Espaldas quemadas
El melodrama de Guillem Clua pone en escena la sordidez m¨¢s extrema en un pa¨ªs devastado por la guerra civil
?C¨®mo hablar de lo m¨¢s s¨®rdido? ?Basta con ponerlo en escena tal cual es o tal cual lo imaginamos? ?Y de qu¨¦ sirve hacerlo? Tales preguntas me ronronean seg¨²n avanza La piel en llamas, melodrama que Guillem Clua ambienta en un pa¨ªs empobrecido y devastado por una guerra civil. Sus protagonistas son una periodista decidida a entrevistar a un fot¨®grafo anglosaj¨®n archipremiado por la instant¨¢nea de una ni?a abrasada, y un alto funcionario de la ONU que ofrece atenci¨®n m¨¦dica a cambio? de sexo a la joven madre de una chiquilla en coma. Como en La modestia de Rafael Spregelburd, ambas parejas ocupan la misma habitaci¨®n de hotel, sin encontrarse nunca: Clua presenta simult¨¢neamente dos l¨ªneas de acci¨®n, que en realidad transcurren en tiempos sucesivos.
En ese di¨¢logo doble entre buenos y malos, la simpat¨ªa del espectador est¨¢ echada desde el inicio. Salomon, el fot¨®grafo c¨ªnico y a la defensiva, cae mal, pero tampoco la periodista categ¨®rica y sabelotodo resulta simp¨¢tica, quiz¨¢ porque Clua, periodista ¨¦l mismo, se esfuerza en poner la raz¨®n de su parte, de modo que no hay controversia. Su entrevista tendr¨ªa mayor tensi¨®n si ambos se sentaran cara a cara, quietecitos. Pero la palma de la antipat¨ªa se la lleva el doctor Brown, un malvado sin vuelta de hoja que mientras extorsiona a su v¨ªctima le dice: "Estamos aqu¨ª para ayudar a los desfavorecidos y a la democracia", ir¨®nica frase de autor que en boca del personaje queda fuera de sitio.
En vez de modelar caracteres hondos, Clua ha esbozado cuatro arquetipos (el hombre con mala conciencia porque podr¨ªa haber salvado a la ni?a en vez de tirar la foto, la joven pepita grillo; el psic¨®pata corrupto disfrazado de tipo honesto, y la archi v¨ªctima de todos ellos), fiando el buen fin de la funci¨®n a una suma de efectos escalonados, alguno de ellos truculento. El m¨®rbido naturalismo con que se explicitan los detalles de la tortura a la que es sometida la madre, con que se desgranan sus gemidos (una aportaci¨®n del director que distrae de lo que se est¨¢ diciendo en la escena principal) y la visi¨®n de c¨®mo ha quedado la pobre, tienen un efecto estomagante: al final el mal, cuyo proceder nos ha sido detallado con minucia, triunfa en todos los frentes, y esa es la lecci¨®n que sacamos. Querr¨ªamos otra: cabe recordar c¨®mo en Incendies, obra que con parecida crudeza aborda temas similares, Wajdi Mouwad nos pone frente al horror para superarlo mediante un ritual cat¨¢rtico, y neutraliza el mal con un inesperado efecto bumer¨¢n. Valiente, muy valiente, Helena Casta?eda en el papel de la madre inmolada.
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