Ser mujer y no tener hijos
El miedo a la soledad conlleva muchas preguntas y opiniones no deseadas, como la de quien cuidar¨¢ de ti cuando tus padres no est¨¦n
A?os atr¨¢s, en un sofocante agosto que pas¨¦ en Madrid, mi padre, muy poco dado a las frases lapidarias y a las grandes declaraciones, me dio uno de los mejores consejos que he recibido. Fue en una terraza de la calle Orense. Los nebulizadores pulverizando agua por encima de nuestras cabezas y el cristal de sus gafas de sol llen¨¢ndose de min¨²sculas gotas. Habl¨¢bamos de las expectativas, de haber alcanzado una cierta edad, pero, sobre todo, del miedo a una soledad no deseada. Tiempo despu¨¦s, a modo de mantra, de recordatorio, convert¨ª aquella tarde en un relato que llam¨¦ ¡®Migas¡¯ porque la frase que me regal¨® mi padre, sencilla, directa y sin atisbo de artificio fue ¡°no te quedes con las migas¡±.
Pens¨¦ en lo que son las migas, en esa multiplicidad de significados que entra?a para m¨ª ese concepto tan cotidiano, la semana pasada, a la salida del cine. En el pase, la directora de la pel¨ªcula, Celia Rico, hab¨ªa presentado brevemente Los peque?os amores diciendo que no deseaba condicionarnos con sus palabras, pero que le gustar¨ªa que la vi¨¦ramos pensando en c¨®mo nos relacionamos con todo lo que no sale. Lo que no nos sale. En el interior de la sala, con la perspectiva que otorga la ¨²ltima fila, vi c¨®mo m¨¢s de uno se remov¨ªa en su asiento. Imagino que nos ocurre a todos, que a veces caemos en la tentaci¨®n de resumir la vida como un c¨²mulo de s¨ªes y de contundentes afirmaciones: el trabajo que nos define, ese viaje que finalmente logramos hacer, la relaci¨®n amable que tanto poso nos dej¨®. Me digo que es m¨¢s sencillo contarnos as¨ª, al m¨¢s puro estilo de las biograf¨ªas de Wikipedia: una suma de logros y expectativas cumplidas, convenci¨¦ndonos de que lo que tenemos es exactamente eso que hab¨ªamos ambicionado.
La segunda pel¨ªcula de Celia Rico ¡ª¨ªntima, po¨¦tica, luminosa, llena de cuidados detalles que dialogan con su opera prima Viaje al cuarto de una madre, como si ambas pudieran entenderse como un d¨ªptico¡ª tira del hilo de ese t¨¦rmino sin lugar a¨²n en el diccionario, la hijidad, del inquebrantable y complej¨ªsimo v¨ªnculo madre-hija. Pero este v¨ªnculo conforma, en realidad, una tentativa de navegar por la biografi?a emocional de una mujer soltera y sin hijos de ma?s de 40 an?os. El intento de preguntarse, con ternura y delicadeza, por la manera de atravesar la vida en un momento en el que las certezas se han desvanecido ya, y poco queda de esos amores que cre¨ªamos definitivos y que finalmente no lo han sido tanto.
La historia de Los peque?os amores transcurre en ese par¨¦ntesis que es siempre el verano y Teresa (Mar¨ªa V¨¢zquez) ha comprado unos billetes para viajar hasta Massachusetts, ciudad que no conoce ¡ªen la que pasa una temporada alguien que tampoco conoce demasiado¡ª, de manera que Massachusetts simboliza esa pieza hecha a medida que tiene por fuerza que encajar en el clamoroso hueco que queda en su puzle. Pero la madre de Teresa, Ani (Adriana Ozores), sufre un accidente dom¨¦stico y ella, que es hija sin hijos, es decir, una hija eterna, se quedar¨¢ a cuidarla en la que fue su casa de infancia.
Ser mujer y no tener hijos es haberse enfrentado, entre a otras muchas preguntas y opiniones no deseadas, a la de quien cuidar¨¢ de ti cuando tus padres no est¨¦n. O a la castradora sentencia ¡°de mayor ¡ªde vieja¡ª estar¨¢s sola¡±. Como si hubiera que organizar la vida con vistas a la vejez y tener hijos fuera, en ¨²ltima instancia, un parche, la garant¨ªa ya no de la felicidad sino de la compa?¨ªa, el ¨²nico ant¨ªdoto v¨¢lido contra la soledad.
En el ensayo Vivir sola, la escritora Vivian Gornick afirma que la soledad es la condici¨®n humana que menos se presta al an¨¢lisis f¨¢cil. El texto empieza as¨ª: ¡°Es domingo por la ma?ana y voy paseando hacia el norte por la avenida Columbus¡±, y a partir de ese punto, Gornick relata c¨®mo se va cruzando con todo tipo de parejas. Le sobreviene la impresi¨®n de que, independientemente de sus circunstancias, un tiempo despu¨¦s, cada una de esas uniones se deshar¨¢ y sus integrantes volver¨¢n a caminar de la mano de otra persona, y as¨ª in aeternum hasta que un buen d¨ªa se encontrar¨¢n de nuevo en el punto de partida, a estar mirando sin compa?¨ªa a trav¨¦s de la ventana de una habitaci¨®n. Qui¨¦n habr¨ªa imaginado, se pregunta, que ser¨ªamos tantos entre 35 y 55 a?os viviendo solos.
Suena, en Los peque?os amores, esa vieja canci¨®n de los Bee Gees llamada Massachusetts, y la canci¨®n es evocaci¨®n y promesa, la suave letan¨ªa de todo lo que al final no fue. Porque termina el verano de Teresa y de Ani, toca regresar, y pensaba, al salir del cine, volviendo tambi¨¦n yo a casa, en los infinitos e invisibles Massachusetts que habitan en las vidas de cada uno, y en que para blindarse contra un miedo hay que avanzar hacia ¨¦l, vivir con ¨¦l, enfrentarlo. Si no, es f¨¢cil terminar conform¨¢ndose con las migas, terminar olvid¨¢ndonos de que por muchas que acumulemos nunca formar¨¢n ¡ªme qued¨® bien claro en aquella terraza de la calle Orense¡ª ni siquiera una ¨ªnfima parte del pastel.
Laura Ferrero es escritora y guionista. Su ¨²ltima novela es ¡®Los astronautas¡¯ (Alfaguara) y su m¨¢s reciente pel¨ªcula, ¡®Un amor¡¯, de Isabel Coixet.
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