¡®?Sabes que las flores de pl¨¢stico nunca han vivido, ?verdad?¡¯, un melodrama sobre el desdoblamiento de personalidad

Las relaciones maternofiliales pueden ser un Jard¨ªn del Ed¨¦n, pero tambi¨¦n un campo minado, como sucede en Sabes que las flores de pl¨¢stico nunca han vivido, ?verdad? En este melodrama psicol¨®gico, escrito y dirigido por Mireia Gabilondo en el Teatro Mar¨ªa Guerrero, Luc¨ªa es hija de Martina, una psiquiatra reputada, que a su vez es amiga y supervisora de Jos¨¦ Manuel, psic¨®logo con par¨¢lisis cerebral. Luc¨ªa y Martina mantienen una relaci¨®n distante y dolorosa. Ambas est¨¢n paralizadas emocionalmente, pero mientras que la madre encuentra una v¨¢lvula de escape en el ejercicio de su profesi¨®n, la joven sufre un desdoblamiento de personalidad: Yoldi, su otro yo, es una chica simple, vitalista, bienhumorada, de las que nunca le crear¨ªan problemas a su progenitora.

La obra comienza con la irrupci¨®n de Yoldi en la consulta de Jos¨¦ Manuel: viene a cuidarle las plantas, recomendada por Martina. Aitziber Garmendia, su int¨¦rprete, hace una entrada en escena fulgurante. Su caracterizaci¨®n es espl¨¦ndida. Toda su fisonom¨ªa est¨¢ cambiada: rictus, labios, ojos, entrecejo, en una transformaci¨®n conseguida limpiamente, sin maquillaje. Est¨¢ a un paso de ser La Tonta del Bote, criatura creada por Lina Morgan, pero sabe echar el freno a tiempo. Su personaje c¨®mico tiene hondura. Telmo Irureta, su antagonista, es un actor a quien su movilidad reducida no le quita gracia: a todos sus antih¨¦roes les presta su agudo sentido del humor, su manera precisa de colocar los chistes. Entre ambos comediantes se reproduce esa reacci¨®n qu¨ªmica que exist¨ªa ya a raudales en Sexpiertos, otra producci¨®n de Tanttaka Teatroa, a¨²n en gira.

Como personaje, Yoldi tiene encanto y enjundia suficientes para ser el eje de la funci¨®n, que podr¨ªa haberse articulado perfectamente en torno a su car¨¢cter humor¨ªstico sencillo, pero Gabilondo ha optado por convertirla en uno de los dos polos de un caso de trastorno de identidad disociativo, cuya verosimilitud descansa por entero en la fant¨¢stica labor de su int¨¦rprete. No le ayudan ni la escasa justificaci¨®n del trauma al que se achaca su personalidad desdoblada ni la frecuencia con la que Gabilondo pone frases de autor en boca de sus antih¨¦roes. Las ¨²ltimas escenas giran en torno a una moraleja harto subrayada, que est¨¢ ya impl¨ªcita en el largo t¨ªtulo de la obra. Karmele Aramburu, int¨¦rprete de Martina, pone un punto final sorpresivo.