La cruz de Vitalina
Su marido emigr¨® a Portugal y la abandon¨® con sus hijos en Cabo Verde. La campesina Vitalina Varela deslumbra interpretando su propia vida en una pel¨ªcula de Pedro Costa, una de las grandes figuras del cine de autor.
Por qu¨¦ le gustan tanto los santos, Vitalina?
¡ªMe gustan porque estoy sola y me hacen compa?¨ªa.
A veces, cuando va al cementerio, rescata alguna figurita religiosa que se encuentra tirada, se la trae a casa y la limpia de tierra.
En la mesilla de los santos tambi¨¦n tiene un Cristo cargando la cruz. Lo mira con sus bellos ojos, almendrados y oscuros, y sentencia.
¡ªEl peso de esa cruz no tiene fin.
Vitalina Varela dice que su cruz fue su marido y que su muerte la liber¨®; y da un giro de baile y sonr¨ªe en su casa pobre de Cova da Moura, un barrio de emigrantes de mayor¨ªa caboverdiana a las afueras de Lisboa.
Aqu¨ª muri¨® en el a?o 2013 su esposo, Joaquim de Brito Varela, que olvid¨® a su familia, se perdi¨® por los callejones, bebi¨® y bebi¨®, estuvo preso, y que tanto se abandon¨® que nadie estuvo a su lado cuando se fue.
De ni?os eran vecinos en Cabo Verde. Se hicieron novios cuando ella ten¨ªa 17 a?os y ¨¦l 20. Vitalina recuerda que era un joven bien plantado, valiente y que la quer¨ªa. Joaquim emigr¨® desde la excolonia portuguesa a Lisboa. Le prometi¨® que pronto se la llevar¨ªa a Portugal. Pasaron d¨¦cadas y nunca cumpli¨® su promesa. Ella se pasar¨ªa la vida esperando a que le enviase un billete de avi¨®n.
En 1980 se casaron por poderes. Vitalina en Cabo Verde y Joaquim en Lisboa. ?l le mand¨® el traje de novia y ella lo visti¨® en una ceremonia de la que conserva una foto en la que aparece de blanco. Sola, joven y triste.
Muchos a?os despu¨¦s, Pedro Costa estaba un d¨ªa en Cova da Moura, vio abrirse la puerta de una vivienda y apareci¨® ella, ¡°toda de luto y con aquel rostro de sufrimiento. Creo que la pel¨ªcula naci¨® justo en ese momento, cuando nos miramos a los ojos¡±.
?l vio a una mujer de semblante tot¨¦mico ¡°que por s¨ª solo ya merec¨ªa una pel¨ªcula¡±. Ella, a un var¨®n de mirada grave y fisonom¨ªa de c¨ªngaro.
Vitalina Varela, un largometraje sobre la vida de la propia Vitalina en el que ella se interpreta a s¨ª misma, es la ¨²ltima obra de Costa. En 2019 gan¨® el premio a mejor pel¨ªcula en los festivales de Locarno y Gij¨®n. A partir del 16 de octubre se podr¨¢ ver en Espa?a en cines en versi¨®n original, distribuida por la cooperativa Numax.
El selecto jurado de Locarno distingui¨® como mejor actriz a Vitalina, una campesina que no hab¨ªa pisado un cine hasta los 54 a?os.
Ella recogi¨® el premio con el pa?uelo tradicional de la mujer caboverdiana en la cabeza y habl¨® en criollo, el idioma de su tierra que mezcla portugu¨¦s con elementos africanos. En la ciudad suiza fue vitoreada. Incluso le pidieron aut¨®grafos. Ella disfrut¨® mucho visitando el santuario cat¨®lico de la Madonna del Sasso.
Pedro Costa tiene un a?o m¨¢s que Vitalina. Es de 1959 y naci¨® en Lisboa. Su padre y su madre eran periodistas. Se separaron cuando ten¨ªa dos a?os y se qued¨® con ella, Albertina, hasta que falleci¨® cuando ¨¦l ten¨ªa solo 13 y fue a vivir con su padre. En 1975 tuvo lugar la Revoluci¨®n de los Claveles y Lu¨ªs Filipe Costa, su padre, fallecido el pasado verano, hizo historia en su pa¨ªs al leer en la radio el primer comunicado program¨¢tico de los militares que derrocaron la dictadura.
El muchacho creci¨® en plena efervescencia revolucionaria. ?l y sus amigos tuvieron una banda punk a la que de tan radicales no pusieron ni nombre. ¡°Todos toc¨¢bamos, todos hac¨ªamos fanzines y todos hac¨ªamos poes¨ªa constructivista rusa¡±, cuenta en una terraza de la plaza de Rossio con la iron¨ªa compasiva de la madurez. Detr¨¢s de Costa, un franc¨¦s de pelo blanco toma un gin-tonic, fuma en pipa y lee Le Canard Encha?n¨¦.
A finales de los setenta asisti¨® a un ciclo de cine en el que se empap¨® de cl¨¢sicos americanos como su reverenciado John Ford ¡ª¡°el cineasta m¨¢s experimental de todos los tiempos¡±¡ª. Hizo la carrera de Historia. Luego se form¨® en la Escuela de Cine.
Hoy Costa es uno de los grandes nombres del cine de autor con un estilo sin concesiones: l¨®brego, lento, de gran fuerza po¨¦tica y muy pol¨ªtico por el mero hecho de enfocar con su c¨¢mara hacia las personas y los lugares a los que nadie presta atenci¨®n.
En el a?o 2000 rompi¨® con los esquemas convencionales de la industria del cine con En el cuarto de Vanda, un documental ficcionalizado de tres horas cuya protagonista es una joven que fuma hero¨ªna en su habitaci¨®n. Lo rod¨® ¨¦l solo estando a su lado con una asequible c¨¢mara digital Panasonic DVX 100. A partir de esa obra apost¨® por reducir dr¨¢sticamente el coste de sus producciones a cambio de ganar tiempo para trabajar de forma paciente y meticulosa.
Desde entonces ha centrado su labor en la misma zona obrera de Lisboa, y profundizado en ese h¨ªbrido entre documental y teatro en el que los protagonistas son los int¨¦rpretes de sus propias vidas. Son a la vez la persona y el personaje, cosa que, al fin y al cabo, siempre somos todos.
¡°Nuestros rodajes son obsesivos, intensos y pobres¡±, dice Costa, quien se integra durante meses en el mundo de sus personajes, que siguen con sus vidas con Pedro por el medio. En el libro Un mirlo dorado, un ramo de flores y una cuchara de plata, dice sobre el rodaje de En el cuarto de Vanda: ¡°No era muy solemne. No hab¨ªa ayudantes ni silencio y se cortaron mil tomas porque su mam¨¢ ven¨ªa a decir que la sopa estaba lista¡±.
El equipo base que hizo Vitalina Varela lo formaron siete personas. El rodaje dur¨® casi dos a?os. Tan solo en la secuencia de 14 segundos en la que se ven los pies de ella, descalzos e hinchados, bajando la escalerilla del avi¨®n que la trae desde Cabo Verde, emplearon cuatro d¨ªas enteros.
Despu¨¦s de Vanda, el director trabaj¨® con un alba?il caboverdiano jubilado llamado Ventura, que protagoniz¨® sus pel¨ªculas Juventud en marcha (2006) y Caballo Dinero (2014). En esta ¨²ltima ya aparec¨ªa Vitalina, y Costa descubri¨® en ella el potencial espec¨ªfico para su siguiente proyecto, Vitalina Varela: ¡°La historia de la di¨¢spora caboverdiana abordada desde el punto de vista de la mujer¡±.
Guisando en casa, ella cuenta que fue la sexta de una docena de hijos leg¨ªtimos de su padre. No sabe cu¨¢ntos tuvo fuera del matrimonio. A los siete a?os empez¨® a arar el campo. Pronto tambi¨¦n comenz¨® a tener que criar a sus hermanos menores y a cuidar del ganado. Cuando se cas¨® con Joaquim, pens¨® que vivir¨ªa con ¨¦l en Portugal o, a¨²n mejor, que quiz¨¢ volviese y formasen una familia en Cabo Verde y tuviesen vacas, un burro, cabras, unas gallinas y sembrasen frijoles y mandioca y ma¨ªz y todas las cosas de por all¨¢.
Joaquim solo regres¨® dos veces de vacaciones. Una en 1995 en la que ella se qued¨® embarazada de su hija J¨¦ssica, y otra en 1999 tras la que tuvo a su segundo hijo, Bruno, al que Joaquim no conocer¨ªa porque nunca volvi¨® ni los quiso con ¨¦l en Portugal.
Al morir su marido, viaj¨® por primera vez a Lisboa para su entierro. Lleg¨® tarde por problemas de visado. Desde aquel momento ha permanecido en la vivienda de ¨¦l como en una larga catarsis. Pero hoy ya no viste de negro, ha ganado un dinero con su salario de la pel¨ªcula, est¨¢ reformando la casa y esperar¨¢ a que sus hijos puedan venir de Cabo Verde para legarles su herencia e irse: ¡°Yo quiero volver a mi tierra querida¡±.
Joaquim ha sido el ¨²nico hombre con el que ha estado y no quiere saber nada de ninguno m¨¢s.
¡ªTodo hombre es traicionero, empezando por mi padre ¡ªdice.
La hermosa Vitalina teje tranquila. ¡°El buen cine¡±, reflexiona su amigo y director Pedro Costa, ¡°puede ser la mejor arma de venganza¡±.
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