Galer¨ªa de las Colecciones Reales: un peque?o Hermitage en Madrid
El museo, que se inaugura este jueves, es el proyecto m¨¢s destacado en Espa?a en d¨¦cadas y marcar¨¢ un paseo obligado para locales y visitantes: no existe en la capital otra propuesta que establezca un di¨¢logo entre obras de grandes maestros y otros objetos dispares
Todo aquel que haya visitado el Hermitage en San Petersburgo recordar¨¢ una sensaci¨®n in¨¦dita en los museos madrile?os, por otra parte sobresalientes: sus espacios no solo albergan cuadros o esculturas. El factor diferencial del Hermitage es la variedad de sus colecciones, que incluso hace a?os permit¨ªa reflexionar sobre una cuesti¨®n hoy en boga: c¨®mo establecer museogr¨¢ficamente el di¨¢logo entre objetos en apariencia dispares y hasta ¡°menores¡± respecto a la producci¨®n de los grandes maestros; objetos de uso o que fueron de uso ¡ªcarrozas, cristales, porcelanas, plater¨ªa¡¡ª; los que al final constituyen el coraz¨®n de las colecciones reales europeas. Sobre todo, qu¨¦ puede aportar ese di¨¢logo a la hora de revisar nuestras categor¨ªas estancas, c¨®mo puede transformar las historias que van contando las piezas variopintas, una al lado de otra, durante el recorrido.
La conversaci¨®n entre la carroza, el huevo de Faberg¨¦ o el cuadro de un maestro cl¨¢sico que asombra a los visitantes en el Hermitage es lo que se echaba de menos en esta ciudad; cierta mezcla de objetos fascinantes y heterog¨¦neos que juntos, y sobre todo museados ¡ªpues una pieza se percibe de forma muy diferente en un palacio o en un museo¡ª, construyen narraciones sorprendentes a los ojos del visitante.
Esa conversaci¨®n tiene ya su lugar desde este jueves en Madrid, en un edificio al lado del Palacio Real al que se accede por una entrada discreta que no permite sospechar la contundencia del espacio interior: m¨¢s de 40.000 metros cuadrados, distribuidos en siete pisos. El reci¨¦n inaugurado edificio de la Galer¨ªa de las Colecciones Reales, dise?ado por Tu?¨®n y Mansilla ¡ªmuerto el ¨²ltimo prematuramente sin ver la obra acabada¡ª, tras ganar un concurso internacional, es el contenedor para el proyecto ideado desde Patrimonio Nacional, cuya filosof¨ªa primera es tratar de acercar dicho patrimonio a los ciudadanos; permitir que lo hagan suyo porque es suyo. De hecho, a pesar de haber sido los objetos atesorados, generaci¨®n tras generaci¨®n, por los monarcas espa?oles ¡ªmuchos, coleccionistas sagaces¡ª, se trata de unas colecciones p¨²blicas. Es la diferencia notable frente a las de la monarqu¨ªa brit¨¢nica ¡ªtambi¨¦n parlamentaria¡ª, propiedad de la familia real. Todos recordamos la reciente noticia de los 32.000 cisnes, herencia personal del rey Carlos de Inglaterra a la muerte de su madre, la reina Isabel.
Aunque se deber¨ªa tal vez empezar por el principio de este proyecto de Estado, en sus or¨ªgenes ligado al Gobierno de Aza?a. Si el concurso internacional fue convocado en 2002, la obra se terminaba en 2015 tras algunos retrasos, en parte debido al descubrimiento de unas ruinas arqueol¨®gicas, un buen trecho de la muralla ¨¢rabe de Madrid, que los arquitectos ganadores ¡ªlos citados Tu?¨®n y Mansilla¡ª decidieron incorporar al proyecto y que es hoy visitable, uno de los puntos de mayor atractivo en el paseo. Otros acontecimientos fueron retrasando la apertura, que se produce por fin ahora, dos d¨¦cadas despu¨¦s de la convocatoria del concurso.
El edificio, una pieza arquitect¨®nica cuyo interior merecer¨ªa la pena visitar incluso sin piezas expuestas, tiene un toque elegante, con algo a la vez eficaz, d¨²ctil y en este caso majestuoso, por las piezas de gran tama?o que tiene que albergar. En momentos del recorrido, organizado a trav¨¦s de rampas para ir movi¨¦ndose por las salas enterradas a la manera de la ampliaci¨®n del Lourvre, se abren ventanales donde los jardines del Campo del Moro parecen entrar en el edificio, habitarlo. No est¨¢ mal como met¨¢fora, ya que Patrimonio Nacional no solo aglutina y tiene bajo su tutela palacios y conventos excepcionales ¡ªdesde El Escorial o Aranjuez y La Granja a las Descalzas, Las Huelgas o Yuste¡ª, sino un ingente patrimonio relacionado con la protecci¨®n del medio natural y de enorme importancia para la instituci¨®n.
Pero, ?qu¨¦ pasa con la arquitectura desde fuera y desde abajo, cuando vamos caminando por Madrid R¨ªo entre Matadero y la Ermita de la Virgen del Puerto? Confieso que tambi¨¦n me perturbaba al principio: ?qu¨¦ hace ese edificio rompiendo la visi¨®n del Palacio Real a la cual estamos acostumbrados? Y confieso tambi¨¦n que me cost¨® acertar a ver el bloque como el muro de contenci¨®n que estaba en la mente de los arquitectos, si bien ahora, despu¨¦s de paseos y miradas, me he reconciliado con la propuesta, igual que al cabo de los a?os no concebir¨ªamos el Met o el Prado sin sus ampliaciones o esa pir¨¢mide del Louvre que durante un largu¨ªsimo tiempo nadie entend¨ªa qu¨¦ hac¨ªa all¨ª. Sea como fuere, este tema, en boca de muchos, nos coloca frente a una cuesti¨®n nada sencilla: la pertinencia de la intervenci¨®n ¡ªy hasta d¨®nde¡ª en los edificios hist¨®ricos. Pese a todo, la arquitectura ha ido sufriendo inevitables transformaciones a lo largo de la historia ¡ªun buen ejemplo son las propias catedrales¡ª y, en cualquier caso, mejor una intervenci¨®n contempor¨¢nea medida y no el ejercicio de historicismo en la catedral de la Almudena, que contamina radicalmente el entorno del Palacio Real.
?Qu¨¦ encontraremos dentro del contenedor durante la visita? Convendr¨ªa aclarar, en primer lugar, que no se trata de un museo, sino de una galer¨ªa, la Galer¨ªa de las Colecciones Reales, explica la directora, Leticia Ruiz, antes conservadora de Museo del Prado. Dicho de otro modo, la labor de la instituci¨®n es servir de escaparate ¡ªde galer¨ªa¡ª para un patrimonio de m¨¢s de 170.000 piezas, repartidas entre los citados museos y conventos, unidos a otros ¡°activos¡± menos conocidos para buena parte de la poblaci¨®n, si bien custodios de fondos inigualables desde el punto de vista hist¨®rico y documental. Me refiero al archivo y la biblioteca de Palacio, donde se guardan tesoros bibliogr¨¢ficos y fotogr¨¢ficos que van asomando de manera t¨ªmida, aqu¨ª y all¨¢, en el recorrido de la Galer¨ªa, entre otros el C¨®dice Trujillo del Per¨², un manuscrito con dibujos en acuarela y plumilla de finales del XVIII, procedente de la Real Biblioteca.
La Galer¨ªa hace alarde de un discurso abierto y, a pesar de que la mayor parte de las obras conformar¨¢n su exposici¨®n permanente, m¨¢s de un 30% de las 650 piezas mostradas rotar¨¢n entre la galer¨ªa y su lugar de origen. Nada de qu¨¦ preocuparse: no se trata de vaciar de contenido palacios y conventos, al contrario. Algunas de las piezas exhibidas son ¡°pr¨¦stamos temporales¡± y en ning¨²n caso se ha despojado a los lugares de origen de la totalidad de tesoros m¨¢s preciados. Se trata de propiciar el di¨¢logo entre piezas, que se revalorizar¨¢n, ya que en el contexto de un palacio o un convento tantas obras pasan desapercibas a los ojos menos entrenados (e incluso a los muy entrenados). Contemplar las obras en la galer¨ªa de Madrid animar¨¢ al visitante ne¨®fito a visitar los lugares de origen, a tratar de conocerlos mejor.
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As¨ª, dos de los cuadros m¨¢s emblem¨¢ticos ¡ªun patinir de El Escorial y un caravaggio del Palacio Real¡ª subrayan su potencia en este montaje, igual que la poderosa escultura en madera de Luisa Rold¨¢n ¡ªbastante desapercibida hasta ahora¡ª o las columnas de Churriguera, que abren el recorrido de la colecci¨®n, y que antes se encontraban junto a la puerta de Inc¨®gnita en el Palacio Real. O la Virgen de Lavinia Fontana, artista a la cual dedic¨® una muestra en el Prado Leticia Ruiz, tambi¨¦n en El Escorial. La inauguraci¨®n de la Galer¨ªa ha sido, adem¨¢s, una estupenda ocasi¨®n para restaurar tantas de esas piezas donde se evidencia la riqueza y variedad de la propia colecci¨®n: pinturas, esculturas, tapices, muebles, carrozas, libros, abanicos, bronces, porcelanas, bordados, fotograf¨ªas, relojes; objetos unidos a las industrias del lujo ¡ªLa Real F¨¢brica de Tapices de Madrid; la de Cristales de La Granja; la de Porcelana en el Buen Retiro en Madrid, con laboratorio de piedras duras y mosaico; la de Tejidos de Seda en Talavera de la Reina y Valencia; la de Relojes o la de Plater¨ªa de Mart¨ªnez, en Madrid¡ª que revelan un potente entramado comercial a partir del XVIII y que podr¨ªan inaugurar un camino inexplorado para la recuperaci¨®n de la alta artesan¨ªa hoy, a partir de talleres o actividades formativas.
Es apasionante presenciar el di¨¢logo entre las piezas coleccionadas al cabo de los siglos por las dos dinast¨ªas ¡ªBorbones y Austrias¡ª, en un recorrido cronol¨®gico con un montaje inteligente que flexibiliza el trayecto y potencia relatos cruzados donde se rompe lo temporal y se anima lo tem¨¢tico. Es emocionante ver entretejidos los peque?os universos que crean los objetos en cada uno de los reales sitios; ver la conversaci¨®n que se establece entre los tapices inspirados en El Bosco sobre cartones de Pieter Brueghel El Viejo de mediados del XVI; la c¨®moda de Mattia Gasparini, Jos¨¦ Canops y Antonio Vendetti; la pericia miniaturista de Juan de Flandes en un pol¨ªptico que la reina Isabel la Cat¨®lica se llevaba con ella all¨ª donde fuera; un enfriador de la Dinast¨ªa Qing del XVIII y coleccionado por Isabel Farnesio, protagonista de otro ¨¢mbito explorado en el recorrido: mujeres mecenas y coleccionistas y patronatos reales femeninos, los espacios donde monjas y patronas desarrollaban su mecenazgo art¨ªstico.
La visita despertar¨¢, seguro, una enorme curiosidad y entusiasmo ante la calidad y variedad de los tesoros y, de hecho, solo decae en el siglo XX, por diversas cuestiones que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra historia reciente. Queda la pregunta inc¨®moda que algunos se hacen: ?era necesario llevar a cabo un proyecto tan costoso en tiempo y en recursos? ?No hubiera sido mejor emplear los fondos en otros museos ya en marcha y necesitados de apoyo? Comprendo lo l¨ªcito de la duda, no obstante, tras 20 a?os de haber puesto en marcha un proyecto parece una pregunta meramente ret¨®rica: hubiera sido peor dejarlo inacabado. Lo ¨²nico que podemos pedir, pues, ahora a la Galer¨ªa de las Colecciones es que nos ofrezca una propuesta atractiva y seria, que ponga en valor las colecciones, y eso, al menos en mi opini¨®n, lo han conseguido. Ser¨¢ un paseo obligado para locales y visitantes. Una primera visita entre muchas, presiento, porque la propuesta es riqu¨ªsima y merecer¨¢ la pena volver.
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