Viaje al coraz¨®n de la ¡®Banlieue¡¯
El distrito parisiense de Seine-Saint-Denis, hizo c¨¦lebre por los disturbios de 2005, contin¨²a al l¨ªmite entre el paro, fracaso escolar, rap, identidad, pobreza y la droga que rodean el cintur¨®n de la capital francesa
Francia tiene miedo de ese mundo sin reglas ni derechos que gira a mil por hora. Pero tambi¨¦n se asusta de s¨ª misma. Cada poco tiempo se produce un sobresalto, aparecen las fobias, la desconfianza y la rabia acumulada en los pliegues producidos por el paro, la recesi¨®n y un sistema social partido en tres pedazos: las ¨¦lites, la gran clase media y los olvidados. Hace tres a?os, Nicolas Sarkozy declar¨® la guerra a los gitanos rumanos ¨Clos ¨²ltimos del escalaf¨®n¨C e hizo suyas las tesis xen¨®fobas del Frente Nacional. En 2012, Mohamed Merah, hijo de argelinos criado en la periferia de Toulouse, asesin¨® a siete personas en nombre de la yihad. En mayo de 2012, la victoria de Fran?ois Hollande ?pareci¨® serenar los ¨¢nimos, pero fue un espejismo. La derecha cat¨®lica y la ultraderecha tomaron las calles contra el matrimonio gay. Tras meses de tensi¨®n, Esteban Morillo, un neonazi de 20 a?os nacido en C¨¢diz y criado en un pueblo que vota al Frente Nacional, mataba a pu?etazos a un militante antifascista de 18 a?os. En Par¨ªs, y a plena luz del d¨ªa.
Los expertos se?alan que la deriva de la quinta potencia mundial, el pa¨ªs de la Enciclopedia y los derechos humanos, no es nueva, y recuerdan que las pulsiones xen¨®fobas y populistas llevan m¨¢s de tres d¨¦cadas dando dolores de cabeza a la Rep¨²blica. Pero las se?ales de alarma no dejan de repetirse. Una de las pocas certidumbres que tienen los soci¨®logos y los polit¨®logos ¨Cdos de los oficios m¨¢s populares del pa¨ªs¨C es que la base de los problemas actuales est¨¢ en la brecha que separa a las periferias de las grandes ciudades del resto de la sociedad. Y cuando se habla de periferia, de la banlieue, la palabra se hace n¨²mero: el 93.
El 93 est¨¢ en la Isla de Francia, la gran regi¨®n formada por la aglomeraci¨®n urbana de Par¨ªs y el cintur¨®n que rodea a la capital. Aqu¨ª viven m¨¢s de 12 millones de personas bastante mal repartidas. Los 20 distritos del centro son la zona m¨¢s densamente poblada de Francia: ocupa solo el 24% del territorio regional y alberga a un 18% de los habitantes de una comarca que es la segunda m¨¢s rica de Europa en t¨¦rminos de PIB comparado ¨Ctras Renania-West?falia¨C y la sexta en renta por habitante.
La corona noreste es la provincia (o departamento) de Seine-Saint-Denis: el 93, por las dos primeras cifras de su c¨®digo postal. Ocupada por los galos de Ast¨¦rix, el 93 fue durante gran parte del siglo XX un feudo comunista ¨Caqu¨ª tiene su sede el diario L¡¯Humanit¨¦¨C, y algunas de sus 40 ciudades dormitorio tienen todav¨ªa alcaldes del PCF, aunque los socialistas gobiernan la regi¨®n desde 2008.
El 27 de octubre de 2005, Seine-Saint-Denis se hizo c¨¦lebre en todo el mundo. La c¨®lera estall¨® en la ¡°aglomeraci¨®n comunitaria¡± de Clichy-sous-Bois-Montfermeil, una ciudad partida en dos donde viven 60.000 personas, situada en tierra de nadie, pero solo a 15 kil¨®metros de Par¨ªs, y unida al mundo exterior por una ¨²nica l¨ªnea de autob¨²s: la 347. Aquella noche, el viejo cintur¨®n rojo de Par¨ªs fue incendiado por docenas de j¨®venes ¨Cfranceses de origen magreb¨ª y subsahariano en su mayor¨ªa¨C despu¨¦s de que tres adolescentes se electrocutaran ¨Cdos murieron y uno result¨® herido muy grave¨C al esconderse en un transformador cuando trataban de huir de la polic¨ªa. Las revueltas se extendieron a otras ciudades, y durante semanas ardieron coches y edificios mientras los pol¨ªticos ejerc¨ªan la autocr¨ªtica o la hipocres¨ªa y los analistas glosaban dos realidades: el ascenso del islam y el fracaso del modelo laicista en los guetos franceses. Cuando se apagaron las brasas, los problemas segu¨ªan all¨ª.
Ocho a?os despu¨¦s, las cifras indican que el Estado franc¨¦s ha invertido cientos de millones de euros en Clichy y Montfermeil. Las torres donde los vecinos sufr¨ªan hacinamiento y miseria han sido derribadas y sustituidas por edificios menos inhumanos; hay m¨¢s parques y jardines, canales, empresas y muchas mezquitas nuevas. Y a la l¨ªnea 347 se ha sumado otra: la 61.
¡°La situaci¨®n ha cambiado poco. Par¨ªs sigue estando a 15 kil¨®metros, pero todav¨ªa tardamos hora y media en llegar. Media hora de autob¨²s, media de cercan¨ªas y media de metro¡±, explica Mariam Ciss¨¦, teniente de alcalde de Educaci¨®n en Clichy desde 2008. ¡°Es verdad que ha habido m¨¢s inversiones, y que las asociaciones est¨¢n m¨¢s cerca de los ciudadanos, pero no se han resuelto los problemas. La crisis golpe¨® muy fuerte, y el paro, el trato de la polic¨ªa a los j¨®venes, la educaci¨®n y los transportes han mejorado muy poco. Si ir a Par¨ªs es complicado, moverse por el 93 es una pesadilla. Todos esperamos el tranv¨ªa regional, pero solo llegar¨¢ en 2023¡±.
"Par¨ªs sigue estando a 15 kil¨®metros, pero todav¨ªa tardamos hora y media en llegar" Mariam Ciss¨¦, teniente de alcalde de Educaci¨®n en Clichy
La sensaci¨®n que se tiene al llegar en metro al 93 desde el centro de Par¨ªs es que se llega a un pa¨ªs diferente. Y la impresi¨®n crece si se toma en hora punta el tranv¨ªa que a?oran Ciss¨¦ y sus vecinos. El 1 recorre media regi¨®n a paso de caracol. Pare en la ciudad que pare, por la ventanilla se ve siempre un paisaje feo, sucio y hostil: las se?ales del gueto. Dentro, los vagones van atestados, huele a sudor y las caras mezclan tristeza y cansancio. Apenas se ven tel¨¦fonos m¨®viles, nadie lee libros ni peri¨®dicos, y casi nadie valida su billete o su abono de transporte (el Navigo). El conductor ni siquiera controla si los pasajeros pagan, demasiado ocupado en no aplastar a la gente al cerrar las puertas. Pero a veces los viajeros, a diferencia de Par¨ªs, donde la regla es que nadie mira a nadie, saludan con un gesto de la cabeza al entrar.
El tranv¨ªa refleja la composici¨®n de las banlieues: subproletariado, much¨ªsimos ni?os, pieles oscuras o muy oscuras, muy poca clase media. La gente viste ropa muy modesta, nada que ver con las boutiques obscenamente chic de la capital, que aqu¨ª no se llama Par¨ªs, sino Panam¨¢. Es la Francia mestiza, la Francia paup¨¦rrima que sobrevive con el RSA (el subsidio social de 400 euros) y ya no fantasea con salir de la periferia. La reciente pel¨ªcula Intocable, que cosech¨® tanto ¨¦xito, reflejaba esa realidad: para un joven negro de las banlieues, tener un buen trabajo en el centro de Par¨ªs no es un sue?o, es un milagro.
Pero esto no significa que el 93 haya tirado la toalla. Al rev¨¦s. La concejala ?Ciss¨¦, de 26 a?os, nacida en Par¨ªs de un mauritano y una senegalesa, decidi¨® entrar en pol¨ªtica durante las revueltas de 2005. Un primo suyo fue una de las v¨ªctimas de aquella noche. ¡°Soy una ni?a de los suburbios¡±, cuenta Ciss¨¦, ¡°pero ya en el colegio empec¨¦ a trabajar en asociaciones. Cuando estall¨® la guerra, entend¨ª que hab¨ªa que hacer m¨¢s para combatir la marginaci¨®n. Unos reaccionaron con violencia; otros, con m¨¢s compromiso¡±.
Un par de datos explican que Clichy sigue pareci¨¦ndose mucho a la de 2005. De sus 30.000 habitantes, 7 de cada 10 viven bajo el umbral de la pobreza, y hay un 40% de paro juvenil. Pero algunas cosas parecen estar movi¨¦ndose. ¡°Antes de 2005, los j¨®venes del 93 rara vez participaban en pol¨ªtica, pero en este momento hay cientos de concejales municipales y regionales en activo¡±, explica el polit¨®logo Gilles Kepel.
"En la puerta del colegio un cartel dec¨ªa: 'Libertad, igualdad, fraternidad'. Pero eso es un chiste malo, solo para los ricos" Babal¨ª, cantante del grupo de rap Killa Bizz
Kepel es uno de los m¨¢ximos especialistas en las barriadas francesas. Profesor en Sciences-Po y especialista en islam, dirigi¨® en 1987 la investigaci¨®n Les banlieues de l¡¯islam (Seuil), y en 2011 repiti¨® con Banlieue de la R¨¦publique, un estudio de 2.000 p¨¢ginas encargado por el Institut Montaigne, y con el ensayo Quatre-vingt-treize (Noventa y tres, ambos editados por Gallimard).
¡°Hay mucha gente en las barriadas como Mariam Ciss¨¦ que ha decidido dar un paso adelante y luchar desde dentro del sistema para mejorarlo¡±, explica Kepel. ¡°Eso ha evitado la explosi¨®n social y ayuda a disminuir el desarraigo y el resentimiento hacia la escuela. El islam piadoso, pese a lo que muchos piensan, es otro factor de estabilidad. Mejora la autoestima de los j¨®venes que trafican porque les permite encauzar la culpa: ya no es de ellos, sino de Francia. Y contribuye al equilibrio del colectivo, porque hay muchas conversiones por bodas entre musulmanes y no musulmanes¡±.
Ciss¨¦, musulmana ¡°privada¡±, trabaja codo a codo con el ¡°alcalde coraje¡± de su ciudad, Claude Dilain, un socialista de 61 a?os, pediatra de formaci¨®n, que lleva a?os denunciando que la ¡°guetizaci¨®n¡± de la sociedad, como se?al¨® el economista ?ric Maurin en Le ghetto fran?ais (2004), es ¡°una decisi¨®n pol¨ªtica que favorece a las clases m¨¢s pudientes porque les evita tener que convivir ¨Cy escolarizar a sus hijos¨C con los inmigrantes y los franceses m¨¢s pobres¡±.
Uno de esos franceses es Fabien Ortiz. De 29 a?os, espa?ol de origen y director de cine ¨C¡°he hecho tres cortos y ahora escribo mi primer largo¡±¨C, creci¨® en el distrito 93 y es uno de los vecinos que ayudaron al fot¨®grafo catal¨¢n Arnau Bach a elaborar el reportaje en blanco y negro titulado Suburbia que ilustra estas p¨¢ginas. Bach se ha sumergido a fondo en el 93: desde 2006 hasta el final de 2012 ha recorrido varias ciudades de la regi¨®n ¡°buscando los s¨ªntomas de una revoluci¨®n social¡±. Seg¨²n cuenta ahora desde Barcelona, no los ha encontrado. Pero su trabajo retrata desde dentro un universo complejo y cambiante, hecho de desempleo e infraviviendas, hip-hop y hach¨ªs, armas y rezos, humedad y miseria.
"La figura m¨¢s detestada por muchos j¨®venes es el asesor de orientaci¨®n escolar, muy por delante de los polic¨ªas" Gilles Kepler, polit¨®logo
Ortiz explica ante un caf¨¦ la transformaci¨®n de Saint-Denis: ¡°Mis abuelos viv¨ªan en la sierra de Madrid y emigraron a Francia en los a?os cincuenta. Mi padre naci¨® en Belleville, que entonces era un barrio espa?ol, y fue periodista de L¡¯Humanit¨¦. Cuando yo ten¨ªa un a?o nos instalamos en Saint-Denis. Yo estudi¨¦ en la escuela p¨²blica De Geyter y era el ¨²nico europeo, con algunos portugueses y dos albaneses. Los dem¨¢s eran africanos y ¨¢rabes. Cuando era peque?o, la clase media conviv¨ªa sin problemas con la gente m¨¢s pobre. Pero poco a poco todo se fue degradando y la clase media se march¨®. Ahora vivimos el modelo anglosaj¨®n del gueto: todos pobres, muchos parados, y la mayor¨ªa sobrevive gracias a los subsidios o a la econom¨ªa local paralela¡±.
Ortiz ha citado ante la bas¨ªlica de Saint-Denis a dos de sus amigos del gueto. Babal¨ª y 2Peed Gonzales son raperos, tienen 33 a?os y se buscan la vida cantando y vendiendo sus discos por las estaciones de la l¨ªnea 13 del metro. Se r¨ªen cuando se les pregunta por la vigencia del lema de la Rep¨²blica. ¡°S¨ª, en la puerta del colegio pon¨ªa?Libertad, igualdad y fraternidad, ?pero eso es solo para los ricos, es un chiste malo!¡±.
La historia de los l¨ªderes del grupo Killa Bizz es muy similar: los dos estudiaron hasta los 16 a?os, los dos han trabajado en empleos duros y mal pagados, y los dos sobreviven hoy sin ayudas p¨²blicas. Tras salir escaldados de un fugaz paso por la industria del rap bling bling ¨C¡°te ponen zapatos de Vuitton y te llenan de oro y de chicas desnudas¡±, se burla Babal¨ª¨C, hace cuatro a?os decidieron que el futuro era la autogesti¨®n. Compraron un amplificador con cuatro horas de autonom¨ªa y se pusieron a rapear en los vagones. Ahora, el flaco y bromista Babal¨ª, de origen maliense y senegal¨¦s, y el m¨¢s formal Gonzales, originario de Guadalupe, presumen de tres cosas: de haber vendido 17.000 discos en la calle, de no haber votado nunca y de no acercarse a Panam¨¢. ¡°Eso es como irse de viaje, la gente del gueto no sale de aqu¨ª porque esto es m¨¢s zen que Par¨ªs¡±, dice Babal¨ª dando una calada a un canuto. ¡°No se crea eso que dicen de la violencia y las drogas. Hay, como en todas partes. Pero en el 93 hay 88 nacionalidades diferentes y aqu¨ª no tenemos g¨¢nsteres. ?Esos est¨¢n en Panam¨¢!¡±.
Mucha gente en la?banlieue cree que el mayor problema es el sistema educativo. Babal¨ª cuenta que en el colegio le ofrecieron ser aprendiz en una f¨¢brica de PVC, pero que lo dej¨® al a?o. ¡°Luego trabaj¨¦ de noche tirando cables en el metro de Ch?telet y en el aeropuerto de Roissy. Me echaron cuando Bin Laden hizo la locura de Nueva York. Entonces era barbudo y, aunque no hice nada, me mandaron a casa¡±.
Fabien Ortiz, que film¨® la vida subterr¨¢nea de estos dos raperos en el documental titulado Ah souhait, explica que ¡°la gran invenci¨®n igualitaria de la Revoluci¨®n, la escuela p¨²blica y laica, es fuente de desigualdades y est¨¢ marcada por un racismo social de base. Yo siento mucho rencor hacia la escuela p¨²blica¡±, cuenta. ¡°Fui delegado de clase antes de entrar al Liceo y vi que la historia se repet¨ªa. Mi padre contaba que cuando quiso acceder al Liceo normal, porque era buen estudiante, a mi abuela le dijeron que mejor hiciera Formaci¨®n Profesional. Eso sigue pasando. En los noventa hab¨ªa un chiste en el colegio: ¡®Qu¨¦, electromec¨¢nica, ?no?¡¯. Solo nos quer¨ªan como mano de obra barata. Nuestros padres nos dijeron que podr¨ªamos ser lo que decidi¨¦ramos, y cuando cumples los 15 la sociedad te contesta que solo puedes ser ocho cosas. Eso ha hecho mucho da?o a la integraci¨®n. La tele vend¨ªa un modelo de ¨¦xito, la escuela te daba el opuesto¡±.
Gilles Kepel confirma que ¡°la figura m¨¢s detestada por muchos j¨®venes de Clichy es el asesor de orientaci¨®n escolar, muy por delante de los polic¨ªas¡±. Sus investigaciones explican c¨®mo el viejo modelo, a medias gaullista y comunista, que aspiraba a construir una periferia laica, republicana y de clase media se fue desvaneciendo por sus propios fallos. Sobre todo, en la escuela.
¡°Los profesores vienen de provincias, no conocen los suburbios y no logran convertirse en referencias para los alumnos¡±, explica Fabien Ortiz. ¡°Hay una gran rigidez y una incomunicaci¨®n enorme. Pero los pol¨ªticos siguen pensando que el problema es que faltan profesores. ?Para qu¨¦ traer m¨¢s si el sistema est¨¢ equivocado?¡±.
La teniente de alcalde Ciss¨¦ confirma esa visi¨®n: ¡°En Clichy no tenemos teatros ni cines, y hay un bar, pero solo van los hombres. La escuela tiene que mejorar, aunque yo estoy agradecida al sistema p¨²blico porque me permiti¨® ser una mujer aut¨®noma. Hay mucho talento en los barrios y lo que hace falta es que las escuelas lo potencien¡±.
El Gobierno socialista est¨¢ ultimando una gran reforma del sistema educativo que pondr¨¢ el acento en la formaci¨®n y proximidad de los profesores y en la renovaci¨®n de la formaci¨®n profesional. ¡°Hace tiempo que sabemos que el sistema franc¨¦s no va bien¡±, explica el ministro de Educaci¨®n, Vincent Peillon. ¡°Pero hasta ahora nadie se hab¨ªa atrevido a reformarlo, y tenemos un doble problema, de calidad de la ense?anza y de cantidad de profesores¡±.
Peillon explica que trabajar¨¢ para cambiar el sistema de orientaci¨®n escolar, aunque matiza que ¡°en realidad es el modelo educativo lo que ha funcionado de forma injusta, porque ha dedicado menos recursos a las escuelas de los barrios pobres que a las de los m¨¢s favorecidos. Intentaremos solucionarlo reequilibrando los recursos¡±.
Francia, con 12 millones de alumnos y un mill¨®n de profesores, tiene proporcionalmente la inversi¨®n en educaci¨®n m¨¢s baja de la OCDE. Durante la presidencia de Nicolas Sarkozy se perdieron 80.000 plazas en educaci¨®n. El compromiso de Fran?ois Hollande es crear 60.000 puestos en cinco a?os, incluidos 27.000 nuevos formadores de profesores. ¡°En septiembre enviaremos a las zonas perif¨¦ricas y rurales 9.000 nuevos profesores de primaria y secundaria¡±, promete Peillon.
Consciente de que el gran reto de la periferia es el desempleo, Hollande ha lanzado un programa llamado Empleos de futuro: el Estado subsidiar¨¢ en dos a?os 100.000 contratos para menores de 25 a?os sin bachillerato, pagando el 75% del salario m¨ªnimo en los ayuntamientos y asociaciones y el 35% en el sector privado. Pero la aplicaci¨®n en el distrito 93 est¨¢ siendo muy lenta, seg¨²n confirma Mariam Ciss¨¦: ¡°El dinero no acaba de llegar¡±. A finales de abril, seg¨²n Le Monde, solo se hab¨ªan creado 17.347 de los 100.000 empleos de futuro prometidos. Y Trabajo reconoce que en Seine-Saint-Denis hay ¡°enormes problemas¡±. A principios de mayo, el Gobierno solo hab¨ªa logrado firmar 165 contratos, frente a los 2.754 previstos para este a?o en el 93. Este tipo de anuncios no producen gran impresi¨®n en la periferia, como admite Fabien Ortiz: ¡°Aqu¨ª sabemos bien que la pol¨ªtica nos ha abandonado. Los comunistas est¨¢n agotados, y los socialistas y la UMP se parecen demasiado. La forma m¨¢s f¨¢cil de encontrar una identidad colectiva es hacerte musulm¨¢n o evangelista. La ¨²nica religi¨®n francesa es el dinero y el individualismo¡±.
"Aqu¨ª hay 88 nacionalidades diferentes, pero no tenemos g¨¢nsteres. Esos est¨¢n en Panam¨¢ [como llaman a Par¨ªs]" Babal¨ª
Gilles Kepel coincide con esa visi¨®n: ¡°El islam cotidiano ofrece refugios colectivos, moral individual y lazos sociales all¨¢ donde la Rep¨²blica ha multiplicado sus promesas sin cumplirlas. Hoy, en Clichy-Montfermeil hay una docena de mezquitas que pueden albergar a 12.000 personas, y muchos padres no dejan a sus hijos ir a los comedores escolares porque no hay alimentos halal, lo que complicar¨¢ la convivencia futura. Pero el islam ha tenido m¨¢s ¨¦xito que la polic¨ªa contra el tr¨¢fico de hero¨ªna que asol¨® los barrios en los a?os noventa¡±.
Frente a unas pol¨ªticas p¨²blicas fallidas, el islam se ha constituido en el Estado social de la periferia. Kepel ayuda a entender esa idea: ¡°En Francia conviven tres generaciones de musulmanes. La primera fue la daron, padre en argot. Eran hombres solos, sin sus familias, que llegaron en los sesenta. Para ellos el islam era una referencia cultural, beb¨ªan alcohol y hac¨ªan el Ramad¨¢n. Con la crisis de 1973 muchos se quedaron en paro y trajeron a sus familias. Sus hijos lanzaron en los ochenta el movimiento beur: los islamistas reclutaron a j¨®venes para islamizar barrios comunistas. Ah¨ª se vivi¨® la primera oleada de construcci¨®n de mezquitas y la pol¨¦mica del velo. Desde 2005 vemos la eclosi¨®n de los nuevos j¨®venes: se sienten franceses y defienden la comida halal. La periferia ha pasado del cusc¨²s al halal. Pero todos quieren formar parte de la sociedad, quieren integrarse¡±.
La evoluci¨®n de la banlieue es ¡°din¨¢mica, parad¨®jica y nada monol¨ªtica¡±, concluye el polit¨®logo. Energ¨ªa, talento, participaci¨®n, lucha, pasi¨®n, humor, hach¨ªs, hip-hop, sentido colectivo, multiculturalidad, boom inmobiliario¡ La visita al 93 deja una pregunta en el aire: ?no ser¨¢ esta Rep¨²blica de los suburbios la verdadera Francia, la Francia moderna, la Francia del futuro?
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