La danza de los obispos
En estos tiempos de crisis los obispos no han salido de sus di¨®cesis para difundir un mensaje evang¨¦lico de solidaridad
Una peque?a an¨¦cdota me salv¨® de ser cat¨®lica. Cuando contaba apenas nueve a?os asist¨ª a una ceremonia religiosa previa a unos ejercicios espirituales. En la oscuridad de la iglesia, un sacerdote elevaba sus brazos de forma fantasmal y nos pintaba con toda crudeza la descomposici¨®n del cuerpo una vez fallecido; c¨®mo los gusanos y las cris¨¢lidas surg¨ªan de la carne; el hedor que esparc¨ªa el cuerpo en su lenta descomposici¨®n. Alz¨® la voz y dijo: ¡°A¨²n est¨¢is a tiempo. Arrepent¨ªos, sacrificad vuestro cuerpo para ganar la vida eterna¡±. Sal¨ª aterrorizada de la iglesia. La palabra ¡°arrepent¨ªos¡± sonaba en mis o¨ªdos como un siniestro tambor. Eran las v¨ªsperas de Semana Santa y no discurr¨ª ning¨²n medio mejor de mortificarme que introducir garbanzos crudos en el interior de mis zapatos blancos, redondeados, con una trabilla unida por un bot¨®n de perla. El Domingo de Ramos sal¨ª con mis padres y mis hermanos con mis pies mortificados por los duros garbanzos. Apenas pod¨ªa caminar, aunque intentaba disimularlo con una forzada sonrisa. El cura nos hab¨ªa advertido que el sacrificio para ser v¨¢lido ten¨ªa que ser secreto, visible solo ante los ojos divinos. Pero los ojos de mi madre fueron directos a los zapatos, me descalz¨® y se qued¨® asombrada ante el pu?ado de garbanzos crudos que conten¨ªan. ¡°No seas tonta ¡ªme dijo¡ª todo eso que cuentan no son m¨¢s que patra?as para asustarnos¡±.
Me sent¨ª tan segura y aliviada que, tras consolarme con un helado de chocolate, puse fin para siempre a cualquier aventura religiosa. Esta experiencia m¨ªstica tan temprana me puso a salvo de la liturgia y de las lecciones de culpa; tambi¨¦n del dolor de la ruptura con la tradici¨®n y del sabor amargo, levemente anticlerical, que tienen los que prolongaron su permanencia en la Iglesia hasta bien entrada la adolescencia.
Acabo de ver una foto que recuerda los tiempos pasados. Trece obispos andaluces ¡ªpor supuesto varones¡ª, de riguroso luto, con la cruz colgada al cuello y similares gafas, posan ante la c¨¢mara con la expresi¨®n de quienes tienen el poder y la gloria de su parte. Algunos entrelazan sus manos con ese gesto tan caracter¨ªstico del sacerdocio. En estos tiempos de crisis no han salido de sus di¨®cesis para difundir un mensaje evang¨¦lico de solidaridad y de apoyo a los m¨¢s necesitados. Ni una sola palabra han dedicado a los parados, a los que est¨¢n siendo azotados por las desigualdades econ¨®micas. Ni una sola frase han dedicado a denunciar las injusticias, ni la acumulaci¨®n de riqueza, ni a la codicia de los m¨¢s poderosos. Han salido, unidos y sonrientes, para pedir que se vote a la derecha andaluza, la aut¨¦ntica, la genuina, la que impedir¨¢ el aborto, abolir¨¢ el matrimonio entre personas del mismo sexo y, por supuesto, aumentar¨¢ los conciertos educativos con la iglesia.
Han salido a hablar de lo suyo: del poder, de los negocios, de su patrimonio y de su estatus social. Les ha bastado una reflexi¨®n sobre la corrupci¨®n pol¨ªtica que les parece altamente preocupante en Andaluc¨ªa, pero no en Valencia. Desde las atalayas de sus obispados se atreven a proponer a los de abajo m¨¢s trabajo y sacrificios para salir de la crisis y denuncian ¡°la mentalidad tan extendida del derecho a la d¨¢diva y de la subvenci¨®n¡±. ?Qui¨¦n dijo que la Iglesia no renueva su mensaje? Se han apuntado a la fila del discurso antiandaluz que predica el conde de Salvatierra, la CEOE, los nacionalistas catalanes y las gallinitas de Esperanza Aguirre; se han hecho de la FAES y de las corrientes m¨¢s neoliberales que piden el fin de las ayudas p¨²blicas.
Esto lo dice una instituci¨®n que vive del Estado, que no paga impuestos por ninguna de sus actividades ni bienes y a la que sufragamos todos, tanto cat¨®licos como no creyentes. Una organizaci¨®n que solo se acuerda de sus organizaciones sociales de base cuando se les demanda que contribuyan al IBI o que se autofinancien. Qu¨¦ pena que no se acuerden de ellos cuando hacen sus comunicados electorales. Qu¨¦ pena que no tengan procesos democr¨¢ticos para que realmente sepamos a cu¨¢ntos cristianos representa esa jerarqu¨ªa obsesionada con el sexo, ajena al dolor humano y tajantemente desigualitaria.
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