El regreso musical de David Lynch es una sonora luz que se cuela entre las ramas
Aquejado de enfisema, el cineasta no se retira: regresa junto a Chrystabell con un nuevo ¨¢lbum, ¡®Cellophane Memories¡¯, surgido de una visi¨®n sobrevenida durante un paseo nocturno por un bosque de sequoias

Los misterios agazapados entre los pliegues de la cotidianidad han nutrido a David Lynch, cineasta, m¨²sico, artista pl¨¢stico, meteor¨®logo aficionado y exfumador aquejado de enfisema. Su nueva colaboraci¨®n musical con la tejana Chrystabell, Cellophane Memories, surgi¨®, asegura la mitolog¨ªa alrededor del autor de Carretera perdida (1997), de una visi¨®n que le sobrevino durante un paseo nocturno por un bosque de sequoias. Si hemos de creerle, aquella luz desde las alturas se parec¨ªa a la cadencia vocal de Chrystabell y, adem¨¢s, le revel¨® un secreto. Que tal vez descubramos, o no, atendiendo estas canciones deudoras del onirismo mel¨®dico que desprend¨ªa Julee Cruise en ¡®Mysteries Of Love¡¯, incluida en Blue Velvet (1986) o ¡®Falling¡¯, el tema principal de Twin Peaks, la serie que trastornar¨ªa todas las din¨¢micas y expectativas televisivas.
Ya desde el sobrecogedor runr¨²n industrial que sobrevuela Eraserhead (1977), primer largometraje donde vislumbramos casi todo su imaginario posterior, Lynch ha sabido expresar visceralmente sus inescrutables relatos a trav¨¦s del sonido adem¨¢s de la imagen. ¡°Comprende, a un nivel muy hondo, c¨®mo nos manipula la m¨²sica, lo cat¨¢rtico que puede ser el sonido, de un modo muy instintivo, primario¡±, escribe Jessica Hundley, autora junto a J.C. Gabel de Beyond The Beyond: Music From The Films Of David Lynch. ¡°La m¨²sica de Lynch es profundamente nost¨¢lgica, pero aporta un contraste ¨²nico: la inocencia de una balada de los a?os cincuenta emplazada entre la violencia y la sexualidad. Continuamente juega con ese contraste¡¯'.
Naturalmente, fue Angelo Badalamenti, tan inseparable de Lynch como Nino Rota de Fellini, quien condiment¨® el hipnotizante universo musical del realizador de la todav¨ªa inabarcable Inland Empire (2006), fundiendo emoci¨®n y artificio en bandas sonoras suspendidas entre las orquestaciones del Hollywood cl¨¢sico y el abismo de una melanc¨®lica otredad. ¡°Angelo hace lo que ¨¦l llama suspensiones¡±, dijo en una ocasi¨®n Lynch. ¡°Tiene el don de tocar las fibras sensibles. Es una belleza profunda y hermosa. Le habla a la gente a un nivel emocional que resulta innegable¡±.
Su filmograf¨ªa abunda en inolvidables, recurrentes momentos musicales. Valgan como muestras la inquietante ¡®In Heaven (Lady in the radiator)¡¯, de Eraserhead, o el cl¨¢sico de Roy Orbison ¡®Llorando¡¯, en Mulholland Drive (2001), interpretado por la llorona Rebekah del R¨ªo en el Club Silencio. Hay muchos otros, a elecci¨®n del espectador. Y, aunque sus m¨²sicas quedar¨¢n ligadas a Badalamenti ¡ªcon quien registr¨® experimentos de tel¨²rica ambientaci¨®n industrial, extrav¨ªos free-jazz e inefables recitados, en el ¨¢lbum Tought Gang (2018)¡ª, puede considerarse al hombre de Missoula, Montana, m¨²sico por derecho propio. Autodidacta en su t¨¦cnica a la guitarra o los sintetizadores, las grabaciones junto al bater¨ªa e ingeniero de sonido Dean Hurley nos recuerdan que su principal hallazgo fue desvelarnos que la comunicaci¨®n expresiva puede producirse en un plano no intelectual, ni siquiera totalmente consciente. De hecho, casi siempre es as¨ª.
En el sorprendente ¨¢lbum Crazy Clown Time (2011), cuyo t¨ªtulo promet¨ªa la extra?eza y paroxismo que le caracterizan, Lynch canturreaba delirante adem¨¢s de manejar una guitarra saturada y pulsar efectos electr¨®nicos en adictivos temas de somnoliento blues futurista, pasado y presente coagulando, el artista visual mudado en roquero abstracto. Como en la secuela junto a Hurley The Big Dream (2013), donde se ampliaba el espectro sonoro recreado por el tipo de voz aflautada que pese a ello insist¨ªa en patear el boogie de una realidad paralela, estamos ante obras que se desv¨ªan del t¨®pico que le ata a Julee Cruise. ¡°La guitarra el¨¦ctrica es un motor potente, por lo menos de ocho cilindros, con silenciador defectuoso¡±, confiesa Lynch.
Sin embargo, a este creador multidisciplinar de 78 a?os le siguen atrayendo las voces femeninas m¨¢s et¨¦reas, como la de su admirada cantante sueca Lykke Li, garganta de espesa dulzura que puso voz al tema ¡®I¡¯m Waiting Here¡¯. O la de Chrystabell, que interpret¨® el papel de una agente del FBI en la tercera temporada de Twin Peaks. Conoci¨® a Lynch en 1998, cuando su representante la llev¨® al rodaje de Carretera perdida. Embelesado por su nueva musa, a la que se propuso moldear como celebridad audiovisual, produjo sus dos primeros ¨¢lbumes, This Train (2011) y Somewhere in the Nowhere (2016), y la introdujo en la meditaci¨®n trascendental de la que es embajador internacional.
¡°David aborda la creaci¨®n musical desde un ¨¢ngulo distinto al de la mayor¨ªa¡±, explica Crystabell en su p¨¢gina oficial. ¡°Ve la m¨²sica como un camino hacia el sentimiento. Que surge durante sesiones de improvisaci¨®n en su estudio, a las que llama ¡®experimentos¡¯. Para ¨¦l, todo es intuici¨®n. No le preocupa si algo no est¨¢ ¡®bien¡¯ desde una perspectiva musical en un sentido cl¨¢sico. Una vez que el experimento transmite un estado de ¨¢nimo, sabe que est¨¢ llegando a alguna parte. Si una de estas sesiones ha generado un sentimiento que David piensa mejorar¨ªa con mi voz, me incluye en la ecuaci¨®n. Este enfoque inusual de que el ¡®sentimiento¡¯ est¨¦ al frente de una composici¨®n y sea lo m¨¢s importante, me ha afectado mucho. Es un recordatorio de que no debemos pensar demasiado al crear arte¡±.
Los relatos de ingenuos so?adores, malvados asesinos y mujeres fatales que caracterizan su obra cinematogr¨¢fica suenan quiz¨¢s m¨¢s inexplicables y escurridizos en las canciones de Chrystabell y Lynch, donde el tiempo puede moverse en ambas direcciones, los recuerdos brumosos manifestarse en destellos de luz ocasional, la vigilia y los sue?os imbricarse hasta formar una sola experiencia. Alucinados glissandos de guitarra y telara?as de reverberaci¨®n, orquestaciones deudoras de Badalamenti y sintetizadores entre atmosf¨¦ricos y celestiales, m¨¢s la vocalista favorita del envejecido visionario del narc¨®tico, maligno reverso oscuro del sue?o americano. ¡°La primera vez que la vi actuar, pens¨¦ que era como un extraterrestre¡±, cuenta Lynch. ¡°El extraterrestre m¨¢s hermoso que jam¨¢s haya existido¡±.
Todo ello no evita una cierta ilusi¨®n de d¨¦j¨¤ vu y fatiga creativa camuflada en mercanc¨ªa posmoderna, un refugio musical para el cineasta a quien ya nadie se atreve a financiar, pero quiz¨¢s estos recuerdos de celof¨¢n ¡ªcon t¨ªtulos como ¡®The Sky Falls¡¯, ¡®The Answers to the Questions¡¯ o ¡®Sublime Eternal Love¡¯¡ª necesiten su tiempo para ir sedimentando, mientras inciden en la cuesti¨®n central lynchiana: ?qu¨¦ es un misterio? ?l tampoco lo sabe.
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