Yo no eleg¨ª esto: contra el mito de la familia escogida
Con todo lo que innegablemente tiene de reivindicable la construcci¨®n de espacios de amor y cuidados que trasciendan la instituci¨®n a menudo asfixiante de ¡°la familia dada¡±, reconozco que llevo un tiempo inquieta con las resonancias que me devuelve el concepto contrapuesto de ¡°familia elegida¡±
En la ¨²ltima novela de Txani Rodr¨ªguez, La seca, asistimos a un conflicto que nunca hab¨ªa visto representado en toda su complejidad espinosa hasta ahora: la protagonista, una mujer que vive en un pueblo mediano como es Llodio sin apenas v¨ªnculos familiares cercanos, cae bajo la protecci¨®n de esa sacrosanta instituci¨®n que es la cuadrilla vasca y, en un determinado momento, se ve expulsada de la misma. Todo comienza cuando uno de los supuestos amigos la increpa duramente durante una noche de juerga, pasado de copas, y ella busca la complicidad o comprensi¨®n del resto de los miembros del grupo. Uno tras otro, se encuentra con que todos van cerrando filas en torno al agresor y apart¨¢ndose de ella por miedo a la incomodidad o el roce. ¡°Sigui¨® yendo al bar de siempre, sin ganas, porque se oblig¨® a no quedarse encerrada en casa: algunos de sus antiguos amigos la saludaban con tanta discreci¨®n como torpeza al pasar junto a ella, otros la ignoraban activamente y hab¨ªa tambi¨¦n quienes trataban de simular que no la ve¨ªan¡±, escribe. ¡°Se recuerda sola, apoyada en la pared, con una ca?a de cerveza en la mano, con el pulso en el cuello y en las mu?ecas, con el est¨®mago cerrado¡±.
El retrato de este vac¨ªo social, una especie de acoso escolar entre actores adultos y a gran escala, me genera una sensaci¨®n de ahogo n¨ªtida y sorda, quiz¨¢s porque me recuerda a mis propias experiencias negativas en contextos de toxicidad grupal, quiz¨¢s porque me invita a reflexionar sobre la cara menos amable de esos v¨ªnculos sin consanguineidad que tanto hemos reivindicado y puede que romantizado en mi generaci¨®n, siguiendo el ejemplo de las redes de apoyo con las que el colectivo LGTBI aprendi¨® a sobrevivir en los m¨¢rgenes del sistema que lo expulsaba. Con todo lo que innegablemente tiene de reivindicable la construcci¨®n de espacios de amor y cuidados que trasciendan la instituci¨®n a menudo asfixiante de ¡°la familia dada¡±, reconozco que llevo un tiempo inquieta con las resonancias que me devuelve el concepto contrapuesto de ¡°familia elegida¡±. Este binomio dado/elegido pone la libertad de elecci¨®n en el centro, como si el sujeto social fuera un director de casting que, a la hora de abandonar el nido y enfrentarse al mundo adulto, abriera una gran audici¨®n para escoger entre un infinito n¨²mero de candidatos a los amigos que, por afinidad o calidad, mejor estime que van a acompa?arlo en su periplo. ?Pero acaso es as¨ª como funciona? ?Hemos inventado ya un Tinder para cuadrillas? ?Alguien puede cabalmente afirmar que ha elegido con libertad a sus mejores amigos?
Lo cierto es que mi familia elegida se parece bastante a aquella que no eleg¨ª, y a menudo se ve lastrada por el mismo tipo de conflictos y tensiones
Durante las ¨²ltimas semanas, he vivido sumergida en ese extra?o acontecimiento sociol¨®gico que representa cada nueva edici¨®n de Operaci¨®n Triunfo, que este lunes celebra su final. Me doy cuenta de que es posible que las im¨¢genes relacionadas con los castings y las audiciones que he invocado en el p¨¢rrafo anterior provengan de ah¨ª. Tambi¨¦n la intriga, o la fascinaci¨®n, por haber visto en directo c¨®mo se forjaban amistades y v¨ªnculos intensos entre personas que se han pasado tres meses encerradas en un gran plat¨®, sin nada que ver los unos con los otros m¨¢s all¨¢ de un talento compartido (y el talento no se elige). Cuando yo ten¨ªa 18 a?os, a m¨ª tambi¨¦n me ¡°encerraron¡± en una casa con un grupo de desconocidos con los que solo me hermanaba mi vocaci¨®n. Dieciocho a?os despu¨¦s de aquella experiencia fundacional en la Fundaci¨®n Antonio Gala, algunos de mis compa?eros de promoci¨®n siguen siendo miembros centrales de la familia que me sostiene, pero no podr¨ªa decir que los eleg¨ª yo misma, porque lo hizo Antonio. Lo mismo me sucede con los integrantes de la cuadrilla que, como vasca que soy, ostento desde el instituto, y all¨ª fueron las variables socioecon¨®micas que determinaron el centro de ense?anza que me correspond¨ªa quienes seleccionaron a las personas que supuestamente me son afines. Casi todos mis amigos son universitarios, se desempe?an en oficios relacionados con las humanidades, votan a partidos de izquierdas, tienen casas a las que volver por Navidad.
Lo cierto es que mi familia elegida se parece bastante a aquella que no eleg¨ª, y a menudo se ve lastrada por el mismo tipo de conflictos y tensiones que origina el ego cuando encuentra un cristal s¨®lido y liso en el que reflejarse. Es una pena que en mi vida adulta no haya sabido abrirle hueco a la alteridad que, probablemente, me habr¨ªa desecho las costuras para bien, pero esta disoluci¨®n de la diferencia entre lo dado y lo adquirido obliga, en cierta forma, a sellar pactos sagrados con las personas que se nos imponen a lo largo del camino. Si no hemos elegido a nadie, tampoco podemos descartar a nadie por razones tan mezquinas ¡ª¡±la acus¨® de maledicente, de no pagar las rondas cuando le correspond¨ªa¡±¡ª como las que alejan a la protagonista de La seca de su principal red de apoyo. Me hace feliz afirmar que tengo amigas a las que a menudo detesto, amigas que a menudo me detestan, pero la firme convicci¨®n de que estamos en esto juntas, hasta que algo que tendr¨ªa que ser m¨¢s fuerte que la muerte nos separe, porque no hemos tenido elecci¨®n.
Aixa de la Cruz es escritora. Su ¨²ltimo libro es ¡®Las herederas¡¯ (Alfaguara).
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