De 'kleenex'

Platea entera de pie, pol¨ªticos incluidos (y destaco la presencia del consejero de Interior, Felip Puig, por inusual), en una gran ovaci¨®n final la noche del estreno. Y es que Incendis, del canadiense de origen liban¨¦s Wajdi Mouawad -el mismo que fue noticia el a?o pasado en Barcelona cuando el festival Grec vet¨® su montaje Des femmes por incluir en el reparto al homicida de Marie Trintignant, el m¨²sico Bertrand Cantat- es una historia muy potente que Oriol Broggi, galardonado recientemente con el Premio Ciutat de Barcelona, ha trasladado al escenario del Romea con un ritmo asombroso y el sello de su personal estilo, esa po¨¦tica sobriedad que ha desplegado en la Biblioteca de Catalu?a, su sede, de la que parece haberse llevado incluso la arena del suelo.

Incendis forma parte de una tetralog¨ªa sobre el desarraigo y la b¨²squeda de los or¨ªgenes junto con Litoral (que pas¨® por la ¨²ltima edici¨®n de Temporada Alta), Boscos y Cel, aunque por s¨ª sola ya dar¨ªa para un aut¨¦ntico culebr¨®n televisivo de los que te dejan al final de cada episodio con el coraz¨®n en un pu?o. Tragedia de proporciones ¨¦picas, resonancias griegas, gui?os shakespearianos y estructura de gincana, Incendis es una pieza contempor¨¢nea que se remonta al origen de los tiempos y de las matem¨¢ticas, se ramifica a trav¨¦s de los miembros de una familia para explicar, por extensi¨®n, la complejidad del mundo en el que vivimos y acabar en una ecuaci¨®n imposible. No cabe contar el argumento, conviene acercarse a la obra sin saber nada de ella.

Y para quienes no la hayan le¨ªdo ni hayan visto la pel¨ªcula de Denis Villeneuve, solo adelanto que hay mucho amor, mucho odio, mucha sed de venganza y de mal, mucho silencio, muchas muertes, mucha sangre, y en el escenario, mucha l¨¢grima y alg¨²n que otro moco colgando. Puede que no haga ninguna falta cargar las tintas del dram¨®n en una historia tan brutal como esta, que es por donde se decanta el montaje de Broggi en m¨¢s de una ocasi¨®n; puede que una vez que el espectador capta la magnitud de la tragedia hacia el final, el ep¨ªlogo se dilate en exceso; puede que la gincana se haga un poco larga. En cualquier caso, ninguno de estos matices desmerece la fuerza de Mouawad ni el conjunto de la puesta en escena de Broggi, ¨¢gil y muy eficaz, que adem¨¢s nos ofrece, por hablar solo de los protagonistas, una Clara Segura en su mejor registro, el de Ant¨ªgona; un Julio Manrique poli¨¦drico, y un estupendo Xavier Boada como feliz contrapeso de ambos.