De una pelota de goma
En la ¨²ltima novela de Ramiro Pinilla, Aquella edad inolvidable, el Athletic de los a?os 40 es un personaje m¨¢s. En especial, aquel Athletic victorioso de la temporada 1942-43 que se alz¨® con los t¨ªtulos de Liga y Copa. Ese Athletic de los pesados y embarrados balones de cuero de los Lezama, Gainza, Zarra, Panizo, no lo lleg¨® a conocer el hincha del Athletic que era I?igo Cabacas. Una pelota no de cuero sino de goma de la Ertzaintza dio el pitido final a su vida hace apenas una semana en los alrededores de San Mam¨¦s. Imagino a sus seres queridos como a Souto Menaya -el "Botas" de la novela de Pinilla-, quien tras romperle una pierna un defensa de los que no saltan al campo a hacer amigos, ante el "saldr¨¢s adelante, comprendemos de verdad por lo que est¨¢s pasando" de las visitas a la cl¨ªnica, dir¨¢: "Para comprenderlo hay que romperse una pierna". A¨²n debe ser m¨¢s dif¨ªcil de comprender cuando el que te rompe la pierna es el ¨¢rbitro.
Hace poco m¨¢s de un mes mor¨ªa el polit¨®logo estadounidense James Q. Wilson. Wilson alcanz¨® notoriedad gracias a su "teor¨ªa de las ventanas rotas": si en un barrio se rompen las ventanas de una de sus casas y en breve no son reparadas, al poco aparecer¨¢n rotas las del resto de viviendas. Una ventana rota no arreglada porta un mensaje: puesto que a nadie le importa, romper sale gratis. En el Pa¨ªs Vasco sabemos bastante de 'ventanas rotas'. De esa tolerancia ante la violencia ileg¨ªtima; de ese desinter¨¦s ante las ventanas rotas al vecino; de esa indiferencia que ha acabado degradando la sociedad vasca tanto como el barrio de Wilson. Por eso, sea bienvenida la leg¨ªtima indignaci¨®n que ha provocado la injusta muerte de Cabacas: la vuelta a San Mam¨¦s de los tanto tiempo ausentes minutos de silencio, las camisetas blancas de los jugadores del Athletic en recuerdo de I?igo, la dedicatoria de un gol por parte de Llorente¡ Con todo y con eso, no hemos de olvidar a todos esos ertzainas, a todos esos 'reparadores de ventanas' que han protegido nuestra casa com¨²n de tanto apedreador ahora indignado. En esta vida hay personas que tienen encomendado el desempe?o de trabajos desagradables, a las que s¨®lo queremos tener cerca en las duras y a las que desterramos en las maduras. Personas que se manchan las manos por nosotros.
El protagonista de la novela viaja en el autocar del Athletic hacia el desaparecido Metropolitano de Madrid para disputarle la final de Copa al Madrid. Al ver la nutrida caravana que los acompa?a, piensa: "Rostros curtidos o blancos, actitudes rudas o comedidas, prendas baratas o caras, viajeros atiborrando camionetas u ocupando con holgura coches envidiables. As¨ª como todos se desplazaban sobre cuatro ruedas, Souto pens¨® que les unificaba igualmente y de manera natural el Athletic. Una hermandad que era bienvenida aunque solo durase el partido del domingo". La hermandad del partido del domingo en la que falta I?igo Cabacas.
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