¡®Malvivir¡¯: Trazas y trapazas de una mujer ingeniosa
En esta refundici¨®n de tres novelas picarescas con protagonista femenina no se produce un duelo de divas sino un generoso trabajo cooperativo entre Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n y Marta Poveda, cuya complicidad equivale a la de las buenas parejas de tango
Una docena de espa?oles de cada centenar creen que el Sol gira alrededor de la Tierra, seg¨²n la Encuesta de Percepci¨®n Social de la Ciencia, publicada por el Gobierno de Espa?a en 2020. En 1554, cuando esa creencia estaba generalizada y media Europa giraba en torno a Carlos V, c¨¦sar del Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico, la aparici¨®n de El Lazarillo de Tormes abri¨® la puerta a un g¨¦nero literario que examina la sociedad desde el punto de vista de los de abajo. Los autores de la novela picaresca prestaron su voz a un estamento que apenas pod¨ªa hacerse o¨ªr, se hicieron eco de un discurso que le da la vuelta a los valores cl¨¢sicos: el honor, el valor, la buena cuna y la honra. Malvivir, espect¨¢culo escrito por ?lvaro Tato, dirigido por Yayo C¨¢ceres e interpretado por Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, Marta Poveda y el m¨²sico Bruno Tambascio, que se representa en Las Naves del Espa?ol (en el antiguo Matadero madrile?o), revive en una sola figura a tres mujeres nacidas en la miseria, que hicieron cuanto pudieron para salir de ella: La p¨ªcara Justina, La hija de Celestina y Teresa de Manzanares, m¨¢s conocida como La ni?a de los embustes.
A diferencia de los varones p¨ªcaros, que no consiguen salir de pobres jam¨¢s, estas p¨ªcaras f¨¦minas son capaces de torcerle el brazo al destino mediante astucias, utilizando su belleza extraordinaria como palanca con la que reventar puertas y voluntades. Justina y Teresa logran una prosperidad duradera; Elena no, pero al menos es libre de escoger su pareja, lo cual no era poco privilegio en 1612. ?lvaro Tato abre su comedia frankenstein con palabras de la Justina de Francisco L¨®pez de ?beda, pero las pone en boca de Elena, protagonista de La hija de Celestina, novela de Alonso Jer¨®nimo de Salas Barbadillo que el autor de cabecera de la compa?¨ªa madrile?a Ron Lal¨¢ utiliza como columna vertebral de su refundici¨®n. El espect¨¢culo no tiene, pues, un final feliz.
Malvivir no es un duelo entre dos actrices de fuste, sino un generoso trabajo cooperativo de Poveda y S¨¢nchez-Gij¨®n, cuya complicidad equivale a la de las buenas parejas de tango. Durante toda la funci¨®n, danzan la una para la otra, llevadas por el ¨ªmpetu de sus personajes. Ambas son aves nacidas de un gran huevo, dise?ado por Monica Boromello. Poveda encarna a una Elena acrob¨¢tica, chispeante, imparable. Lleva puesta una nariz de payaso, pero se desenvuelve con una picard¨ªa y un atrevimiento propios de una vedette de revista de los a?os de esplendor del Molino Rojo barcelon¨¦s. Vuela a sus anchas, vestida de verde y con viento de cola. S¨¢nchez-Gij¨®n encarna a una mir¨ªada de personajes epis¨®dicos: se pone al servicio del trabajo de su compa?era, generosamente, sin robarle foco, hasta que, justo en el centro geogr¨¢fico del espect¨¢culo, durante un baile agarrado entre la joven protagonista y el setent¨®n Lupercio de Salda?a, su marido, las actrices se intercambian sus papeles. Tras darse un abrazo, el hombre se vuelve mujer y Elena se convierte en vejestorio.
El espect¨¢culo funciona como una l¨¢mina del test de Rorschach, con sus dos mitades casi sim¨¦tricas. Reina Poveda en la primera parte, se corona S¨¢nchez-Gij¨®n en la segunda. El intercambio de papeles, aceptado por el p¨²blico con la misma naturalidad con la que se acepta el cambio de porter¨ªa en el f¨²tbol, permite a ambas actrices desplegar lo mejor de su arco interpretativo, siempre en clave de farsa: los personajes de la novela picaresca son figuras o arquetipos, no criaturas dolientes. La Elena de S¨¢nchez-Gij¨®n es m¨¢s contenida que la de su colega, m¨¢s sutil: una actriz es el brazo izquierdo y la otra el brazo derecho del mismo personaje. La Poveda, adem¨¢s, le saca un brillo humor¨ªstico intenso al paje, a don Sancho de Villafa?e y a su padre.
Malvivir, a la postre, habla del imperio del linaje, que pervive en la Espa?a de hoy, aunque m¨¢s disimulado: no funcionaba entonces el ascensor social y no funciona ahora. En el siglo XVII los plebeyos enriquecidos pugnaban por la hidalgu¨ªa, que se vend¨ªa como se vendieron los apellidos en Hispanoam¨¦rica o como se venden en nuestros d¨ªas las licencias de taxi. La funci¨®n habla tambi¨¦n del deseo femenino de hallar un camino propio: ¡°Mejor vivir un a?o como due?a de mi albedr¨ªo que un siglo cautiva del vuestro¡±, le dice Elena al fantasma de su madre. No obstante el empuje que las actrices le ponen a su excelente trabajo, el relato picaresco de partida no acaba de traducirse en un lenguaje netamente esc¨¦nico en esta refundici¨®n novelesca. Hay mucha narraci¨®n en Malvivir, aunque guarnida con un movimiento esc¨¦nico apropiado. La direcci¨®n de Yayo C¨¢ceres es ¨¢gil y precisa, y su m¨²sica est¨¢ bien interpretada por Tambascio. El p¨²blico aplaudi¨® en pie al final de una funci¨®n de fin de semana.
¡®Malvivir¡¯. Adaptaci¨®n: ?lvaro Tato. Direcci¨®n: Yayo C¨¢ceres. Naves del Espa?ol. Madrid. Hasta el 5 de junio. Alcal¨¢ e Henares, 26 de junio. Almagro, 15 y 16 de julio
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