Las divinas palabras de Ali Smith

Alejada de las pr¨¦dicas est¨¦riles de las que algunos escritores se sirven para aleccionarnos sobre los modos de alcanzar nuestra propia supervivencia, Ali Smith escribe sin gravidez alguna pero con la elocuencia que precisa su voluntad de impugnar la deriva del mundo.

Aqu¨ª es la artista Sandy Gray la que llena la escena en la Inglaterra maculada por el Brexit y abatida por el coronavirus, y una vez m¨¢s al tiempo presente se le yuxtapone un tiempo pasado que trata de esclarecerlo y que es aqu¨ª el de la Edad Media que habita Ann Shaklock, la fe¨¦rica herrera del t¨ªtulo, hostigada pero envuelta en una naturaleza con p¨¢jaros cuyos trinos ¡°parecen palabras humanas¡± (¡°Fui. Fui. Fui. Ah¨ª. Ah¨ª¡±) y que Smith convierte en puro lirismo. Es esta la historia de una cerradura antigua y unas mujeres que se esfuerzan por aferrarse a los detalles cotidianos tratando de deshacerse de la ansiedad que sus vidas les producen, una historia de lucha y de esperanza que trae a la memoria algunas p¨¢ginas de ?Por qu¨¦ ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson, y de La plenitud de la se?orita Brodie, de Muriel Spark y de su narradora Sandy, necesitadas de las palabras, como Smith, para enderezar el mundo.

Fragua, que no acaba de parecer una coda de su Cuarteto estacional sino el exordio de un nuevo ciclo, rubrica los cantos de vida y esperanza que la autora ha encerrado en el i, escrito en tiempo real a un ritmo ins¨®lito ¡ªporque una novela al a?o requiere convicci¨®n adem¨¢s de destreza¡ª y tal vez llevada la autora en volandas por su capacidad de escribir sin los andamios de la ret¨®rica ni la espesura de la hipotaxis, dej¨¢ndose llevar por una idea que nace antes del proceso de redacci¨®n y va gest¨¢ndose conforme la escritura avanza de la mano de frases simples dispuestas a rengl¨®n seguido y de tiempo presente. No se trata del sketching, de aquella escritura urgente de la generaci¨®n beat. Smith no improvisa. Se dir¨ªa en cambio que transcribe textos memorizados despu¨¦s de haberlos escuchado. Tambi¨¦n en esta ¨²ltima novela prevalece el lenguaje oral de las voces confrontadas que se conjuran para transmitir aliento en un contexto siempre desalentador: ¡°As¨ª era la vida. Todo sospechoso. Nada sin corromper¡±. Y su simpleza aparente nos enga?a a la vez que nos impresiona.

Juega con la cursiva y las may¨²sculas para modular el tono, e ilumina algunas palabras del texto como en el teatro el ca?¨®n se?ala al actor. Se sirve a menudo de an¨¢foras y de enumeraciones y series l¨¦xicas ¡ªalgunas tan brillantes como las de Oto?o: ¡°Soy todo el pl¨¢stico del mar. Soy una vieja lata aplastada de cerveza. Soy el carrito de supermercado arrojado al canal (¡­). Soy la voz que no cuenta ninguna historia¡±¡ª y de citas y metatextos y comentarios sobre el propio lenguaje y su uso literario, la sagrada materia prima que hay que desentra?ar (¡°Hola hello hallo. Es una palabra reciente. Pero como todo en el lenguaje, tiene ra¨ªces profundas¡±, ¡°una forma de esta palabra aparece en La balada del viejo marinero, de Coleridge¡±), y se vale de puns y de l¨²dicos ejercicios ling¨¹¨ªsticos con los que ameniza un texto que sigue de cerca una actualidad convulsa y que combate con su luminosidad las razones del desabrimiento. Sin duda contribuye a la inmediatez de su estilo desenfadado la autoconsciencia del narrador (¡±Y ahora volvamos un momentito a la d¨¦cada de 1930¡å, ¡°La historia sigue as¨ª:¡±), y tambi¨¦n contribuyen aqu¨ª al protagonismo del lenguaje sus habituales referencias literarias a textos ajenos y al proceso creativo. A Primavera se asomaban los versos de La nube, de Shelley; Germinal, de Zola o Katherine Mansfield; a Oto?o Aldous Huxley y el relato Los muertos, de Joyce¡­ En Fragua, Sandy lo pasa en grande transfiriendo al ¨®leo (sic) un poema de Dylan Thomas en cuyas palabras se detiene como si observara objetos (¡°me encontraba en la pen¨²ltima, fogatas. Despu¨¦s todav¨ªa me faltaba la palabra todav¨ªa¡±), bromea con La letra escarlata, de Hawthorne, y con la palabra ¡°gules¡±, que recuerda que Shakespeare emplea en Hamlet. Shakespeare est¨¢ en la urdimbre de cada novela suya, y cada novela es una fiesta literaria a la que se convocan escritores, como si quisiera compartir con los lectores la certeza de que la palabra bien temperada es siempre redentora.

Juega con la cursiva y las may¨²sculas para modular el tono, e ilumina algunas palabras del texto como en el teatro el ca?¨®n se?ala al acto¡±.

Smith, en fin, le recuerda permanentemente a su lector que no hay literatura sin celebraci¨®n de la palabra, y que las mejores ideas naufragan en el delicado tr¨¢nsito del pensamiento al lenguaje. Como en el Cuarteto, subyace el discurso de dr¨¢stica denuncia y el deseo de mostrar en el texto el poder de las palabras, que ¡°tambi¨¦n son organismos¡± (Oto?o) a la hora de tratar de hacer frente a la cruda realidad de un clima enloquecido, de la pesadilla de la pandemia, del drama migratorio y del ecol¨®gico, de la crisis de valores, del machismo sist¨¦mico y el feminismo sofisticado, o de los ¡°pol¨ªticos hinchados como globos mientras la gente se ahogaba¡±. Y el humor que destila su estilo contrarresta la decadencia moral que delata su narrativa.

La obra entera de Ali Smith, tan proteica como seductora y comprometida, proclama a voz en grito que el arte no puede desentenderse de la vida y que es lenitivo, redime. Como sentenci¨® en Verano, ¡°lo que hace el arte es existir. Y entonces, al encontrarlo, tambi¨¦n nosotros existimos¡±.

Fragua

Ali Smith
Traducci¨®n de Magdalena Palmer
N¨®rdica Libros, 2023
209 p¨¢ginas. 19,50 euros

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