Pedro Costa: ¡°Los cineastas fil¨®sofos son los menos subversivos y revolucionarios¡±
El director portugu¨¦s encontr¨® en barrios de emigrantes las historias, los actores y el m¨¦todo de trabajo que le reconciliaron con el cine. Esta semana participa en el 60? Festival Internacional de Gij¨®n y acaba de inaugurar una exposici¨®n en Barcelona que indaga en su inter¨¦s por la m¨²sica
En el cuarto donde Pedro Costa (Lisboa, 63 a?os) mont¨® Vitalina Varela, la pel¨ªcula de 2019 que impact¨® tanto al Festival de Locarno que le dio el Leopardo de oro como a la cr¨ªtica estadounidense que la vot¨® como una de las mejores de aquel a?o, pronto dormir¨¢n turistas. Su estudio est¨¢ en uno de esos edificios antiguos de la Baixa de Lisboa, junto a la estaci¨®n del Rossio, con techos altos, ventanales y escaleras de madera, que no ha debido cambiar mucho desde las caminatas de Pessoa. Acaba de ser comprado para abrir otro hotel. Costa intuye que cualquier d¨ªa timbrar¨¢ a la puerta un abogado con una invitaci¨®n a desalojar el espacio donde se han montado algunas de las pel¨ªculas portuguesas m¨¢s admiradas del siglo XXI y que muestran una realidad que nada tiene que ver con la Lisboa de tuk-tuk, trottinetas y helader¨ªas que rodean el Rossio.
Esta Lisboa que expulsa a los lisboetas no interesa a Costa, que la considera ¡°una ciudad destruida, rendida al desprop¨®sito y v¨ªctima del capitalismo m¨¢s salvaje¡±. Tampoco el barrio donde naci¨®, Arroios, declarado en 2019 como ¡°el m¨¢s cool del mundo¡± por Time Out, se parece ya al que recorr¨ªa de ni?o, yendo de tienda en tienda, mientras sus abuelos trabajaban en su taller de costura. Aquel origen le sirve en bandeja la met¨¢fora: ¡°A partir del a?o 2000 el cine para m¨ª pas¨® a ser un peque?o comercio, no es Louis Vutton ni Armani¡±. Desde ese a?o su espacio vital est¨¢ en los m¨¢rgenes, en barrios ninguneados donde ¨¦l ha encontrado unos actores, unas historias y un m¨¦todo que le reconciliaron con el cine: ¡°Tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta y con quien me gusta, personas muy serias y dignas. Ya lo he dicho mil veces, son lo mejor de mi pa¨ªs¡±.
Los protagonistas de Costa limpian tiendas como Zara a cinco euros la hora, venden verduras por la calle y trabajan en la construcci¨®n. Su vida es una pelea cotidiana contra sucesivas carencias: ni tiempo ni dinero ni esperanza. Lo resume la inmigrante caboverdiana Vitalina Varela en su pel¨ªcula: ¡°Aqu¨ª no somos nadie¡±. Los protagonistas del cine de Costa no eran nadie hasta que llegaron al cine de Costa. Exist¨ªan sin ser vistos. El director los sac¨® de su anonimato y quebr¨® esa visi¨®n superficial de Portugal como el nuevo pa¨ªs de las maravillas gracias a sus horas de luz, sus kil¨®metros de playa y sus kilos de past¨¦is de nata. El Portugal de hoy es un pa¨ªs de desigualdades extremas, entre la belleza natural o dise?ada para gustar a las visitas y la pobreza de lugares como Fonta¨ªnhas o Cova da Moura. Costa mostr¨® a los excluidos sin edulcorarles ni despreciarles. El paro, la hero¨ªna y el hast¨ªo est¨¢n ah¨ª, claro, pero tambi¨¦n la amistad, las canciones y la determinaci¨®n.
No puedo filmar en sitios como Fonta¨ªnhas con la maquinaria poderosa y capitalista del cine, que son camiones, maquilladoras, c¨¢terings y croquetas
Vayamos al punto de inflexi¨®n. Despu¨¦s de tres largometrajes, La sangre (1990), Casa de lava (1994) y Huesos (1997), Pedro Costa se revolvi¨®, perdi¨® la ingenuidad, entr¨® en crisis: ¡°No me apetec¨ªa continuar trabajando de la forma en que lo hab¨ªa hecho hasta entonces, que era convencional¡±. ¡°Truffaut dec¨ªa que para hacer cine corriente era necesario ser un poco est¨²pido y un poco na?f porque si no, no se aguanta. Cuando paso por la calle y veo una filmaci¨®n, tengo que torcer la cara porque me muero de risa porque la veo una actividad pat¨¦tica. Yo hago un trabajo profundo con estas personas que necesita tiempo y paciencia, tal vez un poco de resistencia en el sentido de no desistir porque todo es tan dif¨ªcil que a veces tienes la tentaci¨®n de pasar a otra cosa, lo que me salva es que yo no tengo otra cosa, no creo en otro cine¡±.
En el a?o 2000 se instal¨® en Fonta¨ªnhas, un barrio autoconstruido en el cintur¨®n de Lisboa por emigrantes caboverdianos y trabajadores precarios, que solo asomaban por los medios en la cr¨®nica negra. ¡°Consegu¨ª una peque?a habitaci¨®n y pens¨¦ que podr¨ªa ser positivo estar all¨ª para hacer el trabajo de investigaci¨®n, en aquel momento no ten¨ªa obligaciones ni lazos, hab¨ªa cortado con todo, estaba solo y pensaba que no necesitaba a nadie, luego llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que necesitaba dos o tres personas para hacer una pel¨ªcula y hoy sabemos que somos cuatro y nunca seremos 40¡å, cuenta.
Excav¨® como un arque¨®logo. ¡°Yo estudi¨¦ Historia, donde trabajas con fuentes y archivos. En Fonta¨ªnhas era como si pudiera poner en pr¨¢ctica algunas cosas de la Historia, ir al fondo de las cosas, traer a la superficie. Comenc¨¦ a trabajar en cosas que hasta entonces eran invisibles. Tomar la vida completa de un inmigrante como la persona que es y no solo con los problemas del inmigrante. Finalmente lo que me gustaba hacer y el cine se encontraron, que es un trabajo pr¨®ximo a la investigaci¨®n y hacerlo de forma econ¨®mica, consecuente, adaptado a lo que tengo enfrente. No puedo filmar en sitios como Fonta¨ªnhas con la maquinaria poderosa y capitalista del cine, que son camiones, maquilladoras, c¨¢terings y croquetas, que muchos consideran indispensables y no lo son¡±.
Sus pel¨ªculas son baratas. Calcula que cuestan cien veces menos que una espa?ola o mil veces menos que una estadounidense. ¡°Pero yo tengo todo el tiempo que quiero y todas las personas que trabajan conmigo son pagadas casi con lo mismo¡±. Pedro Costa tambi¨¦n se ha salido de la distribuci¨®n convencional. Pel¨ªculas como Caballo dinero (2014) son dif¨ªciles de encontrar en salas comerciales, aunque el director ha logrado conectar con un p¨²blico fiel que, en su opini¨®n, podr¨ªa aumentar si la cr¨ªtica no lo describiese como ¡°elitista¡±. ¡°No es raro¡±, compara, ¡°que las llamadas pel¨ªculas comerciales portuguesas tengan entre 7.000 y 10.000 espectadores en 50 o 60 salas del pa¨ªs. A m¨ª, como mucho, me dan tres o cuatro salas en Lisboa, Oporto y poco m¨¢s. Mis pel¨ªculas rondan los 5.000 espectadores, en medio de esta esquizofrenia, no me puedo quejar¡±.
Internet, adem¨¢s, ha propulsado su proyecci¨®n internacional, en parte gracias a sitios piratas que le agradan m¨¢s que las plataformas como Netflix, Amazon o Disney. ¡°Son grandes potentados que van a controlarlo todo, influir en el gusto e inflacionar los salarios. Ofrecen 1.500 euros a la semana a un joven como primer asistente de c¨¢mara, que no come y trabaja m¨¢s de 16 horas al d¨ªa, es algo inhumano, una explotaci¨®n contra la que millones de personas han luchado con armas y palabras¡±, lamenta. ?l no persigue p¨²blicos masivos. ¡°Eso es el sue?o de los ministros de Cultura, de los institutos y los festivales de cine. No es mi mundo, es un ambiente sometido al poder, muy pendiente del dinero e ignorante en materia de cine. La colonizaci¨®n americana est¨¢ consumada, tambi¨¦n los intelectuales portugueses hacen cabriolas ante las series de moda y presumen de no haber visto nunca una pel¨ªcula de Manoel de Oliveira¡±.
La colonizaci¨®n americana est¨¢ consumada. Los intelectuales portugueses presumen de no haber visto nunca una pel¨ªcula de Manoel de Oliveira
Fonta¨ªnhas, el mundo que Costa conoc¨ªa ¡°mil¨ªmetro a mil¨ªmetro¡±, ya no existe. ¡°Sab¨ªa d¨®nde hab¨ªa ocurrido un crimen o un desalojo. Consegu¨ª que el barrio fuese parte de m¨ª como lo era para ellos, sin yo pretender ser uno de ellos. Soy un extranjero, siempre lo fui y siempre quise serlo, pero era mi barrio tambi¨¦n. Aquellas casas pertenecen m¨¢s a las personas que los nuestras. Ellos las constru¨ªan por necesidad, piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, pobres, feas, pero hechas por sus manos, que es completamente diferente. Yo fui all¨ª y comprend¨ª esas cosas y que era necesario que las personas fuesen mi objeto de trabajo, no mis ideas lindas a lo Bergman o Tarkovski, porque creo que eso es una fantas¨ªa triste que lleva al mundo a un sitio triste¡±.
Tras la demolici¨®n, sus vecinos se realojaron en barrios sociales de la periferia de Lisboa. Pero lo que fue est¨¢ en pel¨ªculas como En el cuarto de Vanda (2000) o Juventud en marcha (2006). Ellos le han dado un cine en el que creer y ¨¦l les ha devuelto una memoria amenazada: ¡°Con Vitalina, que es una pel¨ªcula sobre el duelo, comprend¨ª c¨®mo se siente la p¨¦rdida de cosas. Los j¨®venes de la Cova da Moura me dec¨ªan en las proyecciones que ya no recordaban esos altares como el que hace Vitalina. Es algo que se perdi¨® porque las personas no tienen tiempo ni pensamiento para poder hacerlo. Nuestras vidas se han vuelto una locura absoluta que nos lleva incluso a olvidar a los muertos, pero nosotros necesitamos eso y es un trabajo que puede ser hecho por el cine, el teatro, la m¨²sica o la pintura¡±.
Al director portugu¨¦s, que esta semana participa en el 60? Festival Internacional de Cine de Gij¨®n, le investigan en las universidades y le exhiben en los museos como paradigma del cine de autor art¨ªstico. Teorizan sobre esa filmograf¨ªa que ¨¦l construye con tres personas y equipos digitales de aficionados. Mientras los dem¨¢s envuelven su obra con ropajes intelectuales, ¨¦l lo desnuda de todo lo secundario: el casting, el catering, el tr¨¢iler, el estr¨¦s, el presupuesto. Rueda sin guion previo, duerme a veces en un colch¨®n en la casa de sus actores, dialoga con sus protagonistas hasta encontrar lo que quiere contar. El cine que ha elegido hacer es un h¨ªbrido extra?o entre el documental pegado a la realidad y la ficci¨®n creada ante la c¨¢mara. Sus protagonistas, Vanda, Ventura o Vitalina, se interpretan a s¨ª mismos. ¡°Ellos pueden ser tan impresionantes como Robert de Niro o Meryl Streep. Son horas y horas de trabajo. La c¨¢mara sirve para buscar y no para fingir cosas¡±.
Costa no comparte ¡°la carga rom¨¢ntica¡± que envuelve el cine ni la visi¨®n del director como un pensador del mundo. Sobre lo primero explica: ¡°Tiene misterio, magia, fotogenia, un deslumbramiento en la pantalla. Es dif¨ªcil deshacerse de esta grasa que lo envuelve y tener una idea m¨¢s sencilla del cine. Cuando muestro mis pel¨ªculas en Los ?ngeles, les intriga c¨®mo est¨¢n hechas y siempre les digo que no hay secretos, que hay una racionalidad que tiene que ver con lo que el mundo es y con la eliminaci¨®n de otras mentiras como que el cine es muy caro y que solo algunas personas con mucho talento pueden hacer¡±. Sobre lo segundo, reflexiona: ¡°Tiene d¨¦cadas de sedimentaci¨®n esta idea de que un cineasta es un fil¨®sofo, de que Tarkovski, Fellini o Bergman no son solo cineastas, son tambi¨¦n maestros de filosof¨ªa, pol¨ªtica, sociolog¨ªa, ven todo antes que los dem¨¢s y no s¨¦ qu¨¦¡ Lo curioso, desde mi punto de vista, es que estos cineastas fil¨®sofos son los menos subversivos y revolucionarios. Godard, que muri¨® hace poco, s¨ª era un investigador, pero ¨¦l no ten¨ªa una idea del mundo. Consideraba la c¨¢mara un telescopio y microscopio a la vez, ve¨ªa cosas peque?as que nadie tiene la paciencia de ver¡±.
Al principio de la entrevista, el director cerr¨® las contraventanas. Sus pel¨ªculas tambi¨¦n discurren en penumbras y claroscuros que, para su disgusto, se comparan con los de Caravaggio. La pintura que le gusta es la de Brueghel y los paisajistas flamencos que retratan molinos y cielos: ¡°Aquello es un sue?o, lo que el mundo podr¨ªa haber sido y no fue. Si para m¨ª tiene alg¨²n inter¨¦s extraordinario Caravaggio es porque pintaba lo que ve¨ªa, una ventana peque?a hacia un N¨¢poles muy pobre¡±.
Es la lectura art¨ªstica de su obra la que le ha abierto la puerta a instituciones como la Tate, el George Pompidou, la Fundaci¨®n Serralves y ahora la Virreina de Barcelona, que ha coproducido en colaboraci¨®n con la Fundaci¨®n Luis Seoane de A Coru?a la muestra Canci¨®n de Pedro Costa, comisariada por el artista Javier Codesal. Aunque al cineasta le interesan esos espacios, se siente muy lejos de ciertos discursos tanto de acad¨¦micos como de periodistas, que han llegado a retratarle como ¡°el Beckett del cine¡±. ¡°Ese me molesta particularmente, es un desprop¨®sito, forma parte de la falta de la cr¨ªtica del cine, que dej¨® de hacer el acompa?amiento que hac¨ªa. Ahora hay muchos estudios en universidades como la Pompeu Fabra de Barcelona, la Nova de Lisboa, Harvard o Berkeley, donde hay fil¨®sofos y gente relevante a ense?ar sobre cine, se ha formado una clase de profesionales de los estudios f¨ªlmicos en campos segmentados, algunos absurdos y abstrusos. Yo tengo dificultad para leer esos trabajos, me parecen grandes fantas¨ªas te¨®ricas¡±.
Su motivaci¨®n est¨¢ m¨¢s cerca del abuelo sastre: ¡°?l sab¨ªa lo que es buen traje, t¨² puedes hacer un traje bueno con un tejido modesto. Esta es mi idea del cine: hacer con un tejido modesto el mejor traje del mundo¡±.
Canciones pasadas y futuras en Barcelona
En 2009 Pedro Costa estrenó una película que nada tenía que ver con el universo de Fontaínhas. Ne change rien es un documental sobre el trabajo creativo de la actriz y cantante francesa Jeanne Balibar mientras ensaya, actúa y graba el disco Slalom Dame. “Esa película fue una sonda lanzada hace más de una década hacia un probable trayecto en el futuro”, escribe el artista Javier Codesal en su ensayo Canción de Pedro Costa, editado en paralelo a la exposición que se inauguró en octubre en el centro de La Virreina, en Barcelona, y que luego viajará a la Fundación Luis Seoane, en A Coruña.
Codesal, que ha comisariado esta muestra que gira alrededor del rostro y la voz, cree que Vitalina Varela “culmina de algún modo un trayecto visual y narrativo” del director portugués. Cinco de las diez obras que se muestran, agrupadas en Canciones para evitar el suicidio y Nuestras voces no cantarán más, han sido realizadas expresamente para esta exposición. Dos canciones proceden de la pieza de teatro musical As Filhas do Fogo (2016), que realizó junto a Os músicos do Tejo y vecinos de los barrios. “Esa experiencia me gustó mucho y quiero llevarla al cine. La manera como se trabaja la música es un sueño”, destaca Costa.
En un cine construido desde la oralidad como el suyo, el canto es un elemento natural. “Esta exposición marca un poco hacia dónde va a ir Pedro Costa”, vaticina Codesal, también cineasta que admira la defensa férrea de su independencia de su colega portugués. “No ha perdido", subraya, "un ápice de libertad para entrar en un comercio mayor”.
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