Gu¨ªa para cambiar un barrio
Hasta 130 locales han abierto en la trasera de la Gran V¨ªa desde que hace 5 a?os arrancara Triball La conversi¨®n en teatro de los cines Luna puede culminar el sue?o de crear un Soho madrile?o
Miguel ?ngel Santa se pasea por la calle de la Ballesta como el alcalde de un pueblo. Cada 10 pasos se detiene. Reparte sonrisas, apretones de manos, palmaditas en la espalda. ¡°?Qu¨¦ tal, t¨ªo?¡±. ¡°Oye, tenemos eso pendiente¡±. ¡°S¨ª, s¨ª, hablamos esta semana. Te llamo, t¨ªo¡±.
Arquitecto, agente inmobiliario, socio de restaurantes, administrador de locales, portavoz de una asociaci¨®n de comerciantes, conseguidor de licencias¡ Este hombre de 45 a?os y con la media melena peinada hacia atr¨¢s es uno de los impulsores del cambio que en cinco a?os ha experimentado un tri¨¢ngulo de ocho hect¨¢reas en el coraz¨®n de Madrid que era refugio de prostitutas, camellos y heroin¨®manos.
Sigue siendo refugio de las prostitutas, que permanecen firmes en las aceras, pero tambi¨¦n de restaurantes creativos, de tiendas vintage o espacios culturales, como el exitoso Microteatro por dinero? ¡ªque abre todas las noches¡ª, del reactivado Teatro Lara, cuya programaci¨®n incluye ahora interesantes conciertos ¨ªntimos y, pr¨®ximamente, de unos rehabilitados cines Luna, adquiridos por el empresario teatral Enrique Salaberr¨ªa y la familia Larra?aga, que prev¨¦n reabrirlo en septiembre reconvertido en sala de musicales.
Santa se hincha de orgullo mientras hace un tour que arranca en su propio restaurante, MUI, del que hasta agosto era socio el cocinero Juanjo L¨®pez, que se ha bajado del proyecto por ¡°desacuerdos¡±, y que sigue centrado en su restaurante, La Tasquita de Enfrente, puerta con puerta. Contin¨²a la gira, que incluye paradas en bares de ca?as estilo loft ¡ªLa Chula de Valverde¡ª, en un local de hamburguesas gourmet ¡ªNimu¡ª o en una tienda de obras de arte que tambi¨¦n son muebles ¡ªKikekeller¡ª. Casualmente, Santa es el autor de la reforma de todos los sitios que muestra. Reconocer¨¢n su sello: espacios di¨¢fanos, ladrillos y vigas.
Aunque a Santa le gusta decir que TriBall es una asociaci¨®n de 180 comercios (de la que ¨¦l y su socio son los administradores), solamente 80 pagan la cuota de socio, que actualmente se ha reducido a 30 euros (han ido rebaj¨¢ndola). Una cantidad moderada que muchos comercios han decidido no pagar: ¡°360 euros al a?o por nada, es mucho¡±, zanja Alberto, propietario de la centenaria Jamones L¨®pez Pascual. ¡°La gente que viene a mi peluquer¨ªa viene por m¨ª, no por TriBall¡±, dice Jos¨¦ Navarro, que tampoco paga ya.
Pero rebobinemos. Han pasado cinco a?os desde que unos inversores le echaran el ojo y pusieran en marcha un ambicioso plan para la zona, pegada a dos importantes focos de la capital, la Gran V¨ªa (que recorren 7.000 personas la hora) y Fuencarral (6.000 personas la hora). Un grupo de 40 personas reuni¨® 20 millones de euros en cr¨¦ditos (el grifo estaba a¨²n abierto) y compr¨® 60 locales y muchos pisos. Algunos de los locales llevaban a?os cerrados, otros eran sex shops y 15 de ellos, burdeles. Cerrarlos fue un paso necesario para cambiar el barrio, lo que les vali¨® ¡ªasegura Santa¡ª amenazas de muerte. La modelo y empresaria Almudena Fern¨¢ndez invirti¨® en el proyecto y le prest¨® su imagen, que se us¨® en el v¨ªdeo promocional junto al eslogan ¡°Lifestyle Ecochic¡±.
En este tiempo, 130 negocios han probado suerte en la zona. Pero la crisis tambi¨¦n le ha dado un zarpazo y algunos han cerrado. Estos d¨ªas est¨¢ de liquidaci¨®n la tienda Secreto, en la calle del Barco. En la misma calle abri¨® hace unos meses el Bar Mart¨ªnez, decorado con objetos de un antiguo estanco. Por cada local que cierra, abre otro. Y hace una semana se inaugur¨® el restaurante de tapas creativas a precios accesibles DeCatar, en la calle del Desenga?o. Hasta hace poco en esta esquina hab¨ªa un amplio sex shop, pero los cristales opacos del Crazy Girls (con 30 a?os a sus espaldas) han dado paso a un local con enormes ventanas y ¡°dise?o canadiense¡±, explica Antonio Molina, de 54 a?os, el antiguo propietario del sex shop, reconvertido ahora en hostelero. ¡°Hay que ir con el barrio¡±, dice. A su lado sonr¨ªe el cocinero del local, Alejandro Sep¨²lveda, venezolano de 27 a?os y amigo de un hijo de Antonio, a quien le une su afici¨®n al longboard. La pareja ejemplifica el cambio que est¨¢ experimentando el barrio. La reforma del local, por cierto, tambi¨¦n es de Santa.
El proyecto del Tri¨¢ngulo Ballesta ¡ªo TriBall, que se retiene mejor¡ª, cuenta con tantos admiradores como detractores. Los argumentos de estos ¨²ltimos ¡ªque se niegan a adoptar el nombre-marca y siguen refiri¨¦ndose a la zona como la trasera de Gran V¨ªa¡ª van desde la especulaci¨®n y la gentrificaci¨®n (el reemplazo de sus residentes originales por otros con m¨¢s poder adquisitivo) de la zona, al cierre de los comercios tradicionales o la priorizaci¨®n de los intereses comerciales sobre los de los residentes del barrio.
Clara Le¨®n, dise?adora gr¨¢fica y vecina de la calle Desenga?o desde hace ocho a?os, resume su impresi¨®n: ¡°Me mud¨¦ aqu¨ª porque en la calle Pez pagaba 800 euros de alquiler por un piso de 40 metros y en desenga?o me cuesta lo mismo uno de 70 metros reformado. Que el barrio haya mejorado me viene bien y mal. Bien, porque me gusta que haya tiendas monas y sitios donde picar algo y porque da menos miedo, antes no me atrev¨ªa a ir sola a la plaza de la Luna. Mal, porque ha cerrado mi carnicer¨ªa y porque los alquileres subir¨¢n y tendr¨¦ que irme¡± (la inmobiliaria de Santa y su socio, Rehabitar gesti¨®n, anuncia en su cristalera un piso de 40 metros en la calle Desenga?o por el que piden 875 euros al mes). Esta vecina del barrio reconoce que en dos a?os ha dejado de ver a heroin¨®manos y camellos, pero que de madrugada le sigue imponiendo llegar sola a casa. ¡°Y cuando viene a visitarme mi abuela sufro por si est¨¢ en el portal la travesti que lleva los pechos al aire¡±, cuenta.
A pesar de la proliferaci¨®n de nuevos negocios, a medio d¨ªa de un mi¨¦rcoles laborable, en plena cuesta de enero, hay m¨¢s prostituas y potenciales clientes en la calle que personas interesadas en adquirir una prenda a la ¨²ltima. Unas nigerianas charlan sentadas en los sillines de las motos aparcadas, una joven cubana gui?a el ojo a todos los hombres que pasan por su lado mientras tararea a la Pantoja: ¡°Cada vez que te veo, cruzar la esquina¡¡±. Yoana, una veterana de Desenga?o, se encoge de hombros cuando se le pregunta por la transformaci¨®n: ¡°A m¨ª me da igual¡±, resume con desprecio.
La mezcla de prostitutas y modernidad fue, precisamente, lo que atrajo al dise?ador Papo Kling a la zona. El argentino fue el primero que se estableci¨® en el barrio, en 2008. ¡°Como marca, intentamos ir a sitios alternativos, buscamos locales lejos del circuito comercial porque eso nos da valor agregado¡±, empieza. ¡°No queremos estar junto a las grandes firmas. Esta zona tiene ese punto underground, con las putas en la puerta. Es fuerte a la vista pero a marcas como la nuestra les da un aire especial... Aparte de que es mucho m¨¢s barato, la d¨¦cima parte de los que cuesta un local en la calle de Fuencarral, y me quedo corto. Yo pens¨¦ que la zona ser¨ªa un foco de tiendas de moda, pero tenemos que aceptar que Espa?a es un pa¨ªs de bares¡±, sigue Kling. ¡°Al principio acordamos que hubiera un equilibrio en los negocios de la zona, pero al final han ganado los bares, que est¨¢n casi siempre llenos¡±.
?ngel S¨¢nchez, de la tienda de moda escandinava G¨¹k, explica que, a pesar de la mejora a la zona, se le sigue resistiendo el p¨²blico madrile?o, que la pisa menos que los turistas, pues en muchas gu¨ªas se describe la zona como una especie de embri¨®n del Soho londinense. Al igual que en Kling o en Monkey Garden, est¨¢n acostumbrados a organizar exposiciones de arte urbano y eventos especiales para atraer al p¨²blico. Su vecino de local, Carlos D¨ªez D¨ªez, no tiene m¨¢s que buenas palabras para el proyecto TriBall, que apost¨® por dejar locales gratis a conocidos dise?adores como ¨¦l y usarles de cebo para p¨²blico y marcas. A pesar de todo, algunos, como Anjara, se han acabado marchando.
La reforma de los cines Luna, el centro de una de las plazas m¨¢s conflictivas del barrio, puede suponer el despegue final de la zona. A Tina Lorenzo, propietaria de la perfumer¨ªa Heleme, justo enfrente de este edificio actualmente hecho polvo, se le ilumina la cara: ¡°Lo que era este barrio y lo que es ahora, buf, no hay color. Si adem¨¢s reforman ya los cines Luna, ser¨ªa como si me tocara la loter¨ªa la Loter¨ªa¡±.
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