Una miscel¨¢nea de agradecer

La compa?¨ªa de V¨ªctor Ullate, asociada a la Comunidad de Madrid, ha acudido a su cita invernal en el Canal con una obra miscel¨¢nea de la que se sale parcialmente satisfecho, pero con bien fundadas esperanzas en el futuro del ballet espa?ol, no solamente en cuanto a cantera propia (pues la agrupaci¨®n es ya hoy verdaderamente cosmopolita) sino hablando en perspectiva, algo que ya vivimos con emoci¨®n y orgullo cuando estren¨® aquel programa de pasos a dos cl¨¢sicos, algo que hoy nos suena lejano en el tiempo, pero que tiene su importancia. Ullate sigue siendo el maestro capital y la compa?¨ªa es hoy una plantilla din¨¢mica, bien entrenada, que lo da todo.

La obra, sobre eficaces luces geom¨¦tricas y un suelo ajedrezado, se desarrolla como un r¨ªo de solos, d¨²os y combinaciones diversas. Abre una soluci¨®n coral muy elevada sobre el concierto para piano y orquesta de Chopin (secci¨®n a profundizar como pieza ¨²nica y sinf¨®nica), y promete una altura que luego se rompe en algunos cameos poco elaborados o prescindibles. Est¨¢ hecho con gracia el homenaje a las black tighs glamurosas de Zizi Jeanmaire y rechina la poca enjundia de dos s¨ªlfides desaprovechadas. El traje de Rita Hayworth necesita un forro.

Entre los que se pueden destacar est¨¢ el cubano Yester Mullens (el maestro de ceremonia); la rusa Ksenia Abbazova y la francesa Sophie Cassegrain, ambas muy hechas y con tablas, seguras; los gemelos brit¨¢nicos Matthew y Oliver Edwardson, sencillamente deliciosos y precisos en su d¨²o concertante de claqu¨¦, el italiano Cristian Oliveri y el espa?ol Josu¨¦ Ullate en un d¨²o l¨ªrico de amistad que es lo mejor de la velada y donde aflora la m¨¦dula del mejor Ullate, sin otra pretensi¨®n que ofrecer un material cor¨¦utico honesto, una idea precisa con vectores de lenguaje que le son caros y propios, su herencia y su poso, donde s¨ª est¨¢ B¨¦jart (acaso el de Ni flores ni coronas, la estela de algo que bail¨® much¨ªsimo) pero sobre todo brilla su instinto.