Doctor Jekyll y Mister Fraga
El hombre de los tirantes rojigualdos mantuvo una actitud recelosa hacia las autonom¨ªas con voluntad nacional
Aunque hoy parezca inveros¨ªmil, tiene raz¨®n el amigo Manolo Mili¨¢n Mestre cuando sostiene que, en gran parte, el fraguismo naci¨® en Barcelona. Enti¨¦ndase por fraguismo el proyecto protopartidista que, una vez expulsado del Gobierno en 1969, Manuel Fraga se dispuso a vertebrar con la vista puesta en el d¨ªa despu¨¦s de la muerte de Franco. Un proyecto de l¨ªmites imprecisos, pero levantado sobre algunas certezas: que el franquismo ten¨ªa caducidad biol¨®gica y que tras ¨¦l vendr¨ªa un r¨¦gimen pluralista internacionalmente homologable, a cuya configuraci¨®n el de Villalba pretend¨ªa contribuir de modo decisivo como impulsor de una ¡°reforma democr¨¢tica¡± ¡ªtal ser¨ªa, desde febrero de 1976, el nombre del partido fraguista¡ª sin rupturas ni depuraciones.
Sin embargo, incluso durante esos a?os (1970-1975) tan barceloneses ¡ªera aqu¨ª donde el mecenazgo de Josep M. Santacreu y del editor Grijalbo permit¨ªa otorgar los Premios de Periodismo Manuel Fraga Iribarne, aqu¨ª donde los rojos impulsores del semanario Por Favor le rebautizaban ¡°Fragamanlis¡± en alusi¨®n al pol¨ªtico griego que hab¨ªa sacado a su pa¨ªs de la dictadura de los coroneles, aqu¨ª donde el exministro era capaz de cenar con obreros implicados en los conflictos de SEAT y Laforsa, o de debatir con representantes del movimiento vecinal¡¡ª, incluso entonces, Fraga se mostr¨® inflexible en sus tesis territoriales: todo lo m¨¢s, una descentralizaci¨®n administrativa con fuerte acento econ¨®mico, un regionalismo bien entendido. En abril de 1974, al nacionalista Jordi Pujol, que le visitaba en la Embajada de Londres, le replic¨®: ¡°A mi vez, era nacionalista de Espa?a, pero aceptaba las autonom¨ªas para uni¨®n m¨¢s perfecta de los espa?oles¡±.
Tras su desgraciado paso por el Gobierno de Arias Navarro, Fraga afront¨® el decisivo curso pol¨ªtico 1976-77 bajo la ¡°preocupaci¨®n de mantener la unidad del Estado espa?ol¡± frente a ¡°los nacionalismos separatistas¡±, y obligado a aclarar a la prensa barcelonesa: ¡°Yo no soy ni quiero ser Lerroux¡±. Si a ello le sumamos la inmediata confluencia con el franquismo irreductible de los Fern¨¢ndez de la Mora, Thomas de Carranza y compa?¨ªa, no cabe extra?arse de que, el 15-J-77, el programa de Alianza Popular defendiera, ¡°por encima de todo, la unidad de Espa?a creada por los Reyes Cat¨®licos¡±, ni de que, despu¨¦s, AP rechazase el T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n, con particular alergia al concepto de ¡°nacionalidades¡±.
El 15-J-77, el programa de Alianza Popular defend¨ªa, ¡°por encima de todo, la unidad de Espa?a creada por los Reyes Cat¨®licos¡±
A lo largo de los a?os ochenta, esta posici¨®n se fue suavizando, y es de justicia recordar que, por ejemplo, Fraga neg¨® su apoyo a la LOAPA cocinada entre la UCD y el PSOE. Pero, sea o no cierto el juicio que sobre Catalu?a le atribuye su entonces delf¨ªn, Jorge Verstrynge ¡ª¡°esa no es buena tierra, es tierra conquistada¡±¡ª, resulta indudable que el hombre de los tirantes rojigualdos mantuvo hacia las autonom¨ªas con contenido y voluntad nacionales (la catalana, la vasca¡) una actitud recelosa pespunteada de c¨ªclicos exabruptos espa?olistas.
En este sentido, ni siquiera los 15 a?os (1990-2005) al frente de la Xunta de Galicia consiguieron convertirle a un autonomismo genuino. Cuando en 1989 fue consciente de que, lastrado por su curr¨ªculo, jam¨¢s ganar¨ªa unas elecciones generales, Fraga se refugi¨® en su Galicia natal igual que hab¨ªa hecho en el verano de 1976, ¡°como un oso herido escondido en una cueva¡± (la met¨¢fora es de Areilza), y al a?o siguiente se instal¨® en la presidencia gallega, en el pazo de Raxoi, a manera de premio de consolaci¨®n por no haber alcanzado otro palacio, el de la Moncloa. Y s¨ª, a lo largo de los tres lustros posteriores impuls¨® la idea de la ¡°Administraci¨®n ¨²nica¡±, y defendi¨® la presencia de las autonom¨ªas en la Uni¨®n Europea, y se postul¨® ¡ªsin ¨¦xito¡ª a la presidencia de la Asamblea de las Regiones de Europa, y cultiv¨® un galleguismo light, sin calor¨ªas pol¨ªticas. Pero siempre entre exaltaciones de ¡°la Espa?a una, grande e indestructible como naci¨®n, siempre renovada, siempre Espa?a¡¡± (1999).
Si a Manuel Fraga le cab¨ªa ¡°el Estado en la cabeza¡±, era sin duda un Estado de ra¨ªz unitaria, mononacional, con meras variedades regionales.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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