucional o depende de coleccionistas tan an¨®nimos como ub¨¦rrimos, esos espectadores suelen permanecer desconcertados. Pero nadie clama por la ayuda de los cr¨ªticos de arte. No obstante, entre nosotros hay algunos que, desde hace a?os, cumplen ese papel en la prensa con inteligencia y rigor: baste mencionar, en Barcelona, a J. F. Yvars.
En cambio, el medio literario suele quejarse de la ausencia de ¡°verdaderos cr¨ªticos¡±. Para los editores, estos ser¨ªan los que mencionan o resumen sus productos; para los creadores, los que los elogian. En cambio, al p¨²blico los cr¨ªticos les parecen pedantes, elitistas o pretenciosos. Los lectores corrientes, incluso universitarios, se apegan a la ilusi¨®n de que su aproximaci¨®n al libro ser¨¢ m¨¢s aut¨¦ntica si no est¨¢ ¡°contaminada¡±, suelen arg¨¹ir, por otra voz. No saben que en la universidad la pureza es simplemente pereza, no virtud. De modo que la cr¨ªtica, un discurso que matizar¨ªa, sopesar¨ªa, comparar¨ªa y describir¨ªa, suele caer o en el hermetismo del cat¨¢logo y de los curadores o en la ficha bibliogr¨¢fica inane.
No obstante, existen puentes ¡ª?Yvars lo demuestra¡ª entre unas y otras maneras de relacionar el mundo de las artes visuales y el de la expresi¨®n verbal en sus diversas vertientes. Hay muchas maneras de intermediaci¨®n.
No es casual que John Ashbery (Rochester, Nueva York, 1927-2017), uno de los mayores poetas norteamericanos de los siglos XX y XXI, que se conoce tanto en Latinoam¨¦rica como en Espa?a gracias a las abundantes traducciones, las haya practicado todas. ?C¨®mo no evocar su Autorretrato en espejo convexo (1975), en traducci¨®n de 2003 por Javier Mar¨ªas? All¨ª exhibe ¡ªcomo en otras obras suyas¡ª el exquisito recurso de la descripci¨®n del cuadro en el poema, procedimiento que tiene excelsos modelos en la tradici¨®n cl¨¢sica y moderna.
No se puede aprender a ser poeta, pero s¨ª a hacer cr¨ªtica de arte. Para ello, ?c¨®mo no detenerse en estas cr¨®nicas y rese?as aqu¨ª reunidas, en las que Ashbery adopta, como dice Edgardo Dobry en su pr¨®logo, ¡°una escritura period¨ªstica, con informaci¨®n y argumentaci¨®n y sin demasiados sobrentendidos¡±?
Encuentra la extrema vanguardia en el cruce entre lo aleatorio, lo autom¨¢tico y lo desconocido
Algo similar practic¨® a?os m¨¢s tarde el propio Ashbery en Otras tradiciones (Vaso Roto, 2014), tambi¨¦n prologado y traducido por Dobry. El poeta reuni¨® all¨ª sus conferencias Charles Eliot Norton (Harvard), supremo sitial del prestigio internacional. En ellas, en un gesto acaso desafiante, se ocup¨® de poetas menores: de aquellos y aquellas que hab¨ªa le¨ªdo a lo largo de su vida, aunque no invocado.
Como en Otras tradiciones, hay en estos escritos sobre arte una suerte de tranquilidad espiritual y de equidistancia. Quiz¨¢ se la procur¨® su propia situaci¨®n de norteamericano en Par¨ªs cuando Par¨ªs, a finales de los a?os cincuenta, ya no era el eje de las vanguardias y de la innovaci¨®n, que se hab¨ªa trasladado a Nueva York.
Ashbery, allegado a los m¨¢s influyentes pintores de Estados Unidos, como Jackson Pollock, se fue a Francia y escribi¨® durante 10 a?os para el Herald Tribune. Al volver a Estados Unidos, sigui¨® publicando en ?ARTnews, Newsweek y The New Yorker.
En Par¨ªs adopt¨® casi el papel del t¨ªpico corresponsal extranjero, que no tiene ninguna preocupaci¨®n por insertarse en otra lengua u otro pa¨ªs. Sus lectores son los norteamericanos, no los franceses. Eso no quiere decir que no opine sobre la pol¨ªtica cultural de la grandeur francesa, encarnada en Andr¨¦ Malraux como ministro de De Gaulle, o que no proclame sus peculiares preferencias dentro de las vanguardias hist¨®ricas. Junto a ello ofrece su extraordinario homenaje a la retrospectiva de Joseph Cornell, ya en Nueva York.
El ¨ªndice del libro, que respeta el del original, muestra precisamente ese cruce personal, que se autoriza a s¨ª mismo, de categor¨ªas diversas. Ashbery escribe sobre movimientos, escuelas, expatriados, norteamericanos en el mundo y en su propia patria, recurrencias entre abstracci¨®n y realismo. Ve retrospectivas grandiosas que desde?a o cuestiona. De la del majestuoso Delacroix se queda con los dibujos y no con las grandes telas; de las dos de De Chirico celebra una y lamenta otra. Hay p¨¢ginas en las que cumple su papel y sit¨²a hist¨®ricamente un pintor o un movimiento, como en las cr¨®nicas de las exposiciones colectivas Expresionismo abstracto: los a?os de formaci¨®n y Arte abstracto en Norteam¨¦rica: 1927-1944.
Hay otras donde el entusiasmo y una cierta afinidad con el pintor o el objeto convierten su prosa en una sutil muestra de la penetraci¨®n po¨¦tica m¨¢s n¨ªtida: sucede con el Parmigianino (lo cual no es casual, como sabe cualquier lector de Autorretrato en espejo convexo), con Yves Klein o con R. B. Kitaj, a quien le dedica uno de los art¨ªculos m¨¢s extensos. Kitaj quiz¨¢s obligue a Ashbery a salir de su papel de cronista. Despliega entonces los instrumentos de los que dispon¨ªa: sus estudios en Harvard, su frecuentaci¨®n de la m¨²sica o su aprendizaje po¨¦tico con W. H. Auden y Wallace Stevens. A trav¨¦s de la figuraci¨®n de Kitaj se permite exclamar: ¡°Qu¨¦ maravilloso ser¨ªa si un pintor pudiera unir lo inagotable de la poes¨ªa con el car¨¢cter concreto de la pintura¡±. Y, paradoja, encuentra una respuesta indirecta en los grabados de John Cage cuando este exhibe grabados y partituras. En ese cruce de Cage entre lo aleatorio, lo autom¨¢tico y lo desconocido, ¨¦l halla la combinaci¨®n entre ¡°lo aterrador¡± y lo ¡°cordial¡± de la m¨¢s extrema vanguardia. Transmitir esa combinaci¨®n e incluso hacerla comprensible es la tarea, para este poeta, de la cr¨ªtica.
Las vanguardias invisibles?
Kriller71, 2021
251 p¨¢ginas. 18,50 euros
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