¡®En agosto nos vemos¡¯, la novela in¨¦dita de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez: un libro peque?o, leve, leg¨ªtimo
La obra del premio Nobel tiene virtudes, pero no conviene llevarse a enga?o sobre sus verdaderas dimensiones: son chiquitas
Hay una discusi¨®n de reaparici¨®n peri¨®dica y, por lo tanto, ya muy tediosa, que podr¨ªamos ahorrarnos solo con asumir de una vez lo inevitable de esta regla: cuando un autor relevante deja una obra in¨¦dita al morir, esa pieza acabar¨¢ siendo publicada, al margen de cualquier instrucci¨®n testamentaria. Nadie que llevase la ¨²ltima d¨¦cada guardando en el caj¨®n una novela de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez (Aracataca, 1927 ¨C M¨¦xico, 2014) habr¨ªa sido capaz de ocultarla para siempre, por mucho que el autor dijera renegar de ella en privado (miren qu¨¦ cosas, sin destruirla ¨¦l mismo).
Tal actitud es inconcebible, da igual si las razones para deso¨ªr al difunto son art¨ªsticas, sentimentales, estrat¨¦gicas... Cada texto exige emerger una vez escrito, y qu¨¦ bien si lo logra, porque de un escritor respetado a m¨ª me interesan hasta las notas en la nevera, no porque todo lo suyo vaya a ser magistral sino porque cuando no lo es, cosa que ocurre a menudo, al menos constituye una fe m¨¢s de su vocaci¨®n. Curioso que es uno, vaya.
En lo que s¨ª conviene acertar es en la manera de hacerla p¨²blica, es decir, en el tipo de edici¨®n que la acompa?e mejor y la provea del contexto m¨¢s adecuado. Hay obras p¨®stumas tan precarias o provisionales que solo ser¨ªa honesto lanzarlas al mercado envueltas en un soporte filol¨®gico, cr¨ªtico, facs¨ªmil¡ En cambio, otras est¨¢n lo bastante elaboradas para resistir las expectativas de un libro-libro.
En agosto nos vemos fue un proyecto tard¨ªo que el colombiano acarici¨® durante mucho tiempo. La versi¨®n que leg¨® a su familia es un trabajo a medio pulir (se nota en cada p¨¢gina), aunque acabado. No es una versi¨®n final, pero s¨ª una cerrada. En consecuencia, Random House ha optado por darla a conocer sin alentar demasiadas prevenciones: as¨ª, la portada y las guardas llaman al p¨²blico lector masivo, y los paratextos que acompa?an a la novela son breves, accesibles, nada acad¨¦micos ni especializados. Los hijos firman un pr¨®logo que deja entrever un enternecedor (cero iron¨ªa) cargo de conciencia junto a toneladas de cari?o; en su ep¨ªlogo, el editor Crist¨®bal Pera reivindica el rescate sin ocultar la felicidad de haber trabajado junto al Premio Nobel; finalmente, se a?aden cuatro p¨¢ginas facsimilares que resultan un complemento m¨¢s curioso que valioso.
Y bien, ?aguanta el tipo En agosto nos vemos como novela aut¨®noma, m¨¢s all¨¢ del tributo? Creo que s¨ª. Para empezar, es mucho mejor de lo que (para ser honesto) me tem¨ªa, sin desmerecer de Memoria de mis putas tristes (que, a ver, no fue un libro logrado). Se lee con amabilidad, tiene r¨¢fagas de belleza, calidez¡ Tiene virtudes, y a qui¨¦n no le va a gustar el reencuentro con un autor que lo hizo feliz. No hay verg¨¹enza alguna en que el in¨¦dito vea la luz.
Al mismo tiempo, tampoco conviene llamarse a enga?o con sus verdaderas dimensiones, que son chiquitas. Para entendernos: En agosto nos vemos les gustar¨¢ si se prestan a un ¨²ltimo baile con Garc¨ªa M¨¢rquez sin pedirle lo que no puede dar; o si, m¨¢s all¨¢ del nombre que figura en el lomo, andan a la caza de un relato leve, escrito incluso con cierta frescura, pero que se limita a acariciar sin arraigo. Ahora bien, si acuden a la librer¨ªa para hacerse con un libro magn¨ªfico por s¨ª mismo, independiente de factores externos al propio texto, y sin estar ustedes dispuestos a a?adir una dosis de complicidad¡ Entonces, me temo que esta no es, en absoluto, la mejor novela que se publicar¨¢ este mes ni este a?o. Tampoco la peor, obviamente. Es otra cosa. A m¨ª me vale.
El argumento de En agosto nos vemos parece una variaci¨®n menos sonriente de Avanti!, la pel¨ªcula oto?al de Billy Wilder. Una mujer atractiva de 46 a?os viaja cada a?o a la peque?a isla donde est¨¢ enterrada su madre para depositar flores en la tumba. La protagonista es razonablemente feliz en su vida cotidiana; pese a ello, en una de esas breves estancias veraniegas, tiene un encuentro inesperado con un hombre, lo que dar¨¢ comienzo a un ciclo de deseos, expectativas e iluminaciones. Garc¨ªa M¨¢rquez maneja con naturalidad los pasos de un desarrollo muy previsible que, a cambio, esquiva los tropiezos. Hay ingredientes estupendos, y pienso en las escenas de Ana Magdalena Bach frente al espejo. Hay bajones, como esas escenas de sexo que no s¨¦ si son lo que dese¨¢bamos leerle a un autor que ocup¨® el centro de nuestra lengua en la segunda mitad del siglo XX. Con todo, una serenidad elegante atraviesa el conjunto, compensando (e incluso iluminando de sentido: he aqu¨ª el estilo tard¨ªo de un anciano dispuesto a escribir, pese a todo) el esquematismo tembloroso de la prosa en numerosos pasajes.
En cualquier caso, En agosto nos vemos no altera en nada la visi¨®n conjunta de la obra de su autor, ni para bien, ni para mal, y sus pocas novedades no son ruidosas (?p¨®nganse ustedes a reinventarse pasados los ochenta, ya ver¨¢n, ya!). Quiz¨¢ el factor m¨¢s jugoso a priori era comprobar c¨®mo el macho Gabo trataba a su ¨²ltimo personaje femenino, pero tampoco encontraremos grandes titulares por este lado: Ana Magdalena es retratada con simpat¨ªa y relieve; tambi¨¦n desde una alteridad indisimulable. Tablas.
As¨ª las cosas, la noticia de un nuevo Garc¨ªa M¨¢rquez llega en el d¨¦cimo aniversario de su fallecimiento, cuando su influencia colectiva parece haber menguado, aunque sin desmentirse por completo. En agosto nos vemos contribuir¨¢ a recordar al escritor, no a resituarlo en el mapa de las nuevas generaciones, pero constituye un detalle reconfortante, leg¨ªtimo.
En agosto nos vemos
Random House, 2024.
120 p¨¢ginas. 18,91 euros
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