¡®El problema final¡¯, de Arturo P¨¦rez-Reverte: encerrados con el juguete del ingenio
El escritor firma un eficaz homenaje a la ficci¨®n policial con un crepuscular trasunto de Sherlock Holmes como protagonista y una muy literaria concepci¨®n del crimen
El 16 de octubre de 1936, a los 15 d¨ªas de iniciar su colaboraci¨®n en la revista para amas de casa El Hogar, Borges estableci¨® los cuatro requisitos esenciales de la novela policial: explicitud de todos los t¨¦rminos del problema, econom¨ªa de personajes y recursos, primac¨ªa del c¨®mo sobre el qui¨¦n, y soluci¨®n necesaria y sorprendente pero no sobrenatural. Lo hizo para afirmar que la ¨²ltima novela de su dilecto Ellery Queen (Halfway House) los cumpl¨ªa. Unos meses despu¨¦s, en junio de 1937, volv¨ªa a escribir sobre ese autor ap¨®crifo creado por Frederick Dannay y Manfred B. Lee (de igual modo que Bioy y ¨¦l mismo alumbraron por entonces a H. Bustos Domecq para contar los casos del par¨®dico detective Isidro Parodi) y en esta ocasi¨®n se deten¨ªa en ¡°un problema de inter¨¦s perdurable: el del cad¨¢ver en la pieza cerrada¡±, que hab¨ªa nacido en el cuento Los asesinatos en la Rue Morgue, de Edgar Allan Poe, del que descend¨ªan, en gozosa exhibici¨®n de ingenio, piezas maestras como El misterio del cuarto amarillo, de Gaston Leroux. Refiero todo esto porque la novela que acaba de publicar Arturo P¨¦rez-Reverte, cuyo t¨ªtulo remite a uno de los mejores relatos de Arthur Conan Doyle, cumple con todos los requisitos borgianos y, adem¨¢s, lo hace desarrollando con elegante destreza un locked-room puzzle.
Pero eso no es todo, porque P¨¦rez-Reverte no solo se propone armar con precisi¨®n el mecanismo interno de un misterio que arrastre y desaf¨ªe al lector, con sus efectos logrados de m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, sino que quiere tributar un homenaje a la ficci¨®n policial (y a trav¨¦s de ¨¦l a la literatura llamada popular) y al cine cl¨¢sico de los a?os treinta a los cincuenta, cuyas estrellas chisporrotean en los di¨¢logos con su resplandor p¨²blico y con sus vidas turbulentas. Esta dimensi¨®n celebratoria han de aplaudirla con especial fruici¨®n los aficionados al g¨¦nero y a¨²n m¨¢s los conocedores de las historias del detective de Baker Street, de las que Reverte toma abundantes pr¨¦stamos intertextuales que pone en boca de sus criaturas. De hecho, cine y literatura confluyen en el protagonista de la novela, que no es otro que el Sherlock Holmes del celuloide, es decir, el actor brit¨¢nico Basil Rathbone, que aqu¨ª comparece como Hopalong Basil, ya en una etapa crepuscular de su carrera (estamos en el verano de 1960). El enigm¨¢tico suicidio de una inglesa dentro de la peque?a comunidad de veraneantes en la isla griega de Utakos hace que, todos de acuerdo, se encomiende la investigaci¨®n al actor ¡ªal que se le supone contagiado de los atributos del personaje¡ª en tanto no llegue la polic¨ªa.
El elenco de personajes es inmejorable para este ¡®cluedo¡¯ y supera en diversidad al del cuarto cerrado de ¡®Pu?ales por la espalda¡¯
Si la idea de confundir al comediante con su encarnaci¨®n ficticia resulta muy sugerente, m¨¢s productivo es a¨²n proveerle de un doctor Watson espa?ol que se llama Paco Fox¨¢ y escribe bajo seud¨®nimo novelas de quiosco de vaqueros y polic¨ªas, pero que posee, de a?adidura, una consistente teor¨ªa sobre el funcionamiento de la novela policiaca y sus argucias t¨¦cnicas. Las conversaciones entre Basil/Holmes y Fox¨¢/Watson propulsan el desarrollo de la trama con copiosa munici¨®n de citas y gui?os cin¨¦filos y literarios. Pero es cuando se enfrascan en pl¨¢ticas metaliterarias cuando la novela se vuelve ir¨®nicamente autoconsciente y desnuda ante el lector las normas que la sustentan. Por ejemplo, que la ficci¨®n policial exige renunciar a la profundidad psicol¨®gica y, con ella, a ¡°lo que algunos llaman novela seria¡±, puesto que su objetivo consiste en enga?ar al lector, en desafiar deleitosamente su inteligencia.
La prueba de que est¨¢ bien construida es que al lector le sea imposible descubrir al asesino antes de que lo haga el detective (lo dice Fox¨¢), a menos que est¨¦ en el secreto de las reglas y trucos (apostilla Basil). Y para ello el novelista no puede ser honrado o, dicho de otro modo, debe escamotear algunos datos para dificultar la tarea de responder a c¨®mo se cometi¨® el crimen. En su duelo con el lector, no puede perder porque eso reduce su invenci¨®n a una mala novela.
No es para nada el caso de El problema final, que lleva a la pr¨¢ctica estas normas sin dejar de reivindicar el g¨¦nero policiaco como novela seria, aunque la modalidad que m¨¢s estimula a P¨¦rez-Reverte no es el noir, ni el hard-boiled, del que deriva una novela con m¨¢s m¨²sculo que cerebro, sino la que plantea una situaci¨®n que descoloca y reta la inteligencia, la novela enigma que tambi¨¦n excitaba a Borges.
El problema final pertenece a esta categor¨ªa y logra mantener la incertidumbre hasta el final, con una danza de sospechas, alguna hip¨®tesis desacertada (tambi¨¦n aqu¨ª se reflejan los patinazos del Holmes de Conan Doyle, como se homenajean a los enemigos Moriarty y la astuta Irene Adler), venganzas y desquites, alg¨²n cambio de identidad y una muy literaria concepci¨®n del crimen (imaginario) como una de las bellas artes. El elenco de personajes es inmejorable para este cluedo y supera en su diversidad (un exnazi, una superviviente del Holocausto, una diva oper¨ªstica, un productor de cine¡) el de la pel¨ªcula Pu?ales por la espalda (2019), montado tambi¨¦n sobre un esquema de cuarto cerrado. Puro, ingenioso y excelente juego resuelto con una elipsis final algo forzada y tras la que se echa de menos un ¨²ltimo asomo del personaje de Paco Fox¨¢.
El problema final
Alfaguara, 2023
328 p¨¢ginas. 21,90 euros
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.