Peeping Tom: la danza que turba y (a veces) aterroriza
La compa?¨ªa belga inaugura el Festival de Oto?o de Madrid con un espect¨¢culo que crece desde el desconcierto hasta el espanto
Los Teatros del Canal de Madrid desplegaron el jueves la alfombra roja de los grandes acontecimientos para celebrar el comienzo del Festival de Oto?o, por fin con aforo completo y de nuevo con una importante programaci¨®n internacional, despu¨¦s de la edici¨®n descafeinada por la pandemia el a?o pasado. El espect¨¢culo inaugural era Triptych: The missing door, The lost room and The hidden floor (Tr¨ªptico: La puerta que falta, La habitaci¨®n perdida y El piso oculto), de la compa?¨ªa flamenca de danza teatro Peeping Tom, que levanta pasiones cada vez que se presenta en Espa?a. En sus dos d¨¦cadas de trayectoria, los belgas han desarrollado un lenguaje personal¨ªsimo que mezcla danza acrob¨¢tica, ilusionismo, atm¨®sferas inquietantes, suspense, un humor negro que tira del absurdo y una pl¨¢stica que se nutre tanto de referencias pict¨®ricas como del cine, a lo que se a?ade una sintaxis corporal que desaf¨ªa burlonamente la l¨®gica de los espectadores con movimientos en teor¨ªa imposibles: flexiones extremas, equilibrismos que no casan con las leyes de la naturaleza, contorsiones siniestras, extremidades que parecen descoyuntarse, rotaciones propias de un mu?eco de trapo. Con todo ello sublimado por una ejecuci¨®n deslumbrante, el resultado suele ser causar como m¨ªnimo turbaci¨®n.
Esa fue una de las principales emociones que se llevaron a casa los espectadores que asistieron al estreno del jueves. En la primera de las tres piezas que componen el tr¨ªptico, The missing door, se trata de una turbaci¨®n leve, equivalente al estupor que causa el absurdo: estamos en una habitaci¨®n desconcertante, llena de puertas que se abren y se cierran, bailarines que se retuercen como sobrevolados por la posibilidad de la muerte, pero tambi¨¦n el amor. En la segunda, The lost room, la habitaci¨®n se transforma en un camarote de barco y la turbaci¨®n se acrecienta hasta llegar a la angustia: es un espacio de locura y pesadilla, donde las puertas de salida se convierten en puertas de armarios que esconden monstruos del pasado, los bailarines aparecen y desaparecen como perseguidos por fantasmas o como si ellos mismos fueran fantasmas; o son engullidos por las paredes, la cama, el suelo (literalmente) para pasmo del p¨²blico. As¨ª hasta llegar a la ¨²ltima parte, The hidden floor, que es el ¡°m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa¡± en la danza: el espanto. La cat¨¢strofe hace estallar lo cotidiano. Hay fuego, el suelo se inunda de agua y r¨¢fagas de un viento terror¨ªfico sacuden los cuerpos y las almas de los personajes. Y por extensi¨®n, tambi¨¦n del p¨²blico.
Las tres piezas est¨¢n conectadas por gestos y movimientos que retumban de una a otra como ecos y que dan al espect¨¢culo un ritmo in crescendo, aunque en contrapartida tambi¨¦n hacen que el espect¨¢culo resulte algo redundante en ciertos momentos. Muy importante en la creaci¨®n de esa atm¨®sfera de pesadilla creciente es la iluminaci¨®n, que a veces juega con los claroscuros como los artistas barrocos y en otros momentos es densa como en las pel¨ªculas de David Lynch (una influencia reconocida por los directores de la compa?¨ªa, Gabriela Carrizo y Franck Chartier). Lo mismo sucede con el sonido, que mezcla fragmentos musicales con ruidos de portazos, objetos que caen, chasquidos, crujidos, chirridos, el amenazador tictac de un metr¨®nomo.
Esos sonidos, la extra?eza de las im¨¢genes y las sensaciones que provocan son los que hacen que este espect¨¢culo perdure en la memoria m¨¢s all¨¢ del momento de su representaci¨®n. Posiblemente mucho tiempo.
Triptych: The missing door, The lost room and The hidden floor. Direcci¨®n, creaci¨®n y coreograf¨ªa: Gabriela Carrizo y Franck Chartier. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 14 de noviembre.
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