Con Larra en el caf¨¦
Hoy los caf¨¦s son oasis en los que sigue abrevando una fauna amiga de la ch¨¢chara y el debate
Los primeros caf¨¦s de Madrid que abrieron terraza lo hicieron en el Pasaje de Matheu, a dos pasos de la Puerta del Sol, eran caf¨¦s afrancesados, fundados y frecuentados por la colonia francesa de Madrid a mediados del siglo XIX. En el Caf¨¦ de Par¨ªs se reun¨ªan conservadores y mon¨¢rquicos y en el de Francia, fundado por Monsieur Doubl¨¦, superviviente y h¨¦roe de La Comuna, republicanos y revolucionarios. La revoluci¨®n de las terrazas triunf¨® en la capital de Espa?a, hasta el abuso, como denunciaba en la segunda d¨¦cada del siglo XX el escritor y cronista madrile?o Pedro de R¨¦pide. La moda de las terrazas, escrib¨ªa: ¡°¡ha llegado a constituir en Madrid un intolerable abuso durante los meses del verano, hall¨¢ndose el viandante imposible de pasar por las aceras de las calles y jardines de las plazas ocupadas por los veladores y asientos multiplicados hasta el absurdo¡±. Los clientes de las terrazas se libraban del aire cargado, enrarecido y espeso del interior. En un incisivo art¨ªculo, titulado El Caf¨¦, Mariano Jos¨¦ de Larra describ¨ªa los padecimientos del fumador pasivo, abrumado y ahumado por ¡°cuatro chimeneas ambulantes que no podr¨ªan vivir si hubieran nacido antes del descubrimiento del tabaco: tan enlazada est¨¢ su existencia con la nicociana¡±.
?Hoy los caf¨¦s son oasis en los que sigue abrevando una fauna amiga de la ch¨¢chara y el debate sobre la que planea todav¨ªa la sombra de las viejas, turbulentas y discutidoras tertulias como las de los caf¨¦s de la Puerta del Sol sobre las que Valle Incl¨¢n, que perdi¨® un brazo a causa de una de ellas escribir¨ªa: ¡°El Caf¨¦ de Levante ha ejercido m¨¢s influencia en la literatura y el arte contempor¨¢neo que dos o tres universidades o academias¡±. Otro adicto a los caf¨¦s madrile?os, Enrique Jardiel Poncela pondr¨ªa m¨¢s tarde en boca de un hipot¨¦tico corresponsal brit¨¢nico una receta para terminar con los end¨¦micos males de Espa?a: ¡°Abrir todas las cabezas y cerrar todos los caf¨¦s¡±. Entre los caf¨¦s supervivientes de Madrid, el Nuevo Caf¨¦ Barbieri de la calle del Ave Mar¨ªa en Lavapi¨¦s, fundado en 1912, es el que mejor conserva la atm¨®sfera, incluso el mobiliario y la p¨¢tina de la edad dorada.
El Gran Caf¨¦ de Gij¨®n del Paseo de Recoletos y el Comercial de la Glorieta de Bilbao, fundados a finales del siglo XIX y reformados a mediados del siglo XX, mantienen el genio y la figura, la estampa y la estructura de aquellos caf¨¦s a los que acud¨ªa F¨ªgaro, impertinente y curioso: ¡°¡m¨¢s de cuatro veces al d¨ªa a meterme en rincones excusados por escuchar caprichos ajenos que luego me proporcionan materia de diversi¨®n¡¡±. Mucho, y casi siempre para bien, se ha escrito sobre las tertulias del Gij¨®n que en los a?os del franquismo fue un ins¨®lito reducto, casi una tierra de nadie, en un territorio ocupado y devastado intelectualmente. Hoy, a la entrada del sal¨®n donde estuvo el puesto de Alfonso, cerillero y fact¨®tum, vendedor de tabaco y loter¨ªa, prestamista sin intereses, consejero y contertulio imprescindible desde su garita, se exhiben algunos de los libros escritos sobre el establecimiento, cr¨®nicas y homenajes, bajo el retrato del cerillero ilustre e ilustrado.
Las tertulias no han muerto.
En el ¨¢gora del Comercial, tienen sus puestos asignados, fil¨®sofos contemplativos y poetas solitarios, profesores peripat¨¦ticos y estudiantes eternos. El recado de escribir que antes ofrec¨ªan los camareros ha sido sustituido por el wi-fi pero Larra podr¨ªa seguir riendo ¡°de ver c¨®mo arreglaba la suerte del mundo una copa m¨¢s o menos de ron¡± y compartiendo la despedida habitual del orador de caf¨¦: ¡°?Pobre Espa?a!...Buenas noches se?ores¡±.
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