Resucita, Brassens
Era un juglar tan cercano como entendible, irreverente, tierno, salvaje, irreductible. Me describi¨® la vida mejor que nadie
Ferreras entrevista de forma tan previsible como conveniente al presidente del Gobierno. Ninguna sorpresa. La sonrisa de pl¨¢stico y el rollo de siempre. Me queda claro que Angela Merkel es su interlocutora ideal, que lo del brutal precio de la luz est¨¢ arreglado y que van a hacer el mayor gasto social de la historia. Vale. Entendido. Hablo al d¨ªa siguiente con dos amigos de izquierdas y uno de derechas. Siempre votan, aunque me aseguran que tap¨¢ndose la nariz. Pero los tres han pasado ampliamente de observar la entrevista a Pedro S¨¢nchez. Coinciden en que son muy mayores para perder el tiempo. Cumplen con su deber c¨ªvico de ir a las urnas, pero su descreimiento de la pol¨ªtica es absoluto. Bueno, por algo se empieza. O se termina.
El se?or de poblado bigote que me mira desde un enmarcado elep¨¦, con una dedicatoria que dice: ¡°Para Carlos, mis mejores deseos¡±, y del que tambi¨¦n guardo una fotograf¨ªa al lado de mi cama (como otros se acompa?an con im¨¢genes de sus dioses y de sus santos), escribi¨®: ¡°Morir por las ideas. Muramos, de acuerdo. Pero de muerte lenta¡±. Se cumple el centenario de su nacimiento. Se llamaba Georges Brassens. Era un juglar tan cercano como entendible, irreverente, tierno, salvaje, irreductible. Me describi¨® la vida mejor que nadie. Haci¨¦ndome sonre¨ªr, re¨ªr y dudar. Conmovi¨¦ndome. Escribi¨® de la muerte en su bell¨ªsima canci¨®n S¨²plica para ser enterrado en la playa de Sete. Pero tambi¨¦n brome¨® con ella en alguna ocasi¨®n: ¡°Morir no es tan grave. Ya no me doler¨¢n las muelas¡±.
El vitriolo, la heterodoxia, la carcajada y la comprensi¨®n fueron sus armas. Hoy d¨ªa lo tendr¨ªan muy crudo las canciones de Brassens ante la nueva Inquisici¨®n, ante la grimosa polic¨ªa del pensamiento. C¨®mo le a?oramos. Bendito sea usted.
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