?Te gustan las pel¨ªculas de terror?
La nueva entrega de ¡®Scream¡¯ retoma la naturaleza ¡®meta¡¯ de la pel¨ªcula original, que revolucion¨® el subg¨¦nero del ¡®slasher¡¯
¡°?Te gustan las pel¨ªculas de terror?¡±. Con esta pregunta ret¨®rica comenzaba en 1996 una de las sagas m¨¢s carism¨¢ticas en la historia del cine comercial, que celebra estos d¨ªas sus 25 a?os de existencia con el estreno de Scream (2022), quinta entrega obligada a jugar con la hibridaci¨®n entre formatos ¡ªla secuela, el remake, el reboot o reinvenci¨®n de los planteamientos originales¡ª para prorrogar en el mercado un valor de marca muy consolidado. Al fin y al cabo, los a?os ochenta y noventa del siglo pasado propiciaron una cantidad ingente de entretenimientos ¡ª?pel¨ªculas, videojuegos, hasta libros¡ª que tuvieron la oportunidad de calar en la memoria de varias generaciones de consumidores y llegar hasta nuestros d¨ªas con un poder de convocatoria notable. La cultura popular de hoy ha quedado atrapada en esa din¨¢mica del eterno retorno a los grandes ¨¦xitos del ayer, en buena medida porque la multiplicidad de propuestas, su ritmo de consumo y la apropiaci¨®n de sus signos, a trav¨¦s del meme o el gif, imposibilitan la eclosi¨®n de nuevos mitos en los que perdernos y encontrarnos.
Para ser justos, la primera Scream tampoco lo tuvo f¨¢cil en el momento de su estreno. A mediados de los noventa, el cine mainstream pasaba por una crisis de identidad que se hab¨ªa ensa?ado especialmente con el ?slasher, subg¨¦nero del terror centrado en psic¨®patas duchos en el arte de matar adolescentes, con frecuencia bajo m¨¢scaras y disfraces que remiten a las vertientes m¨¢s siniestras del carnaval cl¨¢sico. El germen del slasher puede rastrearse en t¨ªtulos como Psicosis y El fot¨®grafo del p¨¢nico, ambas de 1960. Una y otra coincidieron en el diagn¨®stico tanto de un constructo masculino tradicional en crisis ante un mundo abocado a la modernidad como de una exacerbaci¨®n tecnol¨®gica de nuestra mirada tra¨ªda consigo por los medios de comunicaci¨®n de masas.
La cultura popular ha quedado atrapada en el eterno retorno a los grandes ¨¦xitos de ayer
El slasher no cristalizar¨¢ como tal hasta la d¨¦cada de los setenta. Navidades negras (1974) y La noche de Halloween (1978) convierten al serial killer en una figura arquet¨ªpica, una sublimaci¨®n casi abstracta de la ferocidad latente en el cuerpo social, y codifican a sus v¨ªctimas como chicos y sobre todo chicas que disfrutan sin tapujos morales del hedonismo y su sexualidad. En ese contexto, la final girl o ¨²nica superviviente de La noche de Halloween, Laurie (Jamie Lee Curtis), deviene otro arquetipo interpretable de manera polis¨¦mica. Por un lado representa la supervivencia de la mujer frente a la violencia patriarcal m¨¢s obvia en plena segunda ola del feminismo. Por otro, su talante virginal la diferencia de sus amigas corrompidas por el sistema y satisface el imaginario reaccionario del asesino.
En los a?os ochenta, el serial killer pasa a ser protagonista absoluto de la ficci¨®n y demiurgo de sus enrevesados mecanismos: entre el Fred?dy Krueger de Pesadilla en Elm Street (1984) y el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos (1991) solo median seis grados de sofisticaci¨®n. En esa coyuntura un tanto descafeinada llega Scream, fruto de la colaboraci¨®n entre un nombre esencial para la genealog¨ªa del terror visceral, Wes Craven ¡ªdirector, entre otras, de La ¨²ltima casa a la izquierda (1972), Las colinas tienen ojos (1977) y la citada Pesadilla en Elm Street¡ª, y un alumno aventajado del slasher, el guionista Kevin Williamson. Como Kevin Smith o Quentin Tarantino, Williamson pertenece a la llamada generaci¨®n del videoclub, que devora e integra en su ADN vivencial toda la historia de este g¨¦nero, a su disposici¨®n sin tutela alguna en su juventud.
Por ese motivo, Scream trasciende su condici¨®n de slasher sobre adolescentes apu?alados en una peque?a localidad donde abundan los secretos y mentiras para erigirse en ensayo enciclop¨¦dico sobre las constantes del g¨¦nero, tan imbricado en la ficci¨®n como para que los personajes sean conscientes de su naturaleza meta y las reglas que la gobiernan. ¡°La vida es una gran pel¨ªcula¡±, reflexiona uno de los asesinos de Scream, ¡°solo que no puedes elegir su g¨¦nero¡±. El sadismo y la crueldad que plantean Craven y Williamson tiene, por tanto, mucho de zozobra paranoide ante una concepci¨®n posmoderna de la existencia que diluye los contornos de realidad e identidad. No es casual que los psycho killers de la saga Scream sean torpes, surjan del entorno afectivo de las v¨ªctimas, recurran a un disfraz ¡ªel llamado ghostface¡ª disponible en cualquier supermercado y tengan ambiciones mundanas: la fama medi¨¢tica, canalizada por la reportera Gale Weathers.
La saga trasciende la l¨®gica de las cintas de adolescentes apu?alados en una peque?a localidad
Scream no es solo una ficci¨®n inteligente en la que son igual de importantes la planificaci¨®n de los asesinatos, la intriga casi detectivesca en torno a sus responsables y las reflexiones sobre las din¨¢micas del slasher. La pel¨ªcu?la funciona adem¨¢s como s¨¢tira de una sociedad estadounidense cada vez m¨¢s (in)comunicada por la tecnolog¨ªa, presa del espect¨¢culo de s¨ª misma que le proporciona el auge de canales televisivos, videoc¨¢maras y, a partir de Scream 2 (1997), tel¨¦fonos m¨®viles e internet. Una pulsi¨®n esc¨®pica colectiva que incide, seg¨²n Williamson, en cierta amoralidad de las nuevas generaciones ligada a su inmersi¨®n en los simulacros audiovisuales y la fascinaci¨®n m¨®rbida con la muerte que reina en la cultura pop de entonces.
Craven y Williamson profundizan a lo largo de la saga en estos aspectos. Scream 2 es un juego de espejos entre hechos reales de ficci¨®n, su traslaci¨®n a best sellers sensacionalistas y la adaptaci¨®n de los mismos a pel¨ªculas que se ven y comentan en la propia pel¨ªcula. Scream 3, que no escribi¨® Williamson, sino Ehren Kruger, se inspira en el m¨ªtico caso de la Dalia Negra para arrojar una mirada cr¨ªtica sobre Hollywood que hoy resulta de lo m¨¢s pertinente, dado que el estudio responsable de la saga Scream, Dimension Films, fue creado por los hermanos Bob y Harvey Weinstein, ca¨ªdos en desgracia por los abusos sexuales del segundo. En cuanto a Scream 4 (2011), se trata de una secuela tard¨ªa e imprevista, pero acierta a violentar de nuevo las expectativas de los aficionados y vaticina con agudeza la democratizaci¨®n de la celebrity culture y la l¨®gica del prosumo auspiciada por las redes sociales.
Scream tambi¨¦n dej¨® por un tiempo la gran pantalla para refugiarse en la peque?a. Pero la serie resultante, emitida entre 2015 y 2019, se limitaba a clonar sin demasiada personalidad los motivos de las pel¨ªculas, hasta el punto de que la heredera espiritual de la creaci¨®n de Craven y Williamson es otra serie, la disparatada Scream Queens, que protagoniza Emma Roberts, la gran villana de Scream 4. Fallecido Craven en 2015, la Scream que ahora se estrena lo f¨ªa todo a los talentos contrastados de Williamson y a los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, responsables de la divertida y sangrienta Noche de bodas (2019). Lejos de la renovaci¨®n absoluta que supuso Candyman (2021) respecto de su predecesora de 1992, esta quinta entrega ¡ªno reconocida en el t¨ªtulo¡ª apuesta, como las recientes Matrix Resurrections (2021) y Cazafantasmas: M¨¢s all¨¢ (2021), por combinar caras nuevas con viejos conocidos, como Neve Campbell, Courteney Cox, David Arquette y hasta un inesperado Skeet Ulrich. No es ni un reboot ni una secuela, sino ¡°una recuela¡±, como explica una de sus j¨®venes hero¨ªnas. ¡°Algo nuevo, pero no demasiado nuevo¡±, dice en una pel¨ªcula que retoma la l¨®gica meta de la primera entrega, empezando por su m¨ªtico arranque, y su equilibrio inestable entre la puesta en valor de las ficciones pasadas y su proyecci¨®n hacia el futuro. Una estrategia que, en el caso de Scream, tiene una l¨®gica tan industrial como creativa.
¡®Scream¡¯. Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. Estrenada ayer en cines.
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