Po¨¦tica del abandono
Daniel Romero recorre Europa por carretera buscando edificios arrinconados a su suerte
El se?or Daniel Romero atesora un recuerdo de su infancia en Cornell¨¤: el de una fantasmag¨®rica f¨¢brica de neum¨¢ticos adonde iba a jugar al salir de clase. Desde entonces, como quien marcha a cazar tiempos perdidos, comparte la b¨²squeda de sitios despoblados con su afici¨®n por la fotograf¨ªa.
Cuenta que el primer lugar en el que entr¨® con una c¨¢mara fue la Ciudad de los Muchachos de Collserola, un antiguo orfanato del Auxilio Social franquista en ruinas desde 1977. Pronto le cogi¨® gusto y fue ampliando su radio de acci¨®n. Acompa?ado por otros apasionados del tema, empez¨® a recorrer Europa por carretera buscando edificios arrinconados a su suerte. ¡°Lo que para mucha gente es basura o decadencia, para m¨ª es un paisaje hermoso en el que hacer una buena foto. En esta especialidad convivimos desde profesionales que quieren un decorado original para hacer fotograf¨ªa de moda, hasta los que optan por trabajos m¨¢s documentales o art¨ªsticos¡±.
Podr¨ªa pensarse que en ambientes tan t¨¦tricos la suya es una experiencia inc¨®moda. Sin embargo, reconoce que nunca ha tenido miedo: ¡°Est¨¢s detr¨¢s de la c¨¢mara y eso te convierte en un espectador, te aleja del entorno¡±. Ha recorrido el famoso hospital del T¨®rax de Terrassa, lugar ic¨®nico para los amantes de los fantasmas: ¡°A veces, el miedo lo tienes cuando vuelves a casa y ves las fotos, o cuando puedes averiguar la historia del edificio. En la ciudad italiana de Vercelli estuvimos en un hospital abandonado de la II Guerra Mundial, donde las tropas alemanas hab¨ªan fusilado a mucha gente. Quiz¨¢s el sitio m¨¢s t¨¦trico que recuerdo fue una universidad veterinaria en Lieja, en la que hab¨ªan dejado cientos de grandes tarros de cristal con cabezas, corazones y distintas partes de animales sumergidas en formol¡±.
Pero deshabitado no quiere decir necesariamente desierto: ¡°A veces nos hemos tropezado con gente haciendo psicofon¨ªas, con j¨®venes de fiesta, con coleccionistas de antig¨¹edades, con exploradores urbanos, con vagabundos y con okupas, con grafiteros o con gente que busca tuber¨ªas de cobre. Aprendes a reconocer los signos de los que entran para instalarse: vidrios rotos, piedras bajo las ventanas. Ah¨ª vas con m¨¢s precauci¨®n. Una vez dentro, suele oler a humedad y madera podrida; es un olor caracter¨ªstico que se te mete en la piel¡±.
Por lo que me dice, sus exploraciones tienen una serie de protocolos; como explorar primero el lugar eligiendo localizaciones y de vuelta hacer las fotograf¨ªas: ¡°Es muy peligroso andar por una casa en ruinas mirando a trav¨¦s de un visor. Hace unos a?os, un historiador cay¨® de una escalera podrida y muri¨® del golpe; por eso tampoco hay que ir nunca solo. Hay que ser respetuoso al m¨¢ximo con el lugar. No romper ni llevarse nada. Entrar siempre por huecos ya existentes, sin forzar puertas ni ventanas. Y no facilitar la situaci¨®n del lugar en p¨¢ginas de Internet, para evitar que sea saqueado¡±. Cita el caso de la torre del Gobernador en Alella, deshabitada desde 2001 y donde Pedro Almod¨®var rod¨® La mala educaci¨®n. La mansi¨®n se hizo popular, llegaron equipos para rodar clips musicales, despu¨¦s los v¨¢ndalos, m¨¢s tarde los okupas y al final la desolaci¨®n.
Por lo visto, B¨¦lgica es el para¨ªso del abandono: palacios, escuelas, hospitales, teatros. Curiosamente, en Italia hay muchas iglesias vac¨ªas, y en Portugal, muchos hoteles. Ahora, con la crisis, prev¨¦ un gran aumento de empresas y f¨¢bricas abandonadas. El mes que viene se va a Alemania, a un sanatorio ocupado por los rusos tras la guerra contra Hitler que funcionaba como morgue y crematorio; para ¨¦l, ¡°una manera de romper la monoton¨ªa y hacer m¨¢s atractivas las vacaciones¡±.
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