Sembrar en roca o en tierra
La administraci¨®n debe podar el gasto en esa cuarta parte de sociedad que vive a su cobijo
Cada d¨ªa ha aumentado en cuatro el n¨²mero de empleados p¨²blicos vascos. Ese es el dato que se desprende de analizar la plantilla de julio de 2011 (¨²ltimo dato disponible) con la plantilla de julio de 2009. De poco consuelo sirve el saber que en el Estado el aumento diario ha sido de 42 personas.
Tampoco parece haber mejorado el tema del gasto en megaproyectos. La nueva ministra, Ana Pastor, afirm¨® en el Congreso el pasado d¨ªa 9 de febrero que ¡°se acab¨® el tiempo de las obras fara¨®nicas¡±, algo que ya dijo Blanco, pero, al parecer, todas las obras en marcha van a seguir adelante. Por lo que se ve ninguno de nuestros despilfarradores proyectos lleva la firma de un fara¨®n egipcio.
Y es que aqu¨ª solo se le recorta a quien no tiene padrinos suficientes. La banca obtiene hasta 90.000 millones de dinero p¨²blico para seguir pagando sueldos de ensue?o a sus directivos y retiros de oro a sus empleados. Los Ayuntamientos reciben 50.000 millones de cr¨¦ditos para saldar sus cuentas con los proveedores, sin que en paralelo se les exija mejorar su eficacia interna y no incurrir en nuevos d¨¦ficits. Ya se adivina una nueva ayuda estatal a los propietarios de autopistas de peaje para compensarlas de sus malas previsiones de tr¨¢fico, esos s¨ª, sin obligarles a perder parte de la propiedad de esas autopistas. Y as¨ª sucesivamente.
Existe una cuarta parte de la sociedad, la que vive cerca del Estado, que se protege muy bien contra los efectos de la crisis, lo que inexorablemente lleva a traspasar ese coste a los otros tres cuartos restante, que ve perder sus derechos laborales, subvenciones y las actuaciones p¨²blicas a las que hab¨ªa tenido derecho hasta ahora.
Por eso sorprende ahora el nuevo lema de ¡°ya no podemos ahorrar m¨¢s¡±, que entonan pol¨ªticos de todo corte, desde el lehendakari L¨®pez, hasta el presidente de Cantabria o Extremadura. De creer su palabra, solo se puede seguir reduciendo el gasto p¨²blico a base de tocar los servicios esenciales, sanidad y educaci¨®n, y eso no es tolerable pol¨ªticamente.
Pero es falso. En sanidad o educaci¨®n, el ahorro efectivamente no debe venir por reducir los servicios, sino por prestarlos con mayor eficiencia. Eso supone reducir en varios puntos por cien el absentismo de los trabajadores, que es alt¨ªsimo, en hacer trabajar a los empleados el total de las horas contratadas, en mejorar la organizaci¨®n interna y un largo etc de tareas de gesti¨®n, que permite hacer mucho m¨¢s pero con menos coste.
Pero en los dem¨¢s departamentos que no dan prestaciones directas al ciudadano, adem¨¢s de lo anterior hay que adelgazar las estructuras para hacerlas proporcionales a los servicios que prestan y recordar a Perogrullo: Un departamento de cultura solo se justifica si ofrece servicios culturales, una direcci¨®n de obras si realiza obras, y una direcci¨®n de deportes si hay actividades deportivas. Por eso, adem¨¢s de las anteriores medidas, hay que tomar otras, como el revisar las numerosas empresas p¨²blicas o incluso la jornada de 35 horas, pues mientras tal jornada no sea aplicable al conjunto de la poblaci¨®n constituye un puro chiste el que se aplique en servicios que no dan servicios a los ciudadanos.
Osakidetza, si creemos sus datos, parece estar consiguiendo mejorar su n¨²mero de operaciones y de tratamientos hospitalarios con una paralela reducci¨®n de gasto total y de la contrataci¨®n externa, pero no es la t¨®nica que uno advierte en el conjunto de la administraci¨®n, donde lo que se ve es que para reducir el gasto total en un 10%, se propone reducir en un 40% las inversiones y en un 30% las subvenciones, pero manteniendo el coste de funcionamiento de la propia administraci¨®n.
No es posible que se nos diga que no se puede ahorrar m¨¢s cuando se sabe que un Ayuntamiento, y tomo como ejemplo Donostia, paga 29 euros por cada hora de limpieza, es decir entre un 50% y un 100% m¨¢s que el precio de mercado. Cuando seguimos manteniendo docenas de municipios min¨²sculos, a costa de subvencionarlos masivamente desde las administraciones superiores, cuando persisten las duplicidades entre las administraciones vascas o entre las administraciones vascas y las estatales, o cuando pagamos a muchos empleados p¨²blicos un 35% superiores que lo que se paga en la empresa privada.
Necesitamos sembrar en sectores con futuro, como las energ¨ªas alternativas, la biomedicina, la nanotecnolog¨ªa y, en general, todo aquello que nos incorpore a una econom¨ªa del conocimiento y la sostenibilidad. Pero para poder gastar ah¨ª, hace falta que la administraci¨®n pode profundamente el gasto en esa cuarta parte de la sociedad que vive magn¨ªficamente a su cobijo. Si insistimos en sembrar con dinero p¨²blico terrenos rocosos y no sembramos all¨ª donde sabemos que el terreno es f¨¦rtil, la cat¨¢strofe est¨¢ asegurada.
Y solo en ese contexto de austeridad real tiene credibilidad la apelaci¨®n al incremento de la presi¨®n fiscal, que pretende relanzar el lehendakari. Es cierto que un modelo de pa¨ªs que impide al gobierno fijar la pol¨ªtica fiscal resulta profundamente equivocado en tiempos de crisis, porque impide la necesaria correlaci¨®n entre las pol¨ªticas de gasto y las pol¨ªticas tributarias de ingresos. Pero tambi¨¦n es cierto que a un ciudadano solo se le debe exigir que aumente su contribuci¨®n fiscal cuando tenga la sensaci¨®n de que ese dinero que el no va a poder gastar, va a ser destinado a cosas productivas y de futuro y no a mantener en el machito al cuarto de la poblaci¨®n que se ha acostumbrado a vivir al pairo de la crisis.
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