Kate es diferente
Deber¨ªamos obrar en consecuencia y no llamar Guillermo al marido de la princesa, sino William Arthur Philip Louis
La tradici¨®n del espa?ol ha venido nombrando en nuestra lengua los nombres de papas y de reyes, as¨ª como los de quienes rodeaban a los monarcas en la primera l¨ªnea de sucesi¨®n familiar, independientemente de la escritura que tuvieran en su idioma. Desde siglos atr¨¢s hasta nuestros d¨ªas hemos dicho, por ejemplo, Luis XVI de Francia, y no Louis; Enrique VI de Inglaterra, y no Henry; Nicol¨¢s II de Rusia, y no Nikol¨¢i; pasando por la escocesa Mar¨ªa Estuardo (Mary Stuart) y la rusa Catalina la Grande (Yekaterina Velikaya), o por el franco Carlomagno (Charlemagne) y por el babilonio Nabucodonosor (Nabu Kudurri Assur, en acadio; Nabu Kudurri Usur en otras transcripciones).
Incluso hemos traducido nombres propios de personajes hist¨®ricos, como los alemanes Carlos Marx, Adolfo Hitler (Adolf y Karl), Mart¨ªn Lutero (nacido Martin Luder, y que luego cambi¨® la graf¨ªa a Luther) y la francesa Juana de Arco (Jeanne d¡¯Arc), entre otros muchos.
Adem¨¢s, adaptamos en su d¨ªa las firmas de afamados artistas (Miguel ?ngel era Michelangelo, Rafael era Raffaello¡) y de notables escritores (Julio Verne era Jules, Alejandro Dumas era Alexandre¡).
Esa costumbre se ha ido desvaneciendo en lo referido a los nombres ajenos a la realeza, pero hasta ayer mismo segu¨ªa vigorosa para reyes, pr¨ªncipes y quienes se hallan en la primera l¨ªnea familiar. As¨ª, mencionamos a Carlos de Inglaterra (y no Charles), y antes a su madre Isabel (y no Elizabeth), hija a su vez de Jorge VI (y no George), habl¨¢bamos de Lady Di (y pronunci¨¢bamos Di, y no Dai) o Diana de Gales (y no Daiana). Por eso tambi¨¦n escribimos Camila y no Camilla (con dos eles).
Otro tanto sucede con Carlos Gustavo de Suecia (y no Carl Gustaf), Guillermo de Holanda (y no Willem), su madre la reina Beatriz (Beatrix), Federico de Dinamarca (Frederik). La lista es larga, y seguro que quien lea estas l¨ªneas tendr¨¢ en la memoria otros muchos personajes de las revistas. (Vale, no puedo dejar fuera a Carolina de M¨®naco, que en realidad se llama Caroline; ni, ya que estamos, a su hermano Albert, a quien llamamos Alberto; tampoco a la madre de ambos, que pas¨® de Grace Kelly a Gracia Patricia).
Los medios catalanes traducen igualmente los nombres de reyes y pr¨ªncipes: Carles III d¡¯Anglaterra, el pr¨ªncep Guillem¡ incluso Joan Carles I y Felip VI.
Esta tradici¨®n de reyes y primeros herederos se est¨¢ quebrando con Kate Middleton, cuyo nombre empez¨® a publicarse como Catalina ¡ªCaterina en catal¨¢n¡ª pero ha resurgido luego con su expresi¨®n original. La actual homogeneizaci¨®n mundial, tambi¨¦n llamada globalizaci¨®n, tiende a eso: a que todos hagamos todo igual en todas partes. Es decir, a que lo hagamos en ingl¨¦s.
De acuerdo, venga. Pero entonces deber¨ªamos obrar en consecuencia con el marido de Catalina o Kate, llamado William Arthur Philip Louis. Y con todos los dem¨¢s.
Cuando los pr¨ªncipes brit¨¢nicos son citados en un mismo rengl¨®n, siento cierta incomodidad: ¨¦l es Guillermo de Gales, mientras que ella queda reducida a Kate Middleton, como si continuara siendo estudiante, tratada como una plebeya metida donde no la llamaban y que adem¨¢s est¨¢ formando tremendo l¨ªo. Porque nunca hemos nombrado a su lado al rey Charles Mountbatten ni a Elizabeth Windsor, la difunta madre.
No pretendo mostrar todo esto como algo tremendamente importante, sino aportar un ejemplo claro de que una cosa es la homogeneidad y otra la coherencia.
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