Brassens fue el primer rapero franc¨¦s
El hip hop ha encontrado un espejo en el que le gusta mirarse en las canciones de un anarquista que dispar¨® contra el poder y la polic¨ªa en un tiempo en que la m¨²sica ten¨ªa la obligaci¨®n de ser apol¨ªtica
La huella de Georges Brassens se extiende a lo largo y lo ancho de la canci¨®n francesa actual. Est¨¢ en Vincent Delerm en su versi¨®n m¨¢s traviesa y menos solemne. Est¨¢ en Benjamin Biolay cuando no le reza a Gainsbourg. Est¨¢ en Albin de la Simone, en Barbara Carlotti y hasta en Carla Bruni: antes de ponerse el disfraz de primera dama, se atrevi¨® a susurrar ¡®Fernande¡¯, la oda de Brassens a las erecciones. Al dejar el El¨ªseo, Bruni escribi¨® ¡®Le pingouin¡¯, supuestamente dedicada a Fran?ois Hollande por sus andares de p¨¢jaro bobo, en un gui?o antropomorfo que pod¨ªa recordar a ¡®Le gorille¡¯, aquel tema de Brassens censurado en los cincuenta en el que un primate a la fuga acababa violando a un juez. Otra adaptaci¨®n libre de la canci¨®n, firmada en 2006 por Joey Starr, enfrent¨® al cantante, jefe de filas del rap franc¨¦s de los noventa con su grupo NTM, con los herederos de Brassens, quienes le obligaron a retirarla de la circulaci¨®n. Pese a todo, su homenaje parec¨ªa sincero. Despu¨¦s de todo, la autobiograf¨ªa de Starr se titulaba Mauvaise r¨¦putation.
No es casualidad que el rap en franc¨¦s haya aludido con insistencia a su repertorio. Kery James o Nefkeu han sampleado sus temas, versionados por Didier Awadi y reivindicados por el argelino M¨¦dine. ¡°Como Brassens, yo no hago m¨²sica para ser escuchado, sino vuelto a escuchar¡±, dice este ¨²ltimo, autor de un disco titulado Protest Song. Tampoco es pura coincidencia: en la canci¨®n protesta festiva y juguetona de Brassens, el hip hop ha encontrado un espejo en el que le gusta mirarse. Tal vez porque detecta en el maestro bigotudo la misma marginalidad de faubourg, como se llamaba antes a las barriadas, y la misma lengua de ra¨ªz popular, entonada con un acento sure?o tan indigno, en el coraz¨®n de la Rep¨²blica jacobina, como el deje arrastrado que uno oye ahora en las banlieues.
El rap comparte con Brassens la misma lengua de ra¨ªz popular, entonada con un acento sure?o tan indigno, en el coraz¨®n de la Rep¨²blica jacobina, como el deje arrastrado que uno oye en las ¡®banlieues¡¯
Como los raperos de hoy, Brassens cant¨® al amor y a la violencia, y dispar¨® contra el poder y la polic¨ªa en una ¨¦poca en que la m¨²sica ten¨ªa la obligaci¨®n de ser apol¨ªtica. Damso, pen¨²ltima revelaci¨®n del hip hop, tambi¨¦n se inclina ante este descamisado anarquista. ¡°Brassens me inspir¨® por su forma de hablar de sexo de manera frontal y refinada¡±, ha declarado sobre un hombre que cantaba a las prostitutas y maldec¨ªa a las mujeres infieles. ¡°Miserable zorra¡±, dedic¨® a una de ellas all¨¢ por 1953. Medio siglo m¨¢s tarde, un joven rapero llamado Orelsan provocar¨ªa un esc¨¢ndalo nacional al llamar ¡°sucia puta¡± a su compa?era al descubrirse cornudo. Ni la m¨¢s irreverente estrella del rap actual, el inefable Booba, se atrevi¨® a ir tan lejos. ¡°Fisgu¨¦ en su iPhone / y no hubiera debido¡±, se limit¨® a decir. Para bien y para mal, todo estaba ya en Brassens, pionero inconsciente de la punchline, esas frases sangrientas colocadas al final de cada verso que, 40 a?os despu¨¦s de su muerte, siguen doliendo como pu?etazos.
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