Malas noticias para el teatro espa?ol
La salida de Mario Gas del Teatro Espa?ol es una consecuencia m¨¢s de la estructura vol¨¢til en la que actualmente vive la creaci¨®n y la producci¨®n cultural en Espa?a
Mala noticia para el Teatro Espa?ol, con may¨²sculas, y mala noticia para el teatro espa?ol.
Que Mario Gas abandone ese barco, independientemente de las razones burocr¨¢ticas o de orden administrativo, y sin duda pol¨ªtico, que alimentan el cambio que ahora se cuece en esa esfera, es una consecuencia m¨¢s de la estructura vol¨¢til en la que vive la creaci¨®n y la producci¨®n cultural en Espa?a. Cambio de administraci¨®n pol¨ªtica, cambio de l¨ªnea cultural. Como si en la cultura no se produjera una secuencia distinta a la secuencia electoral.
Pero as¨ª son las cosas, nadie lo ataja, y los pol¨ªticos se dejan llevar por la veleidad de mandar y de sustituir, que es una tarea que les encanta. En esa vor¨¢gine se llevan por delante conceptos y trayectorias. Mario Gas ha creado un lenguaje dentro de ese teatro, que en el pasado de sus antecesores tuvo momentos buenos y momentos rancios; ¨¦l dot¨® su ¨¦poca de una enorme preocupaci¨®n contempor¨¢nea, cosmopolita y comprometida, junt¨® lo que en un tiempo se llam¨® teatro de protesta y paradoja con el teatro m¨¢s rabiosamente actual y con el m¨¢s rabiosamente cl¨¢sico, hasta constituir, en el sitio de siempre de la plaza Santa Ana y en el Matadero, una feliz creaci¨®n actual, una l¨ªnea argumental que al p¨²blico le interes¨® y que abri¨® horizontes y caminos para nuevos autores, para actores que crearon ah¨ª personajes inolvidables.
?Estaba escrita la hora de Mario Gas? ?Se le hab¨ªa acabdo el gas, por decxirlo as¨ª? Qu¨¦ va. Ahora tiene en pie una admirable Follies cuyo montaje es elogiado hasta por sus ¨ªntimos adversarios. ?Entonces? Ah, a la que se le acaba la cuerda es a la pol¨ªtica; y la pol¨ªtica tira por la borda una experiencia y se va en busca de otra. ?Leg¨ªtimo? Claro que s¨ª, todo es leg¨ªtimo, hasta el olvido de lo que no nos gusta. Y es leg¨ªtimo tambi¨¦n que no les guste Mario Gas, eso se percib¨ªa. Al espectador s¨ª, por lo que se ven¨ªa viendo. Pero p¨²blico y pol¨ªtica no siempre van parejas. Y tiene uno derecho a reclamar, en el maremagnum de los cambios, un cierto sosiego en el tratamiento de la cultura. Pues un d¨ªa es el Teatro Espa?ol, otro d¨ªa ser¨¢ el Museo del Prado y as¨ª sucesivamenmte. Y la cultura precisa de reposo para construir, no de prisa para sustituir.
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