Cuerpos hacinados, triturados, aniquilados: el arte que explora la crisis de la humanidad
El MNAC presenta en Barcelona una selecci¨®n de obras europeas de entre 1940 y 1966 que expresan el horror de la Segunda Guerra Mundial y la pesadumbre de la posguerra
?lex Mitrani, conservador del MNAC, fue el director de un libro publicado el a?o pasado, Segones Avantguardes (Grup Enciclop¨¨dia, Univers) en el que 80 especialistas comentaban un centenar de obras, todas entresacadas de la pintura catalana del per¨ªodo 1940-1975. Un volumen excelente; pero lo que lo convert¨ªa en una fiesta para los gustadores de la pintura eran las muchas sorpresas de una selecci¨®n que no se ce?¨ªa a lo consabido. A Ram¨®n Llovet, Antoni Guans¨¦ o a Gon?al Sobrer quiz¨¢ no los esper¨¢bamos, y menos con las obras elegidas. Bien, pues esa misma atenci¨®n a obras concretas, a veces de autores cuyos rasgos m¨¢s caracter¨ªsticos fueron otros, a veces de artistas desde?ados por los selectivos esquemas hist¨®ricos, ha sido el criterio con el que Mitrani ha reunido ahora ¡ªen n¨²mero parecido y dentro de un per¨ªodo similar (1940-1966) aunque ampliando el panorama a Espa?a y Europa¡ª obras que expresan, m¨¢s espec¨ªficamente, el horror de la Segunda Guerra Mundial y la pesadumbre de la posguerra. En tiempos como los nuestros, en los que la guerra expande de nuevo su resonancia mucho m¨¢s all¨¢ de la localizaci¨®n de los acontecimientos, la oportunidad es evidente.
Las guerras no siempre se han reflejado en el arte con el mismo humor. Despu¨¦s de todo, la Gran Guerra despert¨® entre muchos vanguardistas ¡ªApollinaire, entre los poetas, o L¨¦ger entre los pintores¡ª una reacci¨®n euf¨®rica y heroica; estaba la ilusi¨®n por realizar, al fin, la profec¨ªa futurista. Los artistas esperaban una especie de purificaci¨®n, hacia un mundo nuevo. El clima cultural suscitado por la Segunda Guerra fue muy distinto; Mitrani lo evidencia a trav¨¦s de un concepto: la condici¨®n humana, que se extendi¨® por doquier. Era la humanidad la que sufr¨ªa ahora una crisis que pod¨ªa ser apocal¨ªptica, no s¨®lo el sujeto colectivo al que llamamos as¨ª, sino lo propiamente humano y la sacralidad que hasta entonces hab¨ªa cubierto los cuerpos y las almas. La novela de Malraux con ese mismo t¨ªtulo, La condici¨®n humana, es de los a?os treinta, pero las detonaciones de su historia china se oyeron hasta 1949, cuando Mao lleg¨® al poder. Desde entonces, y hasta el de Erich Fromm en los setenta, fueron muchos los libros encabezados as¨ª. Entre ellos, el de Hannah Arendt, en 1958.
Fue Arendt, precisamente, en unos de sus extraordinarios ensayos, quien observ¨® que, cuando la historia es entendida como un proceso lineal, con una trama l¨®gica que apunta a un desenlace, el sacrificio a su costa de las existencias particulares no puede tener ninguna importancia. A los fines y los desenlaces fueron sacrificados, en concreto, millones de cuerpos. Una amarga aflicci¨®n cristaliz¨® en el arte y la cultura europeos de la guerra y la posguerra, y al hacerlo, tambi¨¦n sirvi¨® para dar cauce expresivo al sufrimiento, reduci¨¦ndolo, dom¨¢ndolo.
Los cuerpos fueron hacinados en masa, luego triturados, aniquilados. La forma de esos cuerpos ¡ªLa figura humana despu¨¦s de la guerra, es el subt¨ªtulo de esta exposici¨®n¡ª se convirti¨® a veces en un f¨®sil tenebroso, como en los dibujos de los campos, de Josep Bartol¨ª; en m¨¢scaras yertas, como la del raro Josep Mar¨ªa de Sucre, o las del lusobrit¨¢nico ¡ªpor supuesto inesperado¡ª Francis Newton Souza; en los espectros de Wr¨®blewski, Joan Pon?, Norman Narotzky, o¡ ?Merc¨¦ Rodoreda!; en sarmientos, como en las pinturas de los ¡°miserabilistas¡± Gruber y Buffet, o en el tremendo Cristo de Clav¨¦¡ Por cierto que el imprescindible lado religioso del arte de los cincuenta ¡ªsu espiritualidad, digamos, apof¨¢tica y existencialista¡ª est¨¢ representado por Graham Sutherland, o por las muestras arquitect¨®nicas y escult¨®ricas de Ar¨¢nzazu (Oteiza) o de Nuestra Se?ora del Camino (Subirats).
En la Segunda Guerra Mundial, era la humanidad la que sufr¨ªa una crisis que pod¨ªa ser apocal¨ªptica, no s¨®lo el sujeto colectivo
Hay otra cosa. Ese desd¨¦n por las existencias concretas que observaba Hannah Arendt como una consecuencia de una idea argumental de la historia, tuvo su reflejo en estas figuraciones mortificadas, en las que aquella sacralidad de los cuerpos hab¨ªa sido abolida ¡ªla carne, en fin, sacrificada a la historia¡ª. Pero tambi¨¦n fue bajo esa idea vectorial y progresiva como fue escrita la historia del arte, y su consecuencia fue la criba selectiva de obras y autores que serv¨ªan a los argumentos, al tiempo que se hac¨ªa desaparecer a los otros muchos que resultaban in¨²tiles ¡ªo contrarios¡ª a la trama. Esta exposici¨®n tiene el m¨¦rito de responder, claro est¨¢, a la expectativa de su t¨ªtulo con las obras y los artistas que todos esperamos: Giacometti, Saura, Julio Gonz¨¢lez, Bacon, Picasso, Mir¨®, Germaine Richier¡ Pero, ?qui¨¦n pensaba en una pintura ¡°vangoghiana¡±, por decir algo, de 1945, que nadie atribuir¨ªa a T¨¤pies? ?Y en la visionaria y primitiva Josef¨¢ Tolr¨¢? ?Y en un rec¨®ndito cuadrito de Juana Franc¨¦s? Esto es lo que convierte en excepcional a una exposici¨®n atenta, sobre todo, a las particularidades, m¨¢s all¨¢ de las afiliaciones y los esquemas.
Primo Levi contaba que pas¨® mucho tiempo hasta que los supervivientes de los campos pudieron recordar y narrar lo recordado. El psiquiatra Boris Cirulnyk se ocupa de ello a prop¨®sito de la exposici¨®n. Antes de abandonar el r¨¦gimen concentracionario, el maravilloso pintor Zoran Music tom¨® apuntes urgentes de lo que ve¨ªa: las cuencas hundidas, los cuerpos como ramas¡ Luego, y durante a?os y a?os, el olvido pas¨® por ¨¦l como un b¨¢lsamo, borr¨¢ndolo todo. Pint¨® entonces encantadoras evocaciones de su infancia d¨¢lmata, sus sue?os de felicidad ¡ªtambi¨¦n es lo que hicieron, por su parte, Joan Brotat, del que tanto se ha ocupado Mitrani, o Ram¨®n Rogent¡ª. Cuando pas¨® el tiempo, Music pudo volver a pintar los espacios l¨²gubres en los que se apelmazaban los cad¨¢veres, los manojos de huesos en los que se hab¨ªan convertido. El arte, hecho de distancia con respecto a la vida y a los hechos ¡ªen contra de lo que hoy parece ser t¨®nica general¡ª lo hab¨ªa hecho posible; hab¨ªa concluido un largo camino de sanaci¨®n. Por eso, cada vez que es invocada como lema la fusi¨®n del arte y la vida, o se pretende la supresi¨®n de su mediaci¨®n con un canto a la inmediatez, se comete una irresponsabilidad inexplicable.
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