"Gracias por contarlo todo"
Pepita Pati?o, la mujer que ha inspirado 'La voz dormida', revive su pasado
"Le dieron muchos palos al pobrecito m¨ªo. Muchos. La primera vez que fui a verle a comisar¨ªa y me ense?aron su camisa me ech¨¦ a llorar". Y lo mismo hace Pepita Pati?o cuando recuerda esa imagen de la sangre de su marido manchando la tela. Por recuerdos as¨ª, v¨ªvidos como el primer d¨ªa, no ha visto La voz dormida, la ¨²ltima pel¨ªcula de Benito Zambrano, que se inspira en su propia vida. La interpretaci¨®n de Mar¨ªa Le¨®n como Pepita de joven le ha valido el Goya a la Mejor Actriz Revelaci¨®n.
?"Comparto el premio con Pepita Pati?o, que tiene 88 a?os y vive en C¨®rdoba. A ella y a todas las pepitas del mundo, por ser mujeres que han aprendido a perdonar pero no olvidan", dijo la int¨¦rprete al recoger el premio.
Pepita escuch¨® esas palabras desde la residencia para mayores donde vive, junto al Cristo de los Faroles. Y a su cabeza volvieron los a?os que vivi¨® como enlace de los maquis en la sierra de C¨®rdoba; de la primera vez que vio a Jaime Cuello, miembro del PCE; de c¨®mo se enamor¨® de ¨¦l y le sigui¨® en su triste peregrinar por comisarias y presidios franquistas de C¨®rdoba, Burgos y Madrid.
La anciana no ha querido ver la pel¨ªcula? de Benito Zambrano
"Le dieron muchos palos", insiste en voz baja. Se mira las manos y, como si fuesen las de Jaime, se las toca y dice: "Ten¨ªa cicatrices... Aqu¨ª y aqu¨ª... Lo pas¨® muy mal". Pero Pepita tambi¨¦n sonr¨ªe. Lo hace cuando recuerda lo fiel y consecuente que era Jaime con su ideolog¨ªa. Como cuando le pidi¨® al cura de la c¨¢rcel donde estaba que le casase con Pepita. El del alzacuellos acept¨® con una condici¨®n, que renunciase al comunismo. "Mi marido le dijo que no. Que eso ser¨ªa como si ¨¦l le pidiese al cura que se quitase la sotana. El cura entr¨® en c¨®lera y le exigi¨® al director del penal que lo metiese en una celda de castigo. Pero no lo hizo".
Mientras Jaime sufr¨ªa c¨¢rcel y torturas, Pepita se deslomaba trabajando en casas. Tambi¨¦n se jugaba el cuello dejando mensajes a los guerrilleros de la sierra de C¨®rdoba y un¨ªa sus fuerzas con las de otros familiares de presos para hacerles llegar ropa y alimentos para sobrevivir.
Dulce Chac¨®n pas¨® 10 d¨ªas con la mujer para conocer su historia
As¨ª durante 20 largos a?os en los que en su vida prim¨® el miedo y el silencio. "No pod¨ªas hablar, todo hab¨ªa que guard¨¢rselo", recuerda la mujer. En 1960 su marido fue puesto en libertad. Tras dos d¨¦cadas de noviazgo presidiario, encontraron un cura al que no le importaba la condici¨®n pol¨ªtica de Jaime ni sus ideas. "Se port¨® magn¨ªficamente, nos lo arregl¨® todo y nos cas¨® en Madrid". Al d¨ªa siguiente, a las seis de la tarde, la pareja deb¨ªa estar en C¨®rdoba para presentarse en la comisar¨ªa. La vigilancia del r¨¦gimen todav¨ªa durar¨ªa tiempo.
El maltrato constante y las penurias de la c¨¢rcel dejaron a Jaime con una salud muy delicada y muri¨® sin poder disfrutar de la democracia. A?os despu¨¦s, Pepita conoci¨® a la escritora Dulce Chac¨®n, quien estaba recabando historias sobre las mujeres que sufrieron la Guerra Civil y el franquismo. Era el germen de La voz dormida. Y Pepita ser¨ªa una de sus protagonistas.
"Fue aqu¨ª al lado, en una cafeter¨ªa", se?ala con su bast¨®n Pepita, a las puertas de la residencia. Se mueve despacio, molesta por la artrosis en una de sus manos. "Eso es de no parar de trabajar", apunta. Y vuelve a Chac¨®n: "Estuvimos 10 d¨ªas hablando y hablando para el libro". Y hace una pausa. "Qu¨¦ pena. Tan joven que era". Y las mismas l¨¢grimas vuelven a asomar. Dulce Chac¨®n muri¨® en 2003, poco despu¨¦s de publicar el libro.
Pepita no se ha atrevido a ver la pel¨ªcula que adapta el texto de la escritora. "Para qu¨¦, si es mi vida. Yo he pasado todo eso. Y ya lo he llorado todo. Si la viese no podr¨ªa para de llorar". Pero no deja de agradecer a todos, a Benito Zambrano y a las actices Mar¨ªa Le¨®n e Inma Cuesta (quien, en una licencia de gui¨®n, interpreta a una hermana presa que Pepita no tuvo en la vida real). Tambi¨¦n a todos los periodistas que se acercan a recoger su testimonio. "Gracias por contarlo todo. Sobre todo por ellos, por todo lo que pasaron ellos. Que fue mucho", dice recordando a los presos y a los guerrilleros.
Pepita se despide a las puertas de la residencia. Casi nadie all¨ª dentro sab¨ªa de su dura vida. Reparte besos, l¨¢grimas y sonrisas. "Iros que yo os vea". Y no regresa dentro hasta que los reporteros tuercen la esquina.
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