Grandes almacenes de hace mil a?os
Hallados en Santiago nueve silos anteriores a la construcci¨®n de la catedral
Habr¨ªa que preguntarle a Bretenaldo. ?l sabr¨ªa qu¨¦ se guardaba all¨ª entonces y cu¨¢nto falta hoy por descubrir. Seguro que el peregrino franco que decidi¨® quedarse, all¨¢ por el 930, y pas¨® a la historia por ser el primer habitante de la ciudad de nombre conocido, fue cliente de los grandes almacenes que hab¨ªa a la entrada de Compostela. El recinto, repleto de silos excavados en el suelo, ca¨ªa primero fuera de la muralla y un siglo m¨¢s tarde dentro, cuando tras el paso triturador de Almanzor el obispo Cresconio mand¨® construir una muralla nueva y mejor, que abrazase tambi¨¦n los barrios que hab¨ªan ido creciendo, como tent¨¢culos, desde el Locus Sancti Iacobi.
Pero Bretenaldo y todos los dem¨¢s hombres libres que se ganaron el derecho a vivir en la ciudad, y los piadosos y los p¨ªcaros caminantes, y el musulm¨¢n que se fren¨® ante la tumba venerada por los cristianos, y los sucesivos obispos levantadores de grandes paredes, acabaron bajo tierra incluso antes de que corriesen la misma suerte aquellos grandes almacenes. Alguien que vino poco despu¨¦s mand¨® cegar los pozos, muchos de todos los tama?os, de escombro. Alguien, adem¨¢s, ya entre los siglos XIV y XV, orden¨® levantar una torre esbelta, con un gran arco de entrada y alguna tronera. Pero estos con tanta gloria, como era de esperar, tambi¨¦n enfilaron el camino del camposanto y luego otros decidieron anchear la maravillosa construcci¨®n, envolver la cebolla de nuevas capas ganando metros, por un lado, hasta la r¨²a do Vilar, y por otro, hasta la de O Franco. Y fue preciso, adem¨¢s, rellenar y rellenar de tierra y piedras el hueco airoso de la torre hasta salvar el desnivel de tres metros que existe entre ambas arterias del coraz¨®n de Santiago. Entonces, ya nunca m¨¢s se supo de los grandes almacenes que tuvo la ciudad hace mil a?os. Hasta que hace cinco, cuando la familia propietaria del inmueble recuper¨® el bajo tras un largo alquiler de renta antigua, prob¨® a retirar la cal de una pared para dejar la piedra a la vista.
El due?o abrir¨¢ un bar de tapas y los pozos se podr¨¢n ver tapados por cristal
Entonces sali¨® a la luz el arco de una puerta tapiada, ¡°un arco con unas dimensiones de narices, de 2,60 metros de alto por 1,50 de ancho¡±. Y al tirar abajo el emparedado, apareci¨® ¡°el tesoro¡±. ¡°Pero no un cofre con oro y piedras preciosas¡±, aclara el propietario, Jos¨¦ Manuel Otero, impulsor de la cadena Pousadas de Compostela y presidente de la Asociaci¨®n de Empresarios de Hosteler¨ªa de Santiago. ¡°Mejor as¨ª, porque si no se lo hubiera llevado el Estado¡±, protesta el empresario, quemado por un lustro de tortura administrativa. Cinco a?os de controles y papeleo que comenzaron el d¨ªa en que fue a pedir permiso al Ayuntamiento para una obra de limpieza. Otero Romar se queja porque la Xunta le oblig¨® a pagar de su bolsillo un estudio arqueol¨®gico y a vaciar las fosas, que fueron datadas entre los siglos X y XI, ¡°no de cualquier manera, sino con palet¨ªn y pincel¡±. En total, los trabajos de prospecci¨®n referidos al ¡°tesoro¡± le costaron ¡°m¨¢s de 30.000 euros¡±, algo que habr¨ªa sido ¡°inasumible¡± si no fuera que la casa es heredada.
Caixanova hall¨® unos agujeros semejantes, pero mand¨® taparlos
El inmueble, actualmente dividido en dos propiedades familiares (unos con fachada en el n¨²mero 31 de O Franco y otros en el portal 56 de O Vilar), lo compr¨® el abuelo de Otero tras hacer fortuna con un restaurante en R¨ªo de Janeiro. De vuelta a Santa Comba, la abuela, que quer¨ªa dar carrera a sus hijos, le pidi¨® que adquiriese el edificio. Nadie pod¨ªa imaginar que bajo las tablas del suelo se escond¨ªa un paisaje lunar salpicado de cr¨¢teres. En 50 metros cuadrados (la superficie que ocupa la planta de la torre del siglo XV) fueron hallados nueve pozos, el m¨¢s grande de cuatro metros de hondo por dos de di¨¢metro, pero un par de ellos caen debajo de paredes maestras, por lo que se sospecha que m¨¢s all¨¢, bajo los edificios aleda?os, puede haber m¨¢s.
Uno era un pozo de agua; los dem¨¢s, silos. Los arque¨®logos creen que se usaban para guardar grano, hielo y otras mercanc¨ªas. Igual que los otros que aparecieron tambi¨¦n recientemente unas calles m¨¢s arriba, en O Preguntoiro, en el subsuelo de los antiguos almacenes El Pilar. El edificio lo compr¨® Caixanova para marcar territorio, y justo debajo del proyectado patio de butacas surgieron los silos. La misma arque¨®loga que excav¨® los de El Pilar identific¨® los de O Franco. Seg¨²n Manuela P¨¦rez, en el teatro eran una veintena, ¡°de uso colectivo¡± por los ciudadanos, y ¡°fueron abandonados entre los siglos X y XI¡±, coincidiendo con la ampliaci¨®n del cerco de la muralla.
Pero la extinta caja mand¨® tapar de la vista del p¨²blico todos sus agujeros. Los ¨²nicos que van a poder visitarse, iluminados y cubiertos de cristal, ser¨¢n los de Otero. Probablemente en verano abrir¨¢ Boteco, un local de tapeo con nombre portugu¨¦s y caipiri?as, en homenaje al abuelo emigrante en Brasil. ¡°La palabra tiene una definici¨®n bonita¡±, ilustra: ¡°Un lugar donde se sirven bebidas alcoh¨®licas, de encuentro entre bohemios, petiscos baratos y una buena conversa sin compromiso¡±.
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