¡®La ¨²ltima funci¨®n¡¯, de Luis Landero: la ceniza fr¨ªa de los sue?os
El escritor permite que la esperanza se abra paso por los resquicios de la derrota en esta historia que mezcla la gloria pasada de un pueblo vaciado con el encuentro de dos personajes de existencias incompletas
No es verdad que todo pasado fue mejor, tampoco que toda ilusi¨®n y esperanza ser¨¢n desmochadas o defraudadas, pero s¨ª que todos los asuntos humanos, dichosos y desdichados, son pasto de la devoraci¨®n del tiempo. La constataci¨®n de que todo pasa (y pasa de todo) la tiene cualquiera que haya cumplido una cierta edad, pero esa certeza no ha de abocar por fuerza a la melancol¨ªa o el abatimiento sino que, a menudo, conduce a un estado de estoica conformidad con la irreparable finitud de la vida humana e incluso a una celebraci¨®n del esplendor pasado, a una reviviscencia, mediante la memoria y la palabra, de los momentos m¨¢s luminosos de nuestra carrera hacia la nada. Luis Landero es tan consciente de ello que ha construido su ¨²ltima novela, desde la trama a las voces narrativas, con estos mimbres y le ha salido un relato impecable, medido incluso en los excursos o, m¨¢s bien, en lo que parecen excursos, pero se revelan afluentes esenciales de la historia que se cuenta: la de la ¨²ltima ocasi¨®n en que un pueblo castellano pobre y semivac¨ªo, San Alb¨ªn, conoci¨® la gloria antes de extinguirse.
La gloria consisti¨® en la escenificaci¨®n colectiva de una leyenda medieval, el Milagro y Apoteosis de la Santa Ni?a Rosalba, que hab¨ªa sido representada durante siglos hasta caer en el olvido. Pero la coincidencia fortuita en San Alb¨ªn de un antiguo vecino, Tito Gil, que regresa para encargarse de la herencia de su t¨ªa Casilda, y de la atribulada Paula, que llega al lugar por error, propicia una ¨²ltima funci¨®n del viejo espect¨¢culo lit¨²rgico que ilusiona e involucra a todas las gentes del lugar. En el montaje participan todos los vecinos, cada uno con su papel, en un escenario que se extiende por todo el pueblo y que hace imposible que nadie asista como espectador a la totalidad del espect¨¢culo, como en la vida misma o como en las Festspiele suizas en que Borges inspir¨® su Tema del traidor y del h¨¦roe. Los lugare?os, bajo el efecto euforizante de hacerse pasar por otro, de sentir la excitante inmersi¨®n en una historia superior a ellos mismos, experimentan el cat¨¢rtico transporte mental que brinda la ficci¨®n. Esa ¨²ltima oportunidad de grandeza del lugar ocupa la segunda mitad de la novela y ejemplifica la historia que cuentan todas las historias, como se dice en el cap¨ªtulo 9, la del ¡°sue?o que tarde o temprano acaba desembocando en la inmisericorde realidad¡±, un tema que, aunque ¡°mil veces repetido, resulta siempre nuevo¡±, y quiz¨¢ por eso vuelve a ¨¦l siempre Landero desde Juegos de la edad tard¨ªa (1989).
No obstante, esta novela injerta en ese tronco tem¨¢tico una variaci¨®n esperanzadora a trav¨¦s de los dos personajes centrales, los de Tito y Paula, a cuya presentaci¨®n en cap¨ªtulos alternos se dedica una primera parte de la novela, una maravilla de sabidur¨ªa y control narrativos. La circularidad con que se narra la peripecia vital de Tito (su relato comienza y termina con su llegada al bar Pino, donde contempla una foto suya en la liturgia de la Santa Ni?a Rosalba de 1958) abre un canal de comunicaci¨®n entre el pasado y el presente por el que circula la leyenda de su voz portentosa desde ni?o, de su vocaci¨®n teatral (mientras mantiene una gestor¨ªa heredada), de sus ¨¦xitos como recitador e int¨¦rprete de Lorca en Madrid y provincias. Por su parte, la historia de Paula se narra mediante retrospecciones que recuperan su vida frustrada, sus relaciones sentimentales calamitosas (Bruno y el iracundo Blas), su instalaci¨®n en el miedo rutinario antes de que el azar la conduzca a San Alb¨ªn y a una confusi¨®n providencial. Landero despliega esas dos existencias incompletas con una perspicacia y humanidad tan comprensivas como compasivas, poniendo de relieve las ¨ªntimas ambiciones de cada uno, sus sue?os abocados a la insatisfacci¨®n y la ruina. El encuentro de ambos, urdido con un h¨¢bil enredo muy teatral, le permite al autor sugerir que siempre cabe que la esperanza se abra paso por los resquicios de la derrota.
Los narradores, ¡°viejos y desmemoriados¡±, se conjuran para devolver a lo vivido el resplandor que acaso no tuvo
Ese moderado optimismo, que no es sino el vitalismo esc¨¦ptico de quien ha visto mucho, parece contrastar con el dispositivo de la voz que narra la historia, que no pertenece a un narrador ¨²nico y externo, sino a un c¨ªrcu?lo de relatores que fueron testigos de los hechos. Se trata de un coro de ancianos que rememoran y se cuentan entre ellos aquel pasado feliz (o al que ellos inyectan felicidad), recreando lo vivido y las autobiograf¨ªas orales que Tito y Paula compartieron con ellos durante tres d¨ªas. Desde la grisura de la realidad actual (San Alb¨ªn ya es un pueblo vaciado; ellos sobreviven en Madrid) se conjuran para devolver a lo vivido, con la mera fuerza de la palabra, el resplandor que acaso no tuvo, construyendo as¨ª la f¨¢bula perdurable de lo que sucedi¨®. O no sucedi¨®, porque estos narradores ¡°viejos y desmemoriados¡± ni siquiera se proponen ser fieles a lo acontecido; les basta con que la narraci¨®n encierre su propia verdad y resista el desgaste del tiempo, como ocurre con el castillo de atrezo que se levant¨® en el pueblo para aquella magna ocasi¨®n y que todav¨ªa se yergue invicto en lo alto de un cerro, mientras a sus pies las casas del pueblo se han desmoronado. Esta hermosa novela de Landero es ese castillo y solo cabe invitar a los lectores a refugiarse en su interior.
La ¨²ltima funci¨®n
Tusquets, 2024
224 p¨¢ginas. 20,50 euros
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