Talento el¨¦ctrico en una lata de sardinas
Mishima explota su caracter¨ªstica garra en directo para iluminar el peque?o Heliog¨¢bal
Cinco m¨²sicos, tres metros cuadrados de escenario y un abarrotado Heliog¨¢bal, local barcelon¨¦s tan emblem¨¢tico como estrecho para atender la tanda de tres conciertos que ofreci¨® Mishima entre los pasados mi¨¦rcoles y viernes en el mismo bar que vio nacer al grupo. ¡°Para conciertos como los de esta noche os tendr¨¦is que emborrachar¡±, dijo para arrancar el concierto del pasado jueves David Carab¨¦n, cantante y guitarrista de la banda, sin atreverse a tambalearse demasiado para no golpear al bater¨ªa o al pianista ¨CMarc Lloret y Alfons Serra-, enrocados detr¨¢s de ¨¦l en una esquina. Pero el p¨²blico, a¨²n sobrio, se desenlat¨® r¨¢pido porque Mishima empez¨® a descuadrar y reinterpretar los temas con la particular garra que siempre exhiben en directo. El Heli¨®gabal, reducido y angosto, rugi¨® como un Palau Sant Jordi cualquiera.
El concierto empez¨® con dudas para los asistentes: aquellos que aparecen entre los camareros desde detr¨¢s de la barra del local, saludando a habituales y conocidos, ?son los mismos que tronaban en macroescenarios ante miles de personas en los principales festivales espa?oles este verano? La cercan¨ªa del Heliog¨¢bal impacta pero Mishima demostr¨® estar muy curtido en las distancias cortas. Sentado en la misma silla del bar, el guitarrista ¨CDani Vega- aprendi¨® con rapidez a levantarse en los temas m¨¢s el¨¦ctricos sin atizarle en la cara al cantante, enfrascado a su vez en sus malabares para no zurrar al p¨²blico ni a ning¨²n otro miembro de la banda.
La postura que tomaba el guitarrista era la se?al que encend¨ªa la noche: el talento de Mishima se multiplica en los conciertos. El grupo se divierte mejorando sus propios temas y en el Heliog¨¢bal esa reinvenci¨®n le golpea a muy pocos cent¨ªmetros del rostro del p¨²blico. Cada vez que el guitarrista se levantaba de la silla, la audiencia se recostaba para atr¨¢s aguardando el chaparr¨®n musical. Tras una primera parte que luego supo a calentamiento, Mishima se solt¨® las riendas definitivamente en la segunda. La banda regal¨® alg¨²n tema de su pr¨®ximo disco pero se entreg¨® a interpretar las canciones m¨¢s exitosos y se gust¨® recre¨¢ndolas entre los coros del p¨²blico, integrado como uno m¨¢s de la banda.
La gente se lanz¨® a charlar entre canci¨®n y canci¨®n con los m¨²sicos, a contestar y repreguntar como si asistiera al concierto del vecino en su propia casa. El cantante levantaba la cerveza antes de cada trago y la gente brindaba con ¨¦l hasta que otra descarga musical hac¨ªa peligrar todas las copas. La audiencia logr¨® arrancar un bis pero se qued¨® con ganas de m¨¢s. Mishima cerr¨® la noche guard¨¢ndose varios de los temas m¨¢s populares en la cartera y con ello quiz¨¢ evit¨® que el Heliog¨¢bal se viniera abajo.
Despu¨¦s de casi noventa minutos de vendaval Mishima dej¨® los instrumentos y dio un pasito adelante para tomarse unas copas con el p¨²blico, charlar, salir a fumar cigarrillos y regresar con la gente que, ya mayoritariamente ebria y especialmente insistente, pudo recrearse con los miembros de la banda. Como en casa del vecino.
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