En espera de lo imprevisto
"El temporal sigue arreciando y no hay m¨¢s remedio que aguantar, ya que ante las inclemencias del tiempo nada cabe hacer, excepto ponerse a cubierto, el que pueda, claro"
The expected never happens; it¡¯s the unexpected always. J.M. Keynes
La ansiedad que produce la gran recesi¨®n va generalizando la pregunta de si saldremos de esta. La respuesta de nuestros m¨¢s ¨ªnclitos economistas es: s¨ª, desde luego. Ahora bien, lo fundamental no es saber si saldremos o no, sino en qu¨¦ condiciones: vivos, zombis o directamente muertos, por este orden. La recesi¨®n es como un temporal de invierno, pasar pasa, de hecho el sol sigue despuntando todos los d¨ªas y finalmente supera al mal tiempo, pero es su duraci¨®n e intensidad lo que determina el paisaje y el paisanaje resultante. Por el momento, el temporal sigue arreciando y no hay m¨¢s remedio que aguantar, ya que ante las inclemencias del tiempo nada cabe hacer, excepto ponerse a cubierto, el que pueda, claro.
Del discurso oficialista se destila la presencia de un bucle infernal en el que el endeudamiento no nos permite gastar y, al mismo tiempo, la ausencia de gasto no nos permite crecer e ir pagando nuestras deudas, lo cual, manteniendo las coberturas sociales, nos conduce a su vez a un mayor endeudamiento. Adem¨¢s, se da por sentado que no tenemos soberan¨ªa para decidir, porque, al estar endeudados, es el acreedor el que tiene la sart¨¦n por el mango, aument¨¢ndonos la carga de intereses al menor intento de salida de la senda de gasto preestablecida.
Por tanto, no queda otra que, para no aumentar la deuda, reducir rentas, lo que, a su vez, pone en peligro el crecimiento. Pero, oiga, entonces, si con estas medidas se pone tambi¨¦n en peligro el crecimiento ?c¨®mo se sale del atolladero? Bueno pues, en teor¨ªa, la reducci¨®n de rentas mejorar¨¢ la productividad y la competitividad de nuestra producci¨®n, siempre y cuando haya alguien (no nosotros, que estamos secos) que se encuentre en condiciones de comprarla, es decir, que aumente la demanda de nuestros productos en el exterior. Tambi¨¦n ayudar¨¢ un cambio de expectativas en el consumo y la inversi¨®n, como consecuencia de nuestra seriedad en el dispendio y de las reformas estructurales emprendidas en el mercado laboral y financiero. Sin embargo, parece que estas expectativas de consumo e inversi¨®n (sobre todo las primeras, que son las esenciales), que ya estaban tiritando antes de las reformas y los recortes, se han retirado a invernar despu¨¦s de tales mudanzas ante el peligro de congelaci¨®n, esperando tiempos mejores. Por tanto, el efecto confianza que, al decir de algunos, tan fundamental resultaba para generar expectativas favorables en el crecimiento y el empleo parece disiparse por momentos.
Obs¨¦rvese tambi¨¦n que en este discurso, de repente, otras estrategias para vender nuestra producci¨®n, como la inversi¨®n en I+D+i, la diferenciaci¨®n de producto, la aportaci¨®n de intangibles, las mejoras de productividad, etc., han declinado al grado de milonga en favor de la disminuci¨®n de los salarios y de las coberturas sociales, aproxim¨¢ndolas a los pa¨ªses que compiten directamente con nuestra producci¨®n. Dicho m¨¢s a la pata la llana, se pretende igualarnos en rentas con los pa¨ªses emergentes. En esto, entre otras cosas, consiste la reforma laboral reci¨¦n estrenada, en igualar por abajo al personal. Cabe preguntarse por qu¨¦ no se muestra la misma perseverancia en igualar a estos pa¨ªses emergentes con el resto de los m¨¢s avanzados y de paso eliminar el dumping social y ecol¨®gico que refleja el bajo precio de sus productos.
Se pretende igualarnos en rentas
Respecto a la otra reforma, la del sector financiero, aspira a facilitar el cr¨¦dito a la peque?a y mediana empresa, aunque claro, este gremio va a lo suyo y sigue lami¨¦ndose las heridas que le ha dejado el atrac¨®n inmobiliario, captando liquidez de donde puede y obteniendo rentabilidad en apuestas seguras como la deuda p¨²blica.
Pues bien, si no aumenta nuestro gasto ni el de los pa¨ªses que nos compran, ni el conjunto de la zona euro est¨¢ dispuesto a admitir m¨¢s inflaci¨®n a cambio de menos deuda, d¨¢ndole al rodillo de la expansi¨®n monetaria, estamos abocados a convertir nuestra econom¨ªa en un bonito p¨¢ramo. Y cuando decimos aumentar el gasto no nos estamos refiriendo al alivio en la disminuci¨®n del d¨¦ficit de un punto y pico como parece (Mercozy mediante) que va a recogerse en los presupuestos. Un respiro, por otra parte, consecuencia del miedo m¨¢s que de la propia convicci¨®n.
Claro que tambi¨¦n Keynes ten¨ªa salidas hasta para cuando no se quer¨ªan aplicar sus soluciones y como nos advert¨ªa en la cita que se enuncia al principio, cuando todo indica que va a ocurrir lo inevitable surge siempre lo imprevisto. Quedamos pues a la espera de esto ¨²ltimo. Atentos.
Juan Usach es doctor en Econom¨ªa.
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