Vivan los marineros
El rockero Mike Scott conoce y explota el hechizo de su porte entre callejero, portuario y circense en Kapital
Melena entrecana y enmara?ada, piedras doradas en la pernera de sus pantalones negros, esa mirada desafiante que solo confieren las muchas noches de bohemia. Mike Scott conoce y explota el hechizo de su porte entre callejero, portuario y circense. Es un librepensador del rock, un genio ca¨®tico e intermitente (porque hasta los genios son vulnerables exponentes del g¨¦nero humano) que se ha reconciliado con el sustancioso legado de The Waterboys, la banda que encarna desde hace tres d¨¦cadas. Y que atesora enormes ejemplos de rock c¨¦ltico y trovadoresco; suficientes como para merecerse el llenazo de anoche en la Kapital.
Scott se ha embarcado en el berenjenal de ponerle m¨²sica a William Butler Yeats, el poeta de la m¨ªstica irlandesa y su exuberancia verde. El resultado es mucho m¨¢s natural y fluido de lo que cabr¨ªa temer, pero el de Edimburgo fue cauto en el suministro del nuevo material. Salvo el arranque, con el rock buc¨®lico de The hosting of the shee y News for the delphic oracle, y el juglaresco divertimento de m¨¢scaras en Mad as the mist and snow, el resto fue artiller¨ªa cl¨¢sica y pesada.
Sin respiro. El capit¨¢n invoc¨® el esp¨ªritu de Van Morrison con The thrill is gone y le cant¨® al amor con resonancias tr¨¢gicas, como el amor mismo, en Girl in the swing o How long will I love you. Atac¨® The whole of the moon con inesperado acento reggae, demostr¨® que Glastonbury song merec¨ªa condici¨®n de exitazo y se marc¨® un apote¨®sico e interminable solo de guitarra para The pan within. Las suyas fueron dos horas plet¨®ricas, estupendo con esa voz poderosa e hiriente como el tacto de la lija. El violinista Steve Wickham le escoltaba cual hermano lun¨¢tico que toca frente a los acantilados en plena tempestad. Y el festejo final, a aullido pelado con Fisherman¡¯s blues, fue hedonismo puro. Lo dicho: que viva la mariner¨ªa.
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