Algo se nos perdi¨® en ?frica
¡®Rif¡¯ rememora la segunda guerra de Marruecos a trav¨¦s de episodios sat¨ªricos en los que no profundiza en la historia
Despu¨¦s de tres d¨ªas repeliendo asaltos sucesivos bajo el sol de julio, sin agua, los defensores de la posici¨®n espa?ola del monte Igueriben se bebieron la tinta, la colonia y su propia orina endulzada con az¨²car, y cavaron hoyos donde meterse desnudos para sentir la humedad subterr¨¢nea. La guerra del Rif (1909-1927) fue un pi¨¦lago de gestas y de cat¨¢strofes que Mariano Llorente y Laila Ri?poll rememoran muy por encima, con intenci¨®n sat¨ªrica, en Rif (de piojos y gas mostaza), comedia estrenada en el teatro Valle-Incl¨¢n de Madrid. Los combates entre el Ej¨¦rcito espa?ol y las tribus amaziges fueron el trampol¨ªn que promovi¨® al generalato a Sanjurjo y a Franco, pero tambi¨¦n propiciaron el ascenso a comandante de Jos¨¦ Miaja, que en 1936 se enfrent¨® a ellos en la guerra civil espa?ola.
Dirigido por la propia Ripoll, el espect¨¢culo abunda en gui?os metateatrales: Antonio y Mart¨ªn, sus protagonistas (interpretados vigorosamente por Mateo Rubistein y Jorge Varandela), son un trasunto de Solano y R¨ªos, comediantes auriseculares que Jos¨¦ Sanch¨ªs Sinisterra plant¨® en medio de la nada en ?aque o de piojos y actores; el c¨®mico que anda busc¨¢ndose un piojo en un caf¨¦ cantante melillense es la imagen grotesca de La Chelito, rasc¨¢ndose la pulga ante un espejo del Callej¨®n del Gato; el trazo r¨¢pido de los n¨²meros de cabaret se asemeja al de los espect¨¢culos de la compa?¨ªa granadina Laviebel¡
La caligraf¨ªa de Llorente y Ripoll es brechtiana. Su sugestivo recorrido por el norte de ?frica se detiene en muchas paradas, sin tiempo de profundizar en ninguna. Lo m¨¢s interesante es, por la continuidad que ofrece, la peripecia intermitente de Antonio y Mart¨ªn, representantes de dos Espa?as ciertas: la que se libr¨® de ir al frente abonando una cuota ¨²nica de 2.000 pesetas y la que no pudo pag¨¢rselo.
Rif entretiene, es ligero y pedag¨®gico: ofrece una idea general sobre un episodio hist¨®rico orillado, pero de gran inter¨¦s. Con af¨¢n aleccionador, sus autores satirizan el racismo, el contrabando de armas, el end¨¦mico cobro de comisiones por parte de servidores p¨²blicos de alto rango¡ Y subrayan que, mientras gastaba p¨®lvora en Marruecos, el Gobierno desatend¨ªa necesidades b¨¢sicas de los espa?oles, opini¨®n que en su d¨ªa choc¨® con los intereses de los condes de Romanones y de G¨¹ell, accionistas de la Compa?¨ªa de Minas del Rif.
Ripoll y Llorente (que adem¨¢s de escribir interpreta con brillo media docena de personajes) pasan por alto, sin embargo, la complejidad de la situaci¨®n en el protectorado y sus causas. El origen ¨²ltimo de la guerra del Rif fue la Declaraci¨®n de Par¨ªs del 8 de abril de 1904, semilla de la Entente Cordiale, por la que el Reino Unido y Francia regularon su expansi¨®n colonial. Mediante una cl¨¢usula secreta, ambos pa¨ªses acordaron confiar a Espa?a el protectorado sobre el norte de Marruecos. De ese modo, Londres se garantiz¨® que Par¨ªs no pondr¨ªa en jaque su control sobre el estrecho de Gibraltar y el Gobierno franc¨¦s ataj¨® los intentos del k¨¢iser Guillermo II de poner una pica en T¨¢nger o en Agadir. Maura no pudo rechazar el colch¨®n protector que se le ofrec¨ªa en torno a Ceuta y Melilla, a sabiendas de que era un regalo envenenado.
Como en Rif nada se trasluce de la gran partida geoestrat¨¦gica que se estaba jugando en el Mediterr¨¢neo, ni se palpan tampoco las diferencias que mantienen los habitantes del protectorado espa?ol (que lograron establecer una rep¨²blica independiente entre 1921 y 1926) con el poder marroqu¨ª (represor de las revueltas de 1958 y 2017), sal¨ª con la sensaci¨®n de que me hab¨ªan refrescado la memoria a medias.
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