La poes¨ªa de Chantal Maillard, el gran debut de Lydia Sandgren y otros libros de la semana
Los cr¨ªticos de ¡®Babelia¡¯ rese?an lo nuevo de Lucian Blaga, Tezer ?zl¨¹, Bernat Castany Prado, Empar Moliner, Carolina Sborovsky, Alfredo Staffolani, Vicky Garc¨ªa y Milorad Pavi?
En su ¨®pera prima, Obras reunidas, la autora sueca Lydia Sandgren perge?a una compleja trama que no obedece sino al objetivo primordial de pensar el arte, de comprender los entresijos de la creaci¨®n art¨ªstica y su v¨ªncu?lo con la vida. En La luz que siento, el pensador rumano Lucian Blaga crea un espacio po¨¦tico sobre una infancia que se expande: el adulto busca recrear una edad dorada con las herramientas de un expresionismo exacerbado. Otro libro de poes¨ªa de otra autora fil¨®sofa, Lo que el p¨¢jaro bebe en la fuente y no es el agua, de la hispanobelga Chantal Maillard, traza un mapa para hacer frente al dolor y la herida, al da?o y el castigo, la ceguera y la inocencia, al yo y su ausencia, a lo(s) otro(s), al hambre y lo perdido, a la muerte y el duelo, al miedo y la culpa.
Tambi¨¦n regresa a la ni?ez la ya fallecida Tezer ?zl¨¹ en Las fr¨ªas noches de la infancia, autobiograf¨ªa donde escribe un grito en el que encierra su vida. La vida que ella ha sentido. La verdad subjetiva que no deja de ser parte de la verdad como suma de lo real y del modo de decirlo. En Una filosof¨ªa del miedo, Bernat Castany Prado compone una filosof¨ªa moral e incluso m¨¢s bien una sociolog¨ªa y hasta un manual de psicolog¨ªa para aprender a combatir el miedo, mientras que Bienamada, de Empar Moliner, ofrece un implacable y descarnado diagn¨®stico moral sobre nuestro presente narrado, adem¨¢s, de manera impecable. Una larga lealtad, de Francisco Rico, re¨²ne art¨ªculos y textos que componen un mosaico de deudas personales, profesionales y a veces simplemente m¨ªticas.
Por ¨²ltimo, la mayor¨ªa de los argentinos habita en no-lugares cuyas creencias y pr¨¢cticas participan tanto del r¨¦gimen rural como del urbano, y en peque?os pueblos y ciudades que no apartan sus ojos de la capital, una Buenos Aires que, junto con su periferia, alberga al 38,9% de la poblaci¨®n. Pese a ello, la literatura argentina contin¨²a articul¨¢ndose en torno a la oposici¨®n habitual entre la ciudad y el campo y, de manera m¨¢s espec¨ªfica, entre la capital y lo que algunos llaman ¡°el Interior¡±. Pero como prueban varias obras recientes ¡ªLa concordia, de Carolina Sborovsky; El buen destierro, de Alfredo Staffolani y Las bestias, de Vicky Garc¨ªa¡ª tambi¨¦n hay muchos autores que no arrojaron una mirada orientalizante sobre el campo o la incorporaron estrat¨¦gicamente en sus textos.
'Obras reunidas', de Lydia Sandgren?
'La luz que siento. Antolog¨ªa po¨¦tica', de Lucian Blaga?
'Lo que el p¨¢jaro bebe en la fuente y no es el agua. Poes¨ªa reunida 2004-2020', de Chantal Maillard?
'Las fr¨ªas noches de la infancia', de Tezer ?zl¨¹?
'Una filosof¨ªa del miedo', de Bernat Castany Prado?
'Bienamada', de Empar Moliner ?
'Una larga lealtad', de Francisco Rico?
'El buen destierro', de Alfredo Staffolani?
'La concordia', de Carolina Sborovsky??
'Las bestias', de Vicky Garc¨ªa??
'Los espejos venenosos', de Milorad Pavi?
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