Las ficciones atemporales de Deborah Turbeville, mucho m¨¢s que una fot¨®grafa de moda
Un monogr¨¢fico y una exposici¨®n reeval¨²an la contribuci¨®n de la artista estadounidense a la historia del medio a trav¨¦s de sus ¡®fotocollages¡¯
Hace poco m¨¢s de dos a?os, entre las miles de im¨¢genes que componen el archivo de Deborah Turbeville (Boston, 1932- Nueva York, 2013), en manos de la Colecci¨®n MUUS, apareci¨® un manuscrito: Passport; Concerning the Disappearance of Alix P. junto con 136 fotocollages con el mismo t¨ªtulo, Passport. Juntos compon¨ªan una especie de fotonovela cuya secuenciaci¨®n adquir¨ªa una doble lectura; autobiogr¨¢fica y de ficci¨®n. Envuelta en una atmosfera oscura y misteriosa, cargada de una extra?a belleza, su protagonista, Alix P, una solitaria dise?adora en la c¨²spide de su carrera, parece estar totalmente desconectada del mundo de la moda en el que transcurre su cotidianeidad. Realizada en los noventa, la pieza sigue el mismo patr¨®n utilizado por la autora para dar forma a sus fotocollages. Pr¨¢ctica que le permit¨ªa dar rienda suelta a su vena experimental y en el que dejaba ver el alcance de un talento art¨ªstico que sobrepasa la etiqueta de fot¨®grafa de moda al que se ha visto reducida. De ah¨ª que, un monogr¨¢fico, Deborah Turbeville: Photocollage (Thames & Hudson) y una exposici¨®n retrospectiva, con el mismo t¨ªtulo, celebrada en Photo Elys¨¦e (Lausana, Suiza), ofrecen una revaluaci¨®n de la contribuci¨®n de la artista estadounidense a la historia del medio fotogr¨¢fico.
A lo largo de su trayectoria, Turbeville ech¨® mano de su archivo para crear una serie de secuencias compuestas por contactos cortados, dobles exposiciones, negativos, copias impresas rasgadas, avejentadas de distintas formas y fotocopiadas. Todo ello sujeto, mediante alfileres en forma de T, sobre un fondo, frecuentemente vasto y tupido, consistente en un papel marr¨®n. Acompa?adas de peque?os textos, las im¨¢genes daban forma a un peque?o relato de final abierto donde resuenan las voces apagadas de un tiempo pasado con la magia del cine mudo. ¡°El car¨¢cter artesanal y su cualidad f¨ªsica otorgaban nuevas posibilidades a la fotograf¨ªa¡±, advierte Nathalie Herschdorfer, comisar¨ªa de la muestra, en uno de los textos que se incluyen en el monogr¨¢fico.
La fot¨®grafa ¡°segu¨ªa la estela de la fotograf¨ªa experimental de comienzos del siglo XX. Dentro de su manera de componer, el collage se convierte en un trabajo manual que la permite crear objetos tridimensionales¡±. No hay nada dejado al azar en la informalidad que desprenden las composiciones. Todo est¨¢ pensado, cada elemento desempe?a su funci¨®n, aunque se trate de una historia que pueda ser reescrita alterando el orden de las im¨¢genes. Unas im¨¢genes pulidas a conciencia y previamente en el cuarto oscuro, donde florece la est¨¦tica de la artista. Su obra es en realidad una meditaci¨®n sobre el medio fotogr¨¢fico, parte de la cual ha pasado desapercibida hasta la fecha y no admite encasillamiento. No se asemeja a la de ning¨²n otro fot¨®grafo, escuela o movimiento ¡°Ten¨ªa su propia t¨¦cnica y estableci¨® sus propias normas. Hoy se podr¨ªa considerar a Turbeville como una de las voces m¨¢s impactantes de la primera mitad del siglo XX¡±, destaca la comisaria.
¡°Sus fotograf¨ªas tienen una cualidad cinematogr¨¢fica¡±, agrega Herschdorfer. Sin embargo la trama siempre permanece elusiva. ¡°Nunca trato de reproducir la realidad, sino de crear un estado de ¨¢nimo¡±, donde las figuras revelan poco pero invitan a imaginar historias. Entre los referentes cinematogr¨¢ficos de la autora se encuentra Alain Resnais, Jean Vigo, Rainer Werner Fassbinder, Michelangelo Antonioni, los cineastas rusos de los a?os veinte y Fritz Lang. De igual forma, la literatura rusa ser¨ªa una continua fuente de inspiraci¨®n.
La t¨¦cnica del collage serv¨ªa a la fot¨®grafa para indagar en la naturaleza reproductible del medio fotogr¨¢fico y en la r¨¦plica en la era de la cultura de masas. Una curiosidad, que, tal y como apunta Felix Hoffmann en uno de los textos, la autora compart¨ªa con Andy Warhol. Aunque el inter¨¦s de este ¨²ltimo en cuestiones de artesan¨ªa era muy limitado, y su obra era mucho menos espontanea e intuitiva que la de Turbeville, utilizando distintos recursos ¡°observaban la fotograf¨ªa como un testimonio de nuestra realidad y del mundo en que habitamos¡±, escribe el historiador. Una realidad donde la imposibilidad de una copia totalmente id¨¦ntica queda puesta en entredicho; la misma imagen dentro de una nueva estructura, enmarcado o composici¨®n tiene como resultado una imagen diferente.
La artista comenz¨® a hacer fotocollages en 1975. El mismo a?o en que el Vogue estadounidense public¨® su controvertida serie Bathhouse. Asegura el cr¨ªtico Vince Aletti que, aunque la artista no hubiese tomado una sola fotograf¨ªa m¨¢s en su vida, por s¨ª solo, aquel despliegue de ocho p¨¢ginas en el que cinco modelos posaban en ba?ador en una casa de ba?os abandonada de Nueva York aseguraron a su autora un lugar en la historia de la fotograf¨ªa de moda. Aquel acercamiento tan poco comercial result¨® un revulsivo dentro de la fotograf¨ªa de moda del momento. Fueron muchos los lectores que protestaron. ?Eran drogadictas o lesbianas? Y, la localizaci¨®n, ?un club de sexo?, ?un fumadero de opio?, ?o una c¨¢mara de gas?
Aun as¨ª, entre 1975 y 2013 la fotograf¨ªa de Turbeville ilustr¨® las p¨¢ginas de las m¨¢s prestigiosas cabeceras, Harper?s Bazaar, Vogue, Nova y The New York Times entre ellas, y sirvi¨® de reclamo para firmas como Calvin Klein, Comme des Gar?ons y Valentino, entre otras muchas. Revolucionar¨ªa de forma radical la fotograf¨ªa de moda, transportando a los lectores a un universo ¨ªntimo y enigm¨¢tico que parec¨ªa estar anclado en las ruinas de un esplendoroso tiempo pasado, poblado por l¨¢nguidas mujeres absortas en sus pensamientos. Mujeres que guardan un curioso parecido f¨ªsico con la autora (?las eleg¨ªa as¨ª a prop¨®sito? ?Se trataba de una proyecci¨®n de sus propios sue?os?). Escenas brumosas, melanc¨®licas y atemporales que se distanciaban de la estereotipada visi¨®n ofrecida por entonces por la industria de la moda.
Eran muy pocas las mujeres que ten¨ªan la posibilidad de publicar sus fotograf¨ªas en las principales revistas, marcadas por la impronta de fot¨®grafos como Helmut Newton o Guy Bourdin, cuyas im¨¢genes, cargadas de fantas¨ªas sexuales y fetichismo, tend¨ªan a reducir a la mujer a mero objeto de deseo. A la fot¨®grafa americana no le interesaban las im¨¢genes n¨ªtidas y precisas. Su potencial se basaba en la atm¨®sfera y en la emoci¨®n m¨¢s que en el impacto gr¨¢fico. ¡°Estaba m¨¢s interesada en interpretar la moda que en promoverla¡±, advierte Herschdorfer. De ah¨ª que no tuviera ning¨²n reparo en transportar a sus lectores a tiempos pasados, consciente de que la fotograf¨ªa de moda est¨¢ dise?ada para vender el presente. Una forma de liberar a la mujer de las imposiciones y clich¨¦s del momento.
Su fascinaci¨®n por la arquitectura del pasado llev¨® a la artista a mantener estudios en Par¨ªs y en San Petersburgo. A adentrarse por las habitaciones desiertas y los largos pasillos del palacio de Versalles (Jacqueline Onassis medi¨® para ofrecerle un acceso sin precedentes), recuperando una magnificencia envuelta en polvo. Im¨¢genes fantasmag¨®ricas que poco ten¨ªan que ver con la lujosa residencia de Mar¨ªa Antonieta a la que de forma habitual remite el entorno. Los edificios neocl¨¢sicos de los alrededores del ?cole des Beaux-Arts tambi¨¦n servir¨ªan de escenario para unas modelos cinceladas, por la imaginaci¨®n de la artista, como la estela inalterada de unas presencias perdidas y olvidadas en el tiempo. Atra¨ªda por la pompa del pasado de la vieja Europa, Turbeville se serv¨ªa de la decadencia y la decrepitud para revivir su gloria. Las fotograf¨ªas se transforman en memoria. Una memoria descolorida y fr¨¢gil, llena de imperfecciones, casi a punto de extinguirse que la fot¨®grafa recupera en un momento de revelaci¨®n. Sin embargo, no hay nada rom¨¢ntico en la mirada de Turbeville, sino inquietante y conmovedor.
De igual forma, la fascinaci¨®n de la artista por las culturas ind¨ªgenas la llevar¨ªa a M¨¦xico y a Guatemala. ¡°Turbeville podr¨ªa considerarse una heredera del realismo m¨¢gico¡±, se?ala Herschdorfer ¡°Con el prop¨®sito de intentar crear algo fant¨¢stico y maravilloso, nunca dej¨® de profundizar en su propio archivo para contar nuevas historias¡±. Como tampoco dej¨® de dar rienda suelta a la fuerte libertad creativa que permea toda su obra.
¡®Deborah Turbeville: Photocollage¡¯. Thames & Hudson. 240 p¨¢ginas. 64 euros.
¡®Deborah Turbeville: Photocollage¡¯. Photo Elys¨¦e. Lausana. Suiza. Hasta el 25 de febrero.
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