¡®Brujer¨ªa¡¯, de Gonzalo Torn¨¦: una incisiva radiograf¨ªa a la burgues¨ªa catalana
El escritor analiza las din¨¢micas internas de toda una clase social en una novela que se distingue por su excelencia formal y estil¨ªstica
Novelas como esta de Gonzalo Torn¨¦ deber¨ªan llevar una vitola que evitara confundirlas con las novelas de aluvi¨®n. Algo tan desprejuiciado como ¡°alta literatura¡± que alertara esencialmente de que los protocolos de la lectura ordinaria no funcionan. La altura viene determinada por las condiciones de partida que se impone el autor, entre las que quiero destacar tres: la creaci¨®n de un sistema de dispositivos narrativos destinado a penetrar en la conciencia de los personajes, la prosa vigorosa y al¨¦rgica a rutinas, y, en fin, la densidad y capacidad movilizadora de las ideas que atraviesan el relato. Esas virtudes objetivas del texto se al¨ªan aqu¨ª, como en alguna de sus novelas anteriores (A?os felices, 2017), con la destreza del autor para radiografiar grup¨²sculos humanos unidos por lazos de amistad o familiares en los que se reflejan, como c¨ªrculos conc¨¦ntricos, comunidades m¨¢s amplias (cierta burgues¨ªa catalana en esta ocasi¨®n) y, mediante sin¨¦cdoque, ciertos aspectos de la naturaleza humana.
La sutil miner¨ªa psicol¨®gica que practica Torn¨¦ se manifiesta aqu¨ª a trav¨¦s de la palabra oral de los personajes: una serie de conversaciones entre el narrador, Diego Castella (o Duocastella, como lo rebautiza su amiga Clara) y los Pons, a los que conoce durante el verano en Poblet, un pueblo costero donde su familia tiene segunda residencia y que se parece mucho geogr¨¢fica y socialmente a Cadaqu¨¦s. Durante el a?o siguiente, Diego se entrevistar¨¢ con los tres miembros de la familia, todos en la treintena: ?lvaro, su esposa Laura y su hermana Berta. Salvo la primera reuni¨®n con ?lvaro, que le hace una propuesta ins¨®lita, las conversaciones con la atractiva Laura y con la inestable y fascinante Berta ocupan la mayor parte de la novela. En ellas, Diego desempe?a el papel de oyente y comentador mientras las mujeres se lanzan a un desnudamiento verbal que no tiene desperdicio por su incisividad y nerviosa inteligencia (por momentos poco veros¨ªmil, pero eso no importa). El retrato de Laura y Berta que se va erigiendo es literariamente soberbio y no hace falta invocar a maestros en esa fabricaci¨®n de conciencias como Henry James, Iris Murdoch o Saul Bellow, pero quiz¨¢ valga la pena se?alar el parentesco con escritores pr¨®ximos como ?lvaro Pombo o Javier Mar¨ªas (al que se le tributa, dicho sea de paso, su homenaje).
Las din¨¢micas de poder y las diferencias de clase se filtran bajo la superficie de las relaciones personales
Aunque el eje central de tales conversaciones gira en torno a cierto arreglo er¨®tico-sentimental dentro del que Diego parece a veces una mosca atrapada en una telara?a, pronto se intuye que las tensiones subyacentes son de otro orden y apuntan m¨¢s a la clase socioecon¨®mica: Diego y Laura son beneficiarios del clasismo del dinero, mientras que los hermanos Pons vienen de abajo, de una historia familiar con bastantes fracturas. A ese privilegio, Diego suma otro de ¨ªndole pol¨ªtica por v¨ªa paterna que el lector descubrir¨¢ y que remite a la novela anterior de Torn¨¦, El coraz¨®n de la fiesta (2020), sobre una poderosa y corrupta familia de pol¨ªticos catalanes, los Masclans. Pero el narrador, cuya identidad y cuyo pasado van asomando en la novela poco a poco, acarrea su propia herida abierta en la que todav¨ªa gusanean los amigos que, a diferencia de ¨¦l, triunfaron como escritores (Bodel y ?lvaro, de la estirpe del Alfred Montsalvatges de A?os felices) o las mujeres que fueron su refugio (Clara y sobre todo la malograda Valeria, pelirroja como su madre y Laura¡). A todos ellos, receptores imposibles, se dirige el narrador pat¨¦ticamente para contarles lo que le ha sucedido con los Pons, y de cada uno vamos teniendo datos sueltos, esquirlas suficientes para componer una imagen rota de un grupo del que Diego fue expulsado y con el que, como un ¨¢ngel ca¨ªdo que no supera el duelo, mantiene intacto el cord¨®n umbilical de sus emociones inmaduras.
Emociones burguesas, desde luego, como son burgueses los conflictos morales y las m¨®viles econ¨®micos que van enred¨¢ndose en las sucesivas conversaciones, pero no por estar representadas en personajes que viven existencias privilegiadas dejan de ser emociones y conflictos que, a otra escala, embargan y sacuden a cualquier hombre y mujer. Esa universalidad de lo representado, junto con la excelencia del tratamiento formal y estil¨ªstico, hace de la novela una experiencia intensa no solo est¨¦tica sino cognoscitivamente.
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