Miren Agur Meabe, premio Nacional de Literatura, la autora que erotiz¨® la poes¨ªa vasca
Un d¨ªa en Lekeitio con la autora de ¡®C¨®mo guardar ceniza en el pecho¡¯, primer libro escrito en euskera en ganar el Nacional de Poes¨ªa
¡°Mi madre sol¨ªa decir que de joven se parec¨ªa a Maureen O¡¯Hara¡±. As¨ª comienza ¡®Madre en p¨ªxeles¡¯, un poema de Miren Agur Meabe (Lekeitio, Bizkaia, 59 a?os) incluido en C¨®mo guardar ceniza en el pecho, el libro con el que acaba de ganar el Premio Nacional de Poes¨ªa, que por primera vez en su historia ha reca¨ªdo en una obra escrita en euskera. La madre de la ganadora ten¨ªa algo de raz¨®n. En el pasillo de su casa, en su pueblo natal, hay una foto de boda en la que puede verificarse el parecido con la actriz irlandesa. ¡°Cuando me llam¨® el ministro [Miquel Iceta] para decirme que hab¨ªa ganado¡±, cuenta Meabe, ¡°lo primero que hice fue ir al pasillo y darle un beso a esa foto y a la de mi hijo. Ten¨ªa mucho que agradecerles¡±. Publicado originalmente en 2020 por la editorial Susa con el t¨ªtulo de Nola gorde errautsa kolkoan, la versi¨®n al castellano del libro acaba de llegar a las librer¨ªas de la mano del sello madrile?o Bartleby. La propia autora se ha encargado de la traducci¨®n: ¡°Antes era insegura, pero ahora me autotraduzco sin complejos. Hay que dejar que el poema sea libre en el idioma de llegada, porque a veces una palabra que en la lengua base es muy evocadora, en la otra puede ser una cursilada. ?Un ejemplo? Bihotza, coraz¨®n¡±.
¡°Mi madre alent¨® mis aficiones. Yo no sab¨ªa planchar, ni limpiar pescado, ni coser un bot¨®n. ¡®Todo eso puedes aprenderlo m¨¢s adelante¡¯, me dec¨ªa¡±, se lee m¨¢s adelante en el mismo poema. Y tambi¨¦n: ¡°Cuando ama era joven, su padre le dio un bofet¨®n por haber visto Lo que el viento se llev¨®. Lo contaba entre carcajadas. ¡®La de vueltas que le di a la mesa de la cocina para que no me pillara. Entonces todo era pecado¡±. Pese a la carcajada, la hija recuerda el comentario de su madre cuando, meses antes de morir, ley¨® su poemario El c¨®digo de la piel, galardonado en 2001 con otro premio, el de la Cr¨ªtica: ¡°Ay, Miren Agur, este libro tuyo es un poco verde¡±. A su manera, volv¨ªa a acertar. El c¨®digo de la piel supuso una revoluci¨®n en la poes¨ªa vasca: por primera vez el erotismo tomaba el punto de vista de una mujer. ¡°Cuando estoy con una copa de m¨¢s me ufano de ser la primera escritora en usar en euskera la palabra cl¨ªtoris¡±, sonr¨ªe la pionera. ¡°Me gusta pensar que si mi ama estuviera viva entender¨ªa que escribo sobre mi cuerpo para reivindicar mi libertad, una libertad que a las mujeres nos ha estado vedada durante siglos¡±.
¡°Cuando llevo una copa de m¨¢s me ufano de ser la primera escritora que us¨® en euskera la palabra cl¨ªtoris¡±
En su caso, el cuerpo no es solo el lugar del placer. Tambi¨¦n del dolor. Y a ambos les aplica la misma crudeza, sin pudor. ¡°Entre mi vida y mi obra hay una unidad total¡±, explica. As¨ª, en Perspectiva na¨ªf relata el episodio que puso fin a su ni?ez y que termin¨® dando t¨ªtulo a su novela Un ojo de cristal (Pamiela), primera parte de un particular tr¨ªptico sin g¨¦nero que se completa con los poemas de C¨®mo guardar ceniza en el pecho y los cuentos de Quema de huesos (reci¨¦n publicado en castellano por Consonni). Con 13 a?os, un glaucoma le hizo perder el ojo izquierdo. ¡°Mi madre lloraba / y me compraba cosas¡±, dicen dos versos. ¡°La cosa no fue del todo mal. / No tuve que fingir / casi no ten¨ªa complejo¡±, se lee tambi¨¦n. ?Fue as¨ª? ¡°S¨ª. Para mis padres fue tremendo. Porque yo era una cr¨ªa y porque mi abuela fue ciega y mi t¨ªo perdi¨® un ojo. Esta familia¡ Yo estaba tan tranquila. Mi preocupaci¨®n era que quer¨ªa estudiar. Y mi madre, pobre, me dec¨ªa: ¡®Igual no vas a poder¡¯. Cosas de antes. Sigo tranquila, aunque no puedes aparcar donde quieres, no mides las distancias. Luego la edad trae lo suyo: en los ¨²ltimos dos a?os me han tenido que operar cuatro veces¡±.
El tiempo de reposo fue un par¨®n forzoso para una mujer que, adem¨¢s de poes¨ªa y narrativa para adultos, ha traducido al euskera a la escritora tutsi Scholastique Mukasonga, a la iran¨ª Forugh Farrojzad y a la alicantina Elia Barcel¨®, y publicado una docena de t¨ªtulos de literatura infantil y juvenil que se cuentan por ¨¦xitos. ¡°Cuando la gente me dice que escribo mucho, respondo en plan jocoso y con rima: ¡®Soy sosa, no hago otra cosa¡±. Pasear con ella por Lekeitio es certificar su popularidad entre sus vecinos, que no paran de felicitarla por el premio y de decirle lo orgullosos que estar¨ªan sus padres. Y entre los ni?os. Cuando la divisa un grupo de escolares, todos se lanzan merienda en mano a rodearla repitiendo euf¨®ricos: ¡°?Miren Agur Meabe!, ?Miren Agur Meabe!¡±. Luego proceden a relatarle episodios que ella misma ha escrito en los superventas protagonizados por la ardilla Katta.
Pensando en su propia infancia, recuerda algo que ha marcado el tono de sus poemas, que se mueven entre lo on¨ªrico y lo cotidiano, la salmodia y la voz baja: ¡°?Es que soy nieta del sacrist¨¢n! Con seis a?os le¨ªa en euskera en misa todos los domingos. Eso me ha dejado un poso, un tono de oraci¨®n laica. Desde peque?a tengo ese rollo, esa m¨²sica, ese vocabulario¡ Yo iba a la sacrist¨ªa a comerme el bocadillo con mi abuelo mientras las amigas jugaban a cromos justo ah¨ª, en el puerto¡±.
A Meabe le hace gracia que fuera del Pa¨ªs Vasco algunos piensen todav¨ªa que su segundo nombre, Agurtzane (Rosario en castellano), es su primer apellido. ¡°Solo me fastidia cuando en una lectura colectiva hay que intervenir por orden alfab¨¦tico¡±, se r¨ªe. Tras d¨¦cadas trabajando en Bilbao ¡ªprimero en una ikastola, luego en una editorial¡ª, volvi¨® a Lekeitio, un pueblo de 7.000 habitantes en el que el esplendor del mar y las monta?as compite con la huella de un pasado se?orial fruto de la riqueza que trajo la pesca de la ballena. Su madre ten¨ªa una tienda de tejidos; su padre era pescador y mec¨¢nico naval. Cuando alguien se quejaba de que hablaba un dialecto cerrado, ¨¦l respond¨ªa con sorna: ¡°Tengo el euskera de la universidad del muelle de Lekeitio¡±. A su hija la an¨¦cdota le sirve para corroborar que ¡°una literatura es perif¨¦rica dependiendo de d¨®nde se ponga el centro¡±. Antes que de lenguas minoritarias, ella prefiere hablar de lenguas minorizadas: ¡°Los que escribimos en lenguas de pocos hablantes y a¨²n menos lectores no tenemos la responsabilidad de que no se construyan m¨¢s puentes para que todas las lenguas convivan en una igualdad arm¨®nica. ?Qui¨¦n hace que nosotros parezcamos m¨¢s peque?os? Quien tiene el poder de hacer el canon. No escribimos mirando al exterior, pero un premio como el Nacional a mi libro o el que el a?o pasado se dio a Olga Novo [por Feliz Idade, escrito en gallego] indica que algo est¨¢ cambiando¡±.
¡°A la b¨²squeda de la identidad por parte de las mujeres los hombres la llaman narcisismo¡±
Un cambio al que ella a?ade otro: la atenci¨®n a la literatura escrita por mujeres: ¡°Es la primera vez en la historia que coincidimos escribiendo en lengua vasca cuatro generaciones de mujeres. Cuando yo empec¨¦ a publicar, en la literatura en euskera los ¨²nicos nombres eran masculinos y narradores. Luego vino la fila de los poetas hombres. Ahora somos muchas: Uxue Alberdi, Eider Rodr¨ªguez, Miren Amuriza¡¡±. En 2001 la obra de Miren Agur Meabe fue incluida por Ediciones La Palma en una antolog¨ªa de autoras vascas en euskera y castellano. El t¨ªtulo era rotundo: Once poetas para 300 lectores: ¡°Quiz¨¢s exageraban, pero ah¨ª anda la cosa. Las tiradas son de entre 1.000 y 1.200 ejemplares; la venta media, entre 300 y 700. Calcula 450¡å.
Ella tiene muchos m¨¢s porque ha conseguido que sus libros sigan ley¨¦ndose. C¨®mo guardar ceniza en el pecho a?ade al Eros presente desde en El c¨®digo de la piel la de su contrapunto, T¨¢tanos. A los poemas del ¨¢lbum familiar le sigue una serie de homenajes a mujeres de la historia ¡ªde la teniente Ripley de Alien a Marguerite Yourcenar¡ª para desembocar en una eleg¨ªa que se abre con la cita de una canci¨®n ruandesa: ¡°Y ser¨¢ dos veces noche cuando te pierda¡±. Sentada en su huerta, Miramar, a unos pasos del puerto, Meabe recuerda que ese lugar fue su refugio cuando ¡°no ten¨ªa cara para andar por la calle¡±. All¨ª se sent¨ªa protegida porque ¡°est¨¢ tapiada¡±. La primera noche de la que habla la canci¨®n fue la del desamor. La segunda, la del suicidio del amado. No son met¨¢foras, dice, habla de s¨ª misma. Otra vez: ¡°Por eso en el libro hay rabia, nostalgia, arrepentimiento, culpa, amor idealizado y ganas de cerrar una puerta que golpetea cada vez que la mueve el viento¡±.
Es consciente, no obstante, de que el hecho de traducirse a s¨ª misma la obliga a volver sobre episodios dolorosos. ¡°Pese a todo, escribir me ha servido de huida. Y ten¨ªa mucho de lo que huir¡¡±. Para no ¡°anegar¡± los versos en sentimientos, Miren Agur Meabe recurre a un distanciamiento aprendido en Juegos de poder, de Margaret Atwood: ¡°Es m¨¢s conocida como novelista, pero ?qu¨¦ poeta! Yo no quiero abrumar con mis confesiones. La literatura tiene que funcionar literariamente, no como sociolog¨ªa. Aunque estoy acostumbrada a que me digan que me desnudo demasiado. En euskera hay un refr¨¢n que dice: Etxeko sua etxeko hautsez estali behar da (cubre el fuego del hogar con cenizas del hogar), es decir, que los trapos sucios se lavan en casa. Yo he elegido la postura contraria. Y no por egocentrismo sino porque buscaba mi identidad. Es curioso, a la b¨²squeda de la identidad por parte de las mujeres los hombres la llaman narcisismo¡±.
Consciente de que vivimos una ¨¦poca marcada por el exhibicionismo, Meabe se apresura a distinguir su inter¨¦s por el cuerpo como espacio literario con su ¡°hipericonizaci¨®n¡±. ?Cu¨¢l es la diferencia? ¡°El capitalismo. Estamos rodeados de clich¨¦s est¨¦ticos marcados por el consumismo. Como digo en un poema: ¡®sue?o con una carne nueva, y a esa carne no ha llegado el eco de la palabra comparaci¨®n¡¯. Nos ponen modelos inalcanzables que crean frustraci¨®n. Yo he ido asumiendo dosis de imperfecci¨®n cada vez m¨¢s amargas¡±.
Parte de esa amargura termin¨® alimentando el fuego de Un ojo de cristal, una novela que caus¨® impacto fuera y dentro de su casa. Su hijo, Joanes, ¡°lo pas¨® mal porque ve¨ªa una mujer que no era su madre, o no era solo su madre, sino alguien que estaba viviendo una pasi¨®n amorosa. Los hijos vemos a los padres como si no tuvieran cuerpo, sexo, fantas¨ªas o vidas secretas¡±. Por el lado m¨¢s humor¨ªstico, Joanes le hace de contrapunto en ¡®Un epitafio al estilo de Dorothy Parker¡¯, que arranca: ¡°Habr¨ªa vivido mejor / sin estas cuatro cosas: / ciertos amores, / aquel empleo, / los kilos de m¨¢s / y la pasi¨®n por la escritura¡±. El poema se cierra con un ¡®Contraepitafio inventado al vuelo por el hijo¡¯: ¡°Ni caso: / ahora tambi¨¦n est¨¢ escribiendo¡±.
¡®C¨®mo guardar ceniza en el pecho¡¯. Miren Agur Meabe. Traducci¨®n de la autora. Bartleby, 2021. 212 p¨¢ginas. 16 euros.
¡®Quema de huesos¡¯. Miren Agur Meabe. Traducci¨®n de la autora. Consonni, 2021. 208 p¨¢ginas. 19,90 euros. Se publica el 8 de noviembre.
Los lectores en castellano por fin se asoman al euskera, al catal¨¢n y al gallego
El 14 de noviembre de 2019 el entonces ministro de Cultura, José María Guirao, leyó el poema de Joan Margarit No tires las cartas de amor (No llencis les cartes d’amor) para anunciar que el poeta de Sanaüja (Lleida) acababa de ganar el Premio Cervantes, el más prestigioso en lengua castellana. La fecha supone un pequeño hito porque, a pesar de presentarse como poeta de escritura bilingüe desde el libro Estació de França, Margarit era, sobre todo, un poeta en catalán. Tres días antes, el Premio Nacional de las Letras Españolas, destinado a autores en cualquiera de los idiomas oficiales del Estado, distinguió por primera vez a uno en euskera: Bernardo Atxaga. Y ese mismo año el Nacional de Poesía recayó en Tempo fósil, de la gallega Pilar Pallarés. De hecho, las últimas cuatro ganadoras en ese apartado han sido, además de mujeres, sendas autoras en catalán (Antònia Vicens en 2018), gallego (la citada Pallarés en 2019 y Olga Novo en 2020) y vasco (Miren Agur Meabe en 2021). Días después de que se comunicara el premio a esta última, se anunció que su equivalente en narrativa era para la novela Virtudes (e misterios), del autor gallego Xesús Fraga.
Muy lejos, en 2002, queda la polémica suscitada cuando Unai Elorriaga se llevó el Nacional de Narrativa por SPrako tranbia (Un tranvía en SP) y algunos medios desconfiaron de la capacidad del jurado para leer el original. Los que conocen el mecanismo del galardón saben que, una vez seleccionados los finalistas, se pide una versión al castellano de aquellos títulos escritos en las otras tres lenguas. Miren Agur Meabe dedicó el verano a traducir su Cómo guardar ceniza en el pecho y eso ha sido lo que ha hecho posible que la edición de Bartleby llegue a las librerías un mes después del fallo. El editor y la poeta se conocieron en agosto durante el festival Expoesía de Soria, que dedicó un espacio destacado a la lírica en lengua vasca. Actos como ese siguen el rastro de otros que —como los encuentros de Verines (Asturias), el Mapa poético y Cosmopoética (en Córdoba) o los promovidos por la Fundación Rafael Alberti en el Puerto de Santa María o el desaparecido José Carlos Cataño en Barcelona— han ido tejiendo una red de contactos entre escritores de toda la Península que poco a poco ha ido calando también en los lectores.
Más allá de los reconocimientos oficiales y de los festivales literarios, los libros de nombres de las nuevas generaciones como Kirmen Uribe, Karmele Jaio, Eider Rodríguez, Harkaitz Cano, Katixa Agirre, Yolanda Castaño, Eva Baltasar, Pol Guasch, Llucia Ramis, Jordi Nopca o Marta Carnicero aparecen traducidos regularmente en los catálogos tanto de grandes grupos como de sellos independientes. Tal vez sus obras no han tenido aún el eco que tuvieron las de Manuel Rivas o el propio Atxaga, pero el juego está más repartido que nunca. Y llega más lejos que nunca: el festival de literatura y naturaleza Siberiana, que se celebra cada año en el pueblo extremeño de Tamurejo, tuvo este junio como invitada estelar a la escritora barcelonesa Irene Solà, autora de Canto jo i la muntaya balla (Canto yo y la montaña baila), que cerró su intervención leyendo en catalán el poema El meu cos és una casa (Mi cuerpo es una casa) y se llevó el mayor aplauso de la jornada.
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