Tener (o no tener) olfato
Supongo que mi indudable parecido f¨ªsico con el clavadista que en el anuncio de Dolce & Gabbana se lanza desde el acantilado de Capri sobre el mar azul turquesa me capacite para hablar de perfumes y esencias
1. 2021 (a¨²n)
?Uff! Termin¨® finalmente el interminable 2021, que el divino Cronos confunda y elimine de la n¨®mina de los d¨ªas. Y no solo por la pandemia. Igual que el falso proletario Douglas Quaid (Schwarzenegger) en Desaf¨ªo total (Verhoeven, 1990), tentado estoy de acudir a la compa?¨ªa Memory Call para que me cambien los recuerdos del a?o en que vivimos con el coraz¨®n encogido y las ansiedades a flor de neurona, mientras nos desped¨ªamos de tantos y tantas (recuerdo aqu¨ª a Jorge Lozano, por citar solo a uno de los amigos que asesin¨® el virus), y la se?ora Yolanda D¨ªaz, imprevista disc¨ªpula de Berlinguer, pronunciaba cientos de veces su mantra ¡°cr¨¦anme¡±. El a?o (felizmente) pasado fue tambi¨¦n testigo de una enorme generalizaci¨®n del pesimismo medioambiental: nunca, desde que Hiroshima y Nagasaki marcaron nuevos terrores globales, hab¨ªan soplado tan de cerca los vientos que anuncian la posibilidad de la extinci¨®n de la vida humana. Jorge Riechmann, uno de los m¨¢s conspicuos poetas del amor en tiempos del colapso, llev¨® al extremo esa convicci¨®n (¡°antropoceno / antropocidio¡±, dice en uno de sus poemas-aforismos) en su poemario Z (Huerga y Fierro), en el que podemos leer apocal¨ªpticos versos que reflejan nuestra inacci¨®n ante la cat¨¢strofe, como: ¡°Despu¨¦s del punto sin retorno // llega el siguiente punto sin retorno¡±. Por lo dem¨¢s, en lo que concierne a los libros, 2021 no fue un mal a?o: la prueba es que el coro de los libreros, tan sensible a los traspi¨¦s del consumo, no se queja demasiado. Y libros se fabricaron muchos: seg¨²n la agencia del ISBN, se publicaron 87.576 t¨ªtulos (solo de editoriales), lo que representa un 14% m¨¢s que el a?o anterior. La pandemia favoreci¨® las liturgias de interior, as¨ª que le¨ªmos m¨¢s que nunca: desciende el n¨²mero de los que no lo hac¨ªan jam¨¢s y aumenta la cantidad de libros que leen los ya lectores ¡ªquiz¨¢s habr¨ªa que decir las ¡°lectoras¡±, que son las que lo hacen m¨¢s¡ª. Planes para promocionar a¨²n m¨¢s la lectura son los que trae Daniel Fern¨¢ndez, el ¡°nuevo¡± ¡ªen realidad, un repetidor¡ª presidente de los editores espa?oles, que pretende que para 2050 nuestro ¨ªndice de lectura iguale la media europea. Felicidades por su nombramiento (Planeta no quiere que repita el se?or Tixis, y N¨²ria Cabut¨ª, CEO de Random, pasa del cargo), y espero que su nueva ¨¦poca al frente del sindicato de editores sirva para algo m¨¢s que para crearle una nueva muesca en su curr¨ªculo.
2. Fragancias
Supongo que mi indudable parecido f¨ªsico con el clavadista que en el anuncio de Dolce & Gabbana se lanza desde el acantilado de Capri sobre el mar azul turquesa (la fragancia que anuncia el saltador se llama Light Blue) para ser recibido por la sensual valquiria que le espera sexualmente acogedora desde la eternidad mediterr¨¢nea me capacite, siquiera levemente, para hablar de perfumes y esencias. Entre los d¨ªas 24 de diciembre y 4 de enero he realizado, desde mi sill¨®n de orejas, entronizado provisionalmente frente a la tele, un trabajo de campo acerca del consumo conspicuo (en el sentido que daba Veblen a la expresi¨®n) a partir de los anuncios de perfumes. Alg¨²n d¨ªa, y en menos de hora y media de intervalo, mis ojos, mis o¨ªdos y mi mente han recibido impactos visuales e ideol¨®gicos de algunas de las fragancias que ofrecen marcas como Cacharel, Yves Saint Laurent, Calvin Klein, Chanel, Shiseido, Herm¨¨s, Carolina Herrera, Paco Rabanne, Jean Paul Gaultier, Gucci, Issey Miyake, Narciso Rodriguez, Chlo¨¦, Giorgio Armani, Lanc?me, Hugo Boss, Versace, Adolfo Dom¨ªnguez, Angel Schlesser, Mugler y hasta otra decena m¨¢s de compa?¨ªas perfumeras. Si se considera su imaginer¨ªa y puesta en escena, se aprende un mont¨®n acerca de la ideolog¨ªa que transmiten. Como la inmensa mayor¨ªa va destinada a promover su consumo entre mujeres, podemos distinguir, grosso modo, tres tipolog¨ªas: para j¨®venes m¨¢s o menos et¨¦reas y so?adoras (¡°Regresan las fragancias sencillas y nost¨¢lgicas, que huelen a flores, a c¨ªtricos, a d¨ªa despejado¡±), para mujeres empoderadas y/o de armas tomar, y para sexualmente liberadas o diosas er¨®ticas (podr¨ªamos incluirlas en lo que se conoce como porno chic), sin que existan compartimentos estancos entre las tres. Todos exhiben una prescrita marca de clase con enorme poder de seducci¨®n, y en ellos se mezclan los proyectos de vida con los de compra y con la sugerencia impl¨ªcita de la profec¨ªa autorrealizada seg¨²n acu?¨® Robert K. Merton. Los usos, gestos y opiniones de la clase dirigente se ¡°democratizan¡± y, como dec¨ªa Veblen (Teor¨ªa de la clase ociosa, Alianza), adquieren el car¨¢cter de un c¨®digo establecido que dicta su comportamiento al resto de la sociedad. Todo muy siglo XX, todav¨ªa. Como si no pasara nada y todo pudiera ser eternamente igual a s¨ª mismo, con la que est¨¢ cayendo y las ganas que le entran a uno de coger un martillo e irrumpir en la tienda de vidrio.
3. Historias
Tan cerca y tan lejos. Sabemos de Portugal bastante menos que ellos de nosotros (empezando por la lengua): se dir¨ªa que, m¨¢s que una frontera, nos separa un oc¨¦ano. Sabemos poco de su historia (excepto de cuando form¨® parte de la nuestra) y, sobre todo, de cuando lo gobernaba una dictadura hermana de la que aqu¨ª padec¨ªamos. La incre¨ªble historia de Ant¨®nio Salazar, el dictador que muri¨® dos veces (Debate), del periodista italiano Marco Ferrari, es una interesante biograf¨ªa pol¨ªtica de Ant¨®nio de Oliveira Salazar (1889-1970), el muy austero, secretista, meapilas y fascista pol¨ªtico que gobern¨® Portugal con mano de hierro durante casi 40 a?os. Particularmente interesante resulta el relato de su m¨¢s bien distante relaci¨®n con Franco (a cuya victoria colabor¨® y a quien convenci¨® para que no entrara en la guerra a favor del Eje), con quien le un¨ªa, sin embargo, la convicci¨®n de luchar por ¡°la civilizaci¨®n cristiana occidental¡±.
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