Entre Marx y Max Estrella: una historia visual del esperpento en Espa?a
Una vasta muestra en el Museo Reina Sof¨ªa recorre la noci¨®n teorizada por Valle-Incl¨¢n en el arte espa?ol del siglo XIX hasta la posguerra. El resultado es un reflejo distorsionado de la realidad social
¡°Todos los grandes hechos y personajes de la humanidad aparecen, como si dij¨¦ramos, dos veces (¡), una vez como tragedia y la otra como farsa¡±. El aforismo brillante con que Marx abre El 18 Brumario de Luis Bonaparte es archisabido a estas alturas. Pero lo interesante es que luego todo el ensayo siga insistiendo en esa dramaturgia tragic¨®mica de la historia entendida como pantomima y mascarada sobre las tablas del gran teatro del mundo: ¡°La tradici¨®n de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando ¨¦stos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, conjuran temerosos en su auxilio los esp¨ªritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal¡±.
Y va m¨¢s all¨¢: la funci¨®n y quiz¨¢ la misi¨®n del arte ser¨¢ pues exagerar a¨²n m¨¢s esa teatralidad de lo real para hacer evidente la desnudez de los poderosos, sus trampantojos y su tramoya. De la misma forma en que dos negaciones hacen una afirmaci¨®n, no se trata de enderezar lo grotesco, sino de acentuar sus rasgos hasta hacerlos literalmente insoportables (en la esperanza de que as¨ª se vuelvan tambi¨¦n insostenibles). Para Marx, el mejor historiador del XIX franc¨¦s es Victor Hugo, y ¡°la literatura francesa, con las armas de la s¨¢tira y del sainete, ha dado el golpe de gracia a la leyenda napole¨®nica¡±.
Si bajamos del emp¨ªreo franc¨¦s a la arena del ruedo ib¨¦rico y los s¨®rdidos vaivenes borb¨®nicos de nuestro siglo XIX y XX, si sustituimos la farsa y el sainete marxistas por el esperpento valleinclanesco, nos acercamos mucho a las muchas ideas jugosas de esta vasta, inmensa, descomunal (y, a ratos, quiz¨¢ inevitablemente, desmedida) exposici¨®n, con seis comisarios y cientos de obras arracimadas en torno al mundo creativo de Valle-Incl¨¢n y a lo esperp¨¦ntico como recurso art¨ªstico para la interpretaci¨®n de un eterno siglo XIX espa?ol, que lleg¨® moribundo hasta la Guerra Civil y que camin¨® ya zombi durante el franquismo.
Hay artistas que encuentran la oportunidad y tienen el don para describir y crear a la vez una realidad social, para sintetizarla en una imagen estilizada y en una palabra que sirve luego de contrase?a entre sus miembros y sus estudiosos: al lado de lo felliniano, lo brechtiano o lo kafkiano est¨¢ sin duda lo valleinclanesco, y tan citada como la frase de Marx es la de Max (Estrella) cuando Valle le hace declarar su manifiesto en Luces de bohemia (¡°Los h¨¦roes cl¨¢sicos reflejados en los espejos c¨®ncavos dan el esperpento. El sentido tr¨¢gico de la vida espa?ola solo puede darse con una est¨¦tica sistem¨¢ticamente deformada¡±) y sintetizar su visi¨®n desoladora de la Espa?a de su tiempo como ¡°deformaci¨®n grotesca de la civilizaci¨®n europea¡±.
Efectivamente, tan esperp¨¦ntica era la obra de 1924 como la situaci¨®n de un pa¨ªs que no la estren¨® ?hasta 1970! Porque el esperpento es un monstruo bic¨¦falo y dos cosas a la vez: tanto la realidad de la ¨¦poca como el arte capaz de lidiar con ella. Uno de los aciertos de la exposici¨®n es tratar sin distingos trabajos de car¨¢cter documental y las obras de arte con voluntad de estilo. Al lado de cuadros de Guti¨¦rrez-Solana o Mar¨ªa Blanchard, de caricaturas de Castelao, de disparates de pintores goyescos como Alenza o Eugenio Lucas Vel¨¢zquez, vemos estampas costumbristas decimon¨®nicas, im¨¢genes de la guerra del Rif o de la Guerra Civil por fotoperiodistas como Alfonso o Kati Horna, pintura de historia como Carga en la Rambla, de Ram¨®n Calsina Bar¨® (1930), o documentales filmados con voluntad etnol¨®gica como El carnaval de Lanz (1964), de P¨ªo y Ricardo Caro Baroja. No hace falta m¨¢s que colgarlos juntos para que la realidad hable por s¨ª sola: tan esperp¨¦ntica o m¨¢s que el arte que nace de ella y la retrata.
Tambi¨¦n pasaba en el ensayito seminal de Marx: era un esperpento todo el golpe premeditado por Napole¨®n III, eran un esperpento el reyezuelo y su corte, y era un esperpento el propio texto, si se entiende como su cr¨®nica estilizada, deformada y condensada (art¨ªstica, en suma): ¡°Hombres y acontecimientos¡±, dice Marx, ¡°aparecen como sombras que han perdido sus cuerpos¡±. La sombra de una sombra de otra sombra: otro de los platos fuertes de la exposici¨®n es el apartado ¡®Visi¨®n de medianoche¡¯, dedicado precisamente al teatro de sombras, los dioramas, los panoramas, la fotograf¨ªa de m¨¦diums y ectoplasmas, los t¨ªteres de cachiporra y todo el ilusionismo visual con que en el siglo XIX y el XX se da la r¨¦plica sistem¨¢ticamente deformada al discurso del poder: espejos c¨®ncavos y deformantes que son tambi¨¦n purgantes instintivos y populares para desintoxicarse de las indigestas mentiras oficiales.
¡°El esperpento une en Espa?a el Barroco con el largo siglo XIX¡±, dice Santiago Alba Rico. ¡°Solo le pone fin la muerte de Franco¡±
¡°El esperpento es la continuidad que une en Espa?a el Barroco con el largo siglo XIX, al que solo pone fin la muerte de Franco¡±: lo dice Santiago Alba Rico en su brillante texto para el cat¨¢logo, y es una casualidad iluminadora que coincidan este oto?o en Madrid esta exposici¨®n y las funciones en el Cl¨¢sico de El gran teatro del mundo, en un montaje indeciso que a lo mejor habr¨ªa ganado tirando m¨¢s decididamente por la lectura del auto sacramental como protoesperpento (del mismo modo en que al pasear por el Reina los t¨ªteres y marionetas expresionistas de Hermenegildo Lanz se emparentan con las tallas barrocas y los pasos de Semana Santa). Para quienes hagan el experimento de visitar la exposici¨®n y ver la funci¨®n, el parentesco saltar¨¢ a la vista, porque recurren ambas a la teatralizaci¨®n de la realidad (y la realizaci¨®n de lo teatral) de un mundo entendido como teatro y tramoya. Y si se achinan un poco los ojos o se deforma un poco el espejo, el Rey, el Rico o el Dios mismo de Calder¨®n se hablan de t¨² a t¨² con los esperpentos de Valle y con muchas de las obras colgadas en el Reina.
¡®Esperpento. Arte popular y revoluci¨®n est¨¦tica¡¯. Museo Reina Sof¨ªa. Madrid. Hasta el 10 de marzo de 2025.
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